Capítulo 9: No puedo creer lo que ven mis ojos

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Habla Karls:

Ahora me siento culpable, creo que no debía haberle hablado así. No creo que jamás vuelva a conseguir que Ania se habrá totalmente a mí de nuevo..., temo que me odie, han pasado demasiados días desde entonces.

Si lo sé, soy el tío más orgulloso del mundo y por mi estúpido orgullo voy a acabar perdiéndola. Debo ir a hablar con ella..., pero y si me manda lejos, o simplemente no quiere ni escucharme, DIOS!, porque todo tienen que ser tan complicado.

Creo que voy a comenzar con disculparme y decirle que lo que le dije en el fondo no lo sentía, si eso haré, me disculparé y le diré lo mucho que aun la quiero.

- Fui hacia el cuarto de Ania, ella no estaba allí que raro hacía unos minutos la escuche tumbarse en la cama, que extraño. Fui al pasillo, para ver si por casualidad estaba por ahí, fue entonces cuando lo supe todo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, mi cara se volvió pálida, cuando observé el gran charco de sangre mezclado con agua que recorría el blanco suelo del pasillo. Intenté abrir corriendo la puerta del cuarto de baño, mientras gritaba el nombre de Ania, la madre de esta subió conmigo para ayudarme, no hizo falta hacerme preguntas. Después de varios empujones a la puerta, esta cedió cayendo al suelo y permitiéndome entrar y sacar a Ania de la bañera. Estaba pálida, pero aún tenía pulso, le grité a la madre que fuera a por el coche, está bajo rápido y ya se encontraba preparada. Mi padre oyó los gritos y le preguntó a la madre de Ania, esta le hizo un rápido resumen y los tres nos embarcamos a llevar a Ania al hospital más cercano.

Los médicos tardaban, la espera se me estaba haciendo eterna, igual que le pasaba a mi padre y a la mama de Ania. Esta no paraba de llorar y pedir que su pequeña estuviese bien, no paraba de repetirse que era su culpa, que hubiese pasado todo esto. Mi padre solo podía intentar consolarla. Al tiempo el medico salió. -

- La madre de Ania - decía sosteniendo una carpeta -

- Si soy yo.

- Su hija ha perdido mucha sangre, ahora mismo le estamos haciendo transfusiones, hemos conseguido estabilizarla pero debe llevarse unos días de reposo.

- De acuerdo doctor, puedo ir a ver a mi pequeña

- Claro, venga conmigo

- Y allí estaba ella, mi pequeña Ania, tenía mejor color, sus mejillas ya estaban rosadas como siempre, sus pómulos aún tenían tonos lila, pero se notaba como poco a poco iban desapareciendo. Sus labios tenían ese tono carmín que tanto me gustaba. Quería que despertara, para abrazarla y decirle cuanto la quería. Era mi vida, mi todo y por estúpido casi la pierdo, jamás podré llegar a perdonarme eso.

La madre de Ania, salió de la sala, para comprar algo de comer para mí y mi padre. Ellos se fueron juntos dejándome a cargo a Ania.

Me senté en la cama, esperando a volver a ver una sonrisa en ese lindo rostro, pero se la veía tan en paz durmiendo, que a veces pienso que lo único que quería era dejar de sufrir. Egoístamente, jamás le dejaría quitarse la vida, la quiero mucho y no creo poder soportar un mundo sin ella. La ame desde el primer día y la amaré para toda la eternidad.

Me giré y le sostuve la mano con la esperanza de que volviera a abrir esos preciosos ojos. Mientras esperaba acabé quedándome dormido junto al hueco que su rostro había dejado en la almohada. -

- Karls, eres tu... - no podía hablar más fuerte -, o está dormido, debo haberle acarreado muchos problemas. - Le miraba su rostro-, creo que se merece dormir un poco - acurruque mi cara junto a la suya -

- Al tiempo llegaron mi padre y la madre de Ania, nos vieron a los dos acurrucados y le dieron pena despertarnos. La madre de Ania, sabía que su hija no estaba inconsciente, ya que en su pequeño y frágil rostro, asomaba en la comisura de sus labios una amplia sonrisa de felicidad, por el simple hecho de estar cerca de la persona que después de su madre quería más en el mundo "Karls".

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