Azul oscuro

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                                                                              BERYL      

Sigo sin poder creer que haya despertado. Siento como si inconscientemente en un solo mes haya estado intentando recuperar estos tres años que he estado sin ella.

      Cuando salimos del hospital, la llevé directamente con mi abuelo. Théo se quedó atrás para resolver todo el papeleo además de los asuntos con Sebastian el "misericordioso". A veces no sé cómo puede aguantarlo y cómo lo haré yo cuando me reúna con él en el Consejo.

     Zehrá mira a su alrededor como si hubiese despertado en otro mundo, lo cual es en cierto modo verdad. No ha cambiado apenas a pesar de estos años, sigue siendo pelirroja, pero con el pelo mucho más largo. Con siete años pidió que se lo cortaran para que los muchachos del barrio no le tirasen de las coletas. Yo preferí mantenerlas a pesar del peligro. La forma de su cara aún parece la de una niña, un rostro rosado e inocente porque todavía es ignorante. Cuando me pregunta sobre sus padres y le respondo que pronto lo sabrá, me mira con desconfianza. Sus ojos sí han cambiado. Antes eran cálidos y ahora son fríos. Un azul oscuro profundo que me hace temblar. Después de insistir un par de veces, se quedó en silencio contemplando la ciudad desde la ventanilla. Opté por compartirlo.

Al fin divisé la Gran Secuoya, la más antigua de nuestro bosque, hogar de jefes y sabios; y también el mío. Cuando bajamos del coche, el abuelo nos estaba esperando. Me recibió con un abrazo, sus dos fogosos besos y sendos pellizcos en cada mejilla. Siempre odié esos pellizcos innecesarios, pero sé que cuando deje de hacerlos los echaré en falta, y más ahora que han sido la causa de una ligera sonrisa en la cara de Zehrá. El primer amago de emoción en un rostro que lleva tres años dormido e impasible. Zehrá recibió lo mismo que yo pero con un abrazo mucho más largo. Noté que le susurró un cálido "bienvenida". Supongo que el abuelo también notó que estaba tensa y asustada.
Le rodeó los hombros con el brazo, apoyándose con el bastón en la otra mano. Nos subimos al ascensor y empezamos a ascender hasta el punto más alto de la copa.
- Vaya, así que en estos tres años te has dedicado a cambiarte de look- dijo el desgraciado.
- Abuelo...- le dije entre dientes- perdónale Zehrá, no sé si te acordarás pero siempre estuvo mal de la cabeza.
- Cuidado Beryl, que te destituyo.
- Oh, no pasa nada. Ya me lo cortaré, supongo...- respondió Zehrá con la cabeza gacha.
  Cuando el ascensor se detuvo, el abuelo y Zehrá salieron primero. Mientras él le contaba todos los cambios decorativos que había llevado a cabo durante su demasiada larga vida, yo me encargué de prepararle la habitación a Zehrá. También encargué pizza.
Una vez acabado todo, entré en la sala principal. El abuelo todavía no había acabado su discurso. Siempre he admirado la paciencia de Zehrá. La casa del abuelo estaba repleta de colores brillantes y llamativos. Todo el suelo estaba cubierto por alfombras, cada una diferente de la otra y de lugares distintos. Hay un montón de lámparas de cristales de colores que se mezclaban con la luz verde artificial que emiten las bombillas. A veces me gustaría viajar a otros imperios para ver el color de la luz de sus minerales. Las paredes estaban recubiertas de estanterías repletas de artefactos y libros. Colecciones extrañas que el abuelo ha ido recolectando en todos sus viajes. Y en las pocas paredes no escondidas por las estanterías, colgaban cuadros de distinta índole. El cuadro que más me llamaba la atención, incluso desde pequeña, fue uno de un tal Millais. El cuadro muestra una muchacha ahogándose en un río con las palmas de las manos hacia arriba. No se por qué pero la expresión de su rostro me llamaba la atención porque parecía que entonaba una hermosa canción de muerte mientras el río se llevaba su vida con la corriente. Ojalá supiera la historia de esta muchacha.

- Ese cuadro que mira tan embobada Beryl, me lo regaló su madre por mi cumpleaños.- dijo el abuelo- ¡Eh, Beryl! 

       Me volví hacia ellos. Mi abuelo y yo compartimos una mirada cómplice. Entendí que ya era hora. Me senté al lado de Zehrá y cogí su mano entre las mías. El abuelo cambió completamente su expresión dejando de lado su careta de payaso. Y empezó a narrar.


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A lo mejor os molesta el que los capítulos sean tan cortos, pero confiad en mí, más adelante nos lo agradeceréis. Espero que disfrutéis del capítulo y nos dejéis vuestra opinión en los comentarios.

Hasta la próxima, Dilerim.

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⏰ Última actualización: Aug 20, 2016 ⏰

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