Luka no tenía más de siete años cuando sus padres se divorciaron, aquel fue un día difícil, acababa de llegar de la escuela cuando vio discutir a sus padres, los gritos envolvían la casa y parte del vecindario, el chico no tuvo otra opción que volver al lugar de donde venía. Las peleas ya eran rutinarias, pero Luka sabía que esta sería la última, su madre se lo había dicho.
El salón estaba desierto, salvo por un pequeño bolso a un costado de su pupitre, las lagrimas comenzaron a picarle en sus ojos, los sollozos se hicieron constantes, se desplomó sobre el banco, ya no tenía fuerzas, no le importó botar aquel rosado bolso, ya no podía pensar en nada más que en la separación de sus padres, ¿Qué haría? ¿Viviría con su madre o padre? ¿Se cambiaría de escuela? La verdad es que no le importaba mucho, podría hacer nuevos amigos, lo que más le dolía era dejar solo a alguno de sus padres. Había escuchado de uno de sus amigos que después de la separación de los suyos recibía doble obsequio para cualquier fiesta, pero también habían casos donde el hijo se quedaba completamente solo, siendo el la sombra de un amor que alguna vez hubo. Cuando estaba a punto de debatir con quien se quedaría, escuchó unos ligeros pasos aproximarse, pensó en escóndese, podría ser un conserje o incluso el director los cuales lo echarían apenas lo vieran. No tenía el ánimo de volver a casa, mucho menos de levantarse de la silla así que espero ahí tapándose la cara con ambas manos, con la esperanza de que si lo atrapaban no le preguntaran el por qué de su visita. Los pasos de aumentaban su volumen aceleradamente, hasta que por un instante se detuvieron súbitamente. Al dirigir su mirada a la puerta este pudo ver como una chica con dorados cabellos los cuales parecieran que resplandecieran con la luz que penetraba a través de las delgadas cortinas del salón, su pálida piel hacía un gran contraste con sus grandes ojos pardos. Esta entra al aula como si fuera su propia casa. Era la chica nueva. Había llegado hace aproximadamente un mes de la capital.
Luka ve como se acerca lentamente en su dirección, como si temiera que le fuera a hacer daño, se sintió grande y a la vez fuerte, al ver su delgado cuerpo agachándose para recoger el bolso, no despegó nunca sus ojos de los de él, una leve mueca de condolencia pasa a través de su pequeña cara, Luka sin saber que hacer los entrecierra en señal de gratitud, cuando de un momento siente como unos brazos cruzan su débil cuello, sosteniéndolo con tanta fuerza que una lagrima brotó de su ojo, esto era lo que tanto necesitaba, un abrazo sincero.
-Por lo que sea que estés triste, pasará, no te preocupes todo estará mejor, esto es solo otra piedra en el camino, solo patéala y sigue adelante- dijo la chica con total convicción, mientras se separaba de el y se iba junto a su pequeño bolso rosa.
En ese momento sus constantes sollozos se convirtieron en lagrimas, pero estas no fueron esta vez derramadas con un propósito de desahogo, sino de felicidad. Felicidad al darse cuenta de que las discusiones se acabaron, felicidad porque ahora se preocuparían solo por él y ya no lo dejarían de lado por sus peleas, felicidad, felicidad, felicidad simplemente felicidad, apenas era un niño pero ya sabia lo que vendría después y ya no tenía miedo.
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Érase una vez nosotros
Teen Fiction¿Por qué anduvimos tanto tiempo creciendo para separarnos?- Pablo Neruda.