Atardecer de arreboles

63 1 0
                                    

"Fuiste en un tiempo laguna, un paisaje soñador", decía mi taita al terminar la faena y se quedaba viendo la lejanía, hacia el horizonte. Los colores del llano no tienen comparación, los arreboles en las nubes salpican todo el cielo de la sabana, dando la sensación de que soledad, de inmensidad. La vista no alcanza para ver el cajón en su totalidad. No hay manera de describirlo sencillamente sin que se sienta esa cosquilla en el alma, eso que solo sabe el llanero o aquel que ha visto el llano. La geografía del llano es tan variada como extensa, uno podría pensar que solo es una gran porción de tierra verde plana, con algunos animales por aquí y por allá; pero ese no es el verdadero llano. Donde yo nací y crecí es lo que se conoce como llano alto, aquel que está cerca de la cordillera de la costa.

En el llano alto hay valles y montañas, siempre al norte, y es que según lo que nos enseñaron en la escuela -y lo que me contaba Inocencio- hay tres tipos de llanos, el Llano Alto, donde yo nací y crecí, que está al norte y es la unión de la Cordillera de la Costa con el llano; el Llano Medio, que es la gran mayoría del llano, donde no se ve ni una montaña, ni un bajío, solo un cajón inmenso que no tiene fin, y por último el Llano Bajo que está hacia el sur y es donde el llano se encuentra con la Selva y está lleno de ríos y cañaotes[8] que están siempre inundados.

Una vez Inocencio estaba hablando de un cuento que le contaron cuando estaba en su escuela -con una computadora que le habían dado- en donde decía que hace muchísimo tiempo, el llano estaba cubierto de agua salada, que era un mar tan grande que cubría todo el país, de repente las montañas de la Cordillera de la Costa se elevaron y se comenzó a secar la tierra; lo que hoy es mi llano querido era antes el fondo de ese mar, no sé si será verdad. También decían que antes el río Orinoco terminaba por allá por el norte, en el Mar Caribe, en donde hay un desierto de arena inmenso como las playas de los caños en febrero, cuando se levanta esa "polvará", y que toda esa arena de los médanos la arrastró el río hasta allá, tampoco sé si eso será verdad[9].

Una vez fui con mi taita y los demás a una peonada en un hato más al sur de Calabozo, eso es en el llano medio, allá sí que no se ve ni una sola montaña. A lo lejos se veían unas lomas muy chiquitas y le pregunto a Julián:

- Esas lomas que se agüaitan por allá ¿qué parte de Calabozo es?

- Esas no son lomas muchacho -responde Julián con enfado- esas son matas.

Yo me quedo pensando y entrecierro los ojos para intentar ver más lejos y sigo viendo las lomas. No le hago caso a lo que me dice Julián, me acerco a la talanquera y le pregunto a otro becerrero que estaba jugando con un palo y un sapo, veo que se me queda mirando y le pregunto por las lomas, suelta el palo y se olvida del sapo.

-Tú no eres de por acá cachilapo, esas no son lomas, eso es un Camurucal[10], pero están llenos de matapalo, por eso se ven así-.

Me responde y al ver que mi cara se quedó congelada en una mueca de interrogación me mira de arriba abajo y me dice: -ven, vamos a verlas de cerca.

Apeamos un par de caballos y nos dirigimos a lo que yo llamaba loma y el llamaba matapalo. Fueron como 15 minutos a caballo y mientras nos acercábamos a las matas, estas se hacían cada vez más y más grandes, eran tan altas como los edificios de 6 pisos que había en Altagracia de Orituco. Era un bosque de troncos casi impenetrable, con troncos gruesos y delgados, muchísimos troncos delgados salían de las ramas y se incrustaban en la tierra, como soportando el peso de los árboles. Nos bajamos de los caballos y caminamos a las matas, debajo de ellas no pasaba ni un rayo de luz, parecía que se hubiese hecho de noche de repente, a pesar que eran las 2 de la tarde. Me volteo a mirar a la empalizada donde estaba Julián, mi taita y los otros peones comiendo y no veo más que una pequeña columna de humo blanco del fogón a lo lejos, no se ve la casa, no se ven árboles, no se ve más que el cielo azul con algunas nubes y abajo una franja verde claro, no se ve ni un pájaro en vuelo, tampoco animal rastrero alguno, solo la eterna compañía de los mosquitos y otros insectos que no dejan en paz al llanero.

Efectivamente lo que yo llamaba loma, era un pequeño bosque de Camorucos que estaban en el medio de la nada, en un pastizal del hato que los peones usaban para que los cabildos del ganado se ocultaran del sol en los días calurosos como ese, el Camoruco había sido atacado por una de las plagas que abundan en el llano, "el matapalo" no es más que una especie de árbol familia de la higuera que es parásita y se alimenta de la savia de otros árboles, además de robarles los nutrientes y aprovechando el tronco para fijar sus ramas y raíces, haciendo que el árbol huésped muera lentamente en un ataúd de madera, de allí el nombre "Mata Palo".

Los Llanos: Río ApureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora