Capítulo 2

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Marcelle abrió los ojos después de 48 horas de haber permanecido bajo el dominio de calmantes y somníferos. Al principio se sintió confundida, no reconocía el lugar y las luces blancas la estaban deslumbrando, intentó cubrirse los ojos con las manos, pero entonces noto el dolor punzante en sus muñecas.

William.

Vestido blanco.

Navaja.

Muñecas.

Mala combinación y lo peor es que aquel sitio de paredes blancas definitivamente no era el cielo sino un hospital, un lugar tétrico que le tenía reservadas un sinfín de sorpresas, empezando por esta...

Cuando por fin abrí los ojos me sentía como una estúpida y no precisamente por el suicidio, más bien me pesaba seguir viva. Ahora no solo tendría que enfrentarme a mis sentimientos, también tendría que lidiar con mamá cuyos ojos envueltos en lágrimas no paraban de observarme, y con papá, quien aún trataba de asimilar lo ocurrido.

-¿Cómo te sientes Marcelle? –preguntó el doctor.

-Bien –susurré.

El doctor revisó mis signos vitales y cuando comprobó que todo estaba en orden salió de la habitación acompañado de mis padres. Fue un momento bastante incomodo, no todos los días se atiende a una persona lo suficientemente desquiciada como para intentar quitarse la vida.

Una hora después mamá entro a la habitación, me dio una muda de ropa y me ayudo a vestirme, luego cepillo mi cabello y lo recogió en una perfecta coleta. Salimos del cuarto y papá me recibió con un sofocante abrazo, avanzamos por el angosto pasillo hasta el estacionamiento y en completo silencio abandonamos el hospital.

-¿Por qué nos detenemos en este lugar? –pregunté angustiada al observar el letrero en aquella enorme residencia.

San Cristóbal. Hospital Psiquiátrico.

-¡Yo no estoy loca! –grité. << Ahora resulta que las chicas no podemos huir del amor sin que nos llamen locas>> pensé.

-Sabemos que no estás loca –dijo mamá conteniendo el llanto –, pero también sabemos que necesitas ayuda...

Estoy segura de que no fueron sus últimas palabras en aquella extraña despedida; no obstante es todo lo que recuerdo de aquel momento.

San Cristóbal no es un psiquiátrico como tal, más bien es una especie de residencia para ayudar a chicas con problemas emocionales (y no estoy tratando de arreglar las cosas), en este lugar todas podemos seguir con nuestras vidas normales la única diferencia es que ahora tenemos ciertas limitaciones. "Las chicas de San Cristóbal" llevamos un rastreador en el tobillo que informa al personal en donde nos encontramos, así que, en teoría, yo podría continuar con mi vida como si nada, por las mañanas iría a la escuela (sin ninguna posibilidad de escapar) y las tardes las pasaría en la residencia siguiendo un estricto horario de actividades.

4 p.m. Comida.

5 p.m. Actividad física.

6 p.m. Ducha.

7 p.m. Terapia grupal.

8 p.m. Terapia individual.

9 p.m. Cena.

9:30 p.m. Dormir.

7 p.m. Terapia grupal:

-Chicas, tenemos una nueva integrante –anuncio la psicóloga –Preséntate.

-Hola, mi nombre es Marcelle.... –dije con la mirada perdida.

-Bienvenida –dijeron todas al unísono.

VENENO PARA LOS CARDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora