Capítulo 3

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Para Marcelle regresar a la escuela requería de una sobredosis de valor, lástima que había agotado todas sus reservas en su fallido intento de suicidio.

<<Tranquila>>, se dijo a sí misma, <<quizás nadie sabe de lo ocurrido contigo>>, pero ese pensamiento no logró calmar sus nervios, sabía que aquello era una mentira, porque a estas alturas su supuesta locura ya estaba en boca de todos y todas.

Avanzó por el mismo pasillo que ahora parecía interminable, llevaba la cabeza gacha, con la mochila colgada sobre los hombros y las manos en los bolsillos del abrigo amarillo, casi pudo escuchar los cuchicheos, casi pudo sentir las miradas, pero prefirió ignorarlos antes que enfrentarlos.

Entro al salón.

Respiro profundo.

Se derritió en su asiento.

Este sería el inicio de un largo, largo día...

Generalmente era de las alumnas que en clase solía sentarse hasta enfrente, pero aquel día decidí refugiarme en un rincón de la parte trasera. El salón comenzó a llenarse poco a poco de chicos y chicas y, por último, entro la profesora Teresa cuyos clásicos lentes me escrudiñaron de pies a cabeza hasta hacerme sentir peor de lo que ya me sentía.

Juro que intente tomar apuntes, pero el temblor de mis manos termino por ganarme y al final lo único que pude garabatear en mi cuaderno fue la fecha. El resto de las clases fueron exactamente iguales, durante los cambios de salón me escondía en los baños hasta que los pasillos se encontraban totalmente despejados como para poder caminar sin ser juzgada.

Cuando la jornada escolar concluyó salí corriendo del lugar sin detenerme hasta llegar a San Cristóbal...

4 p.m. Comida (pasta, una pieza de pollo asada, ensalada y como postre gelatina con frutas).

5 p.m. Actividad física (odio el futbol, ese es un deporte de chicos).

6 p.m. Ducha (la mejor parte).

7 p.m. Terapia grupal (presentía que el beneficio de la chica nueva estaba por terminar).

8 p.m. Terapia individual (aun nada, el único avance fue jugar domino con Andrea, por cierto, también odio el domino)

9 p.m. Cena (leche con miel y pan con mermelada).

9:30 p.m. Dormir (insomnio hasta las 12:30 a.m.).

Por la mañana decidí omitir el abrigo amarillo y la bufanda morada, ese atuendo me hacía lucir más llamativa y, en estos momentos, lo último que quería era ser notada.

-¡Marcelle! –. Ay no... Ana había gritado mi nombre en la cafetería.

Miradas curiosas por todos lados.

Le regalé una sonrisa a mi "amiga" y luego me senté en una mesa muy apartada de las miradas. Todo ese fatídico suceso se llevó mi hambre, así que ahora ya solo picaba la comida con el tenedor...

-¿Sabes qué me molesta? –Zac se sentó frente a mí, lucia realmente furioso y, aunque él y yo nunca habíamos hablado, salvo por ese incidente con la bufanda, presentía que el chico, al igual que yo, quería apartarse de los demás.

-Ah... ¿sentarte junto a mí? –contesté atónita y nerviosa.

-No. Me molestan las mentiras –golpeó la mesa, yo me estremecí.

<<Nunca te he mentido, de hecho nunca hemos hablado>>

-¿Por qué a las chicas les gusta hacernos sufrir? –me fulmino con la mirada.

VENENO PARA LOS CARDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora