Silencio.

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En la competencia de quién se hiere mejor, siempre pierde quien más siente. Y es por eso que muchas veces no somos sinceros con nosotros mismos. Nunca decimos lo que realmente sentimos por miedo a que esas palabras sean usadas en nuestra contra. El amor calla donde el orgullo grita. Haciendo del silencio una indiferencia perfecta.

A veces el miedo a que te lastimen te da personalidad, una fortaleza para no salir dañado, quizás al mirar atrás te des cuenta de que jamás te han lastimado. Sin embargo, has lastimado a tantas personas. Al principio es un orgullo, al final da tristeza que todas esas personas su único "delito" fue quererte incluso amarte.
¿De qué sirve que te amen por tu loca y a la vez leal manera de ser, sí por miedo a salir lastimado lastimas tú primero?

No me gusta esconder lo que siento pero descubrí que a veces es lo mejor. Aprendí a valorar el silencio cuando mis palabras ya no decían nada. Cuando más quería arreglar la situación más lo arruinaba.
Decir lo que sientes no lleva a la ruptura: toda relación atraviesa fases de crisis, de distanciamiento o tienen algún conflicto, y eso no lleva a romper el lazo necesariamente. En muchas ocasiones contribuye a fortalecer la relación. Pero si llegará a la ruptura es lógico que uno de los dos no esta enamorado o no siente lo mismo. Una persona que no está enamorada, no tiene necesidad de aguantar discusiones. Hasta la cosa más estúpida lo puede tomar como una ofensa, y así no se puede. Lo más triste de esta situación es que nosotros sabemos perfectamente lo que tenemos que hacer, pero no, siempre elegimos el camino más difícil. Querer arreglar lo que no tiene arreglo.

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