La guerra

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Respira.

Veo a la gente a mi lado y asiento para mí misma.

Relájate Jessica. La estrategia de Peter es buena.

Habíamos llegado al campo de batalla. Una grande área verde, sin árboles, sin nada que obstruyera el territorio. Trago grueso y mis manos rozan mi vestido.

Me va a dar un ataque de ansiedad.

Edmund llega a mi lado y se ve más relajado que yo. Pero nervioso.

—Esto va a funcionar - me dice posicionándose a mi lado.

Asiento una vez más y mi pecho sube y baja.
Edmund toma mi mano y la enlaza con la suya. Se ve incómodo, pero no la retira.

Mis pensamientos desaparecen y una sensación en mi estómago aparece. Miro nuestras manos y después lo miro a él.

Esto se siente raro.

Edmund hace una sonrisa torcida y desenlaza nuestras manos.

Da unos pasos al frente dispuesto a irse.
Se detiene y se gira a mí. Se ve que lucha por encontrar palabras. Abre la boca pero se detiene y relaja sus hombros.

-Suerte.

-Igual - respondo.

Él no se ve satisfecho pero se va a su posición, junto al castor.
Busco a Peter con la mirada y está al frente, lejos de mí.
Está sentado junto a un unicornio blanco, muy bello. El general está junto a él. Ambos liderando.

Peter se gira y busca con su mirada a su hermano. Cuando lo encuentra se detiene a verlo unos segundos y desvía sus ojos buscando otro objetivo. Al hacer contacto nuestros ojos trago grueso. Mis manos sudan y mi cuerpo tiembla.

Peter.

No logro ver el gesto que hace y regresa su vista al frente, intercambiando palabras con el General.
No quiero despegar mis ojos de él. Quiero quedarmele mirando. Peter, con dieciséis años. Está liderando. Guía todo un ejército.
Si algo le pasa, me sentiré culpable de alentarlo a guiar. No estuve pensando en su vida. No hay nadie mejor que él para liderar. He visto cómo se pone primero en peligro que a sus hermanos, siempre descubriendo y ponerse al frente defendiéndolos. Como me quiso mandar a casa para que no me pasara nada.

Un águila pasó arriba de nosotros. Ya llegaron.

Mis ojos tratan de mirar a lo lejos. Y poco a poco pequeñas figuras van apareciendo. Mis labios se separan dejando salir un sonido.
Éramos menos.

Mierda.

La gente se empezó a alterar a mi alrededor. Estaban nerviosos, pero no huían.

Aprieto mi arco y mi vista se va rápido a Edmund. Se veía pálido y nervioso. Su cuerpo temblaba.

Quiero ir a él. Tomo mi arco que había posado en el piso y cuelgo el estuche en mi espalda. Siento la mirada de alguien y miro hacia la dirección.

Edmund.

Me quedo quieta mirándolo. Sus ojos oscuros y labio partido. Su respiración ya no estaba rápida. Estaba tranquila. Asiento con mi cabeza y él la regresa con un movimiento igual. Me quedo en mi posición, sabiendo que Edmund estaba mejor. No puedo imaginarme por lo que debe estar pasando. Volver a ver a la Bruja Blanca. La dueña de sus traumas y miedos.
Mi sangre hierve al recordar la condición en la que había regresado Edmund. Lo que él me había contado. Yo, puedo tener catorce años, pero vaya que era buena con el arco.

Las Crónicas de Narnia; El León, la bruja y el ropero [1/4] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora