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-¡¿D-de que hablas?!- gritó levantándose encima de la cama completamente asustada, no llevaba nada más que un pijama en forma de vestido que le llegaba un poco más arriba de la rodilla. Muchos otros duendes más estaban rodeando su cama. Se apretó el pijama contra sus piernas, estaba avergonzada y, ya del susto creyó que se desmayaría. Los duendes no eran nada bonitos. Pensó en golpear al muchacho psicópata, en gritar o llorar. Pero lo único que se le ocurrió fue salir huyendo enojada. Bajo rápidamente las escaleras, no había nadie. La casa estaba repleta de seres horribles. Las habitaciones estaban vacías.- ¿Q-que ocurre Ría Kim?-le dijo Esteban Sora mientras baja las escaleras perturbado.

-¡A-aléjense de mí!-gritó, abrió la puerta principal de la casa y corrió lejos de todo lo que no debería estar viviendo en ese momento. Divisó el Monte de pinos que brillaba por las hadas, nunca antes había visto seres mitológicos, tenía miedo, estaba vestida con nada más que un fino pijama. El frío entraba por los pies descalzos de la muchacha consumiéndole aún más rápido que el mismo terror. En el monte vio una casa entre los pinos. Nunca había visto casa semejante. Corrió hasta ella, en el pino con el tronco más grueso había una escalera que lo rodeaba hasta la pequeña casucha. Ría Kim no pensó y solo subió. Ya arriba se percató de lo extremadamente pequeña que era. Tuvo que romper una de las delicadas paredes de hojas que parecían bordadas. Miró hacía abajo y se dio cuento de la altura inigualable en la que estaba, se mareó un poco y cerró los ojos E-esto no está pasando-Se dijo asustada. Abrió uno de sus ventanales carnosos y observó detenidamente a un hada volar frente a ella. Era de cabello rubio, largo y brillante, una pequeña mujer hermosa. Su cara cambió, estaba preocupada. Sus manos temblaban por el frío y el miedo. Miraba de reojo la casona y se lamentó el haber viajado si tenía la posibilidad de quedarse en su casa en la cuidad.

Su angustioso dolor se incrementó, al sentir los fuertes pasos del muchacho acosador subiendo con rapidez por la escalera. -Ría Kim... No te asustes-se escuchó el majestuoso vozarrón preocupado de Esteban. Cuando llegó este arriba, vio a la pobre chica aterrorizada, abrazándose con sus manos. Sonrió para calmarla y para que sepa que estaba en las mejores manos posibles.

-Aléjate de mí- retrocedió todo lo que pudo y se tapó el cuerpo con fuerza, agachó un poco su cabeza.-No me mates-parecía suplicarle.

-No lo haré, sería estúpido-Se acercó a ella. Esta retrocedió aún más sin darse cuenta de que ya no le quedaba más espacio y ya se veía caer por la casucha al suelo. Esteban le sujeto del brazo, antes de que alguna parte del cuerpo de la joven se encontrara totalmente fuera y en cosa de segundos la aferró en su pecho. Ría Kim le apretó el polerón verde que llevaba. Tenía miedo y lentamente cayeron gotas duras de sus ojos. -¿Qué quieres, quién eres?, Suéltame -le rogó entre sus sollozos. Pero parecía que no quería soltarlo. Esteban le acariciaba la cabeza, tratando de calmarla.

-Ría Kim... Te amo-le dijo. Ella abrió mucho más los ojos, lo aparto aún más asustada y rubicunda.

- Nunca te había visto ¿Cómo puedes decir eso?, ¡¿Quién eres!?- Esteba asombrada de escuchar a aquel muchacho con orejas puntiagudas, hablarle de ese modo.

-Pero, yo siempre te he visto, te conozco bastante bien, no tienes nada que temer-Sonrió tratando de calmarla.

- ¿Qué le has hecho a mi familia?, ¿Dónde están?- Le miró, mientras la respiración se le entrecortaba cada vez más.

-Tú familia esta con una pócima, no la podrás ver...-

-¡¿La has matado?!-.gritó algo molesta.

-No, simplemente ellos se olvidarán de ti, tampoco estarás sola-se le acercó. Ella se calló y miró hacia la casa, la última lagrima rodó por su mejilla roja de tanto llorar. Suspiró. Ahora se mostrará como realmente es y Esteban deberá aceptarla.- ¿Por qué has hecho estas estupideces y me dejas sola y con frío?, ¿No sabes que me puedo morir por esto?, ¿O acaso necesitas verme muerta para sacarme lo que necesitas? Te lo puedo dar si me dejas en paz para siempre...-

-¿Quieres casarte conmigo, Ría Kim?- le tomó de la mano. Ella le miró, como antes lo había hecho sin darse cuenta. Miró después su mano que la sostenía Esteban. Su rostro quedó sonrojado y sus ojos se agrandaron. Apretó con sus piernas la mano que tenía libre. No sabía ahora en que pensar, no se podía detener en las cosas nimias. Medrosamente trató de volver nítida la imagen de aquel apuesto muchacho mocetón que estaba prestándole tanta importancia.- ¿Y porque yo?, ¿Por qué yo?, ¡¿Yo!?, ¡Existen millones de mujeres!-le dijo casi gritando solo para ver si realmente lo que decía el joven era verdadero.

-Ellas ya no son vírgenes... Ría Kim, eres la única mujer que es virgen para mí-.

-¡Ah, no me jodas!, ¡Solo porque soy virgen! , ¡Existen muchas muchachas vírgenes, más hermosas y femeninas que yo!-suspiró-Tampoco quiero que me dejen por alguien que es mejor... por eso prefiero morir Sola- Agacho la cabeza enojada, ardiendo en un torbellino de emociones sin sentido. "-Ella quiere morir sola" "-No jodas Ría Kim, no morirás sola" "- ¡Ella!, ¡¿Sola!?¡Que estupidez!"- Ría Kim movió la cabeza como si quisiera olvidar algo extraño, apretó su mano con furia. Desvió la mirada siniestra hacía uno de los cabellos que se le movían con el viento de la mañana. -Ría Kim-Esteban, con su otra mano, tocó el mentón de ella y le levantó la cabeza. Miró esos ojos tristes y sin esperanzas, vehementes aniquilados por su infancia. Vio lo hermosa que era para sus ojos. Tenía una simpleza, un carácter dulce, un alma limpia y sin deseos para el futuro- Eres bellísima para mis ojos-

-Ni siquiera sé tú nombre- dijo ella haciendo que le soltará la mano y el mentón con una fuerza increíble. Le tuvo un rechazo total, por todas las cursilerías que se atrevía a soltar esa boca de labios pequeños y fuertes. - Me llamo Esteban Sora-sonrió dulcemente.

-Esteban Sora...-repitió Ría Kim. Recordó que su sobrina le había invitado a jugar y ella sería la esposa de ese tal Esteban, pero ¿cómo no pudo verle?-Esteban... Sora... No deseo casarme...-le dijo con un aire perdido y sin emoción, no podía entender cómo es que antes no lo había visto.

-Si no te casas conmigo, me matarán-Dejó de sonreír para cambiar su rostro por uno completamente diferente, pálido y blanco, asustado y confundido. Ese no era Esteban Sora.

-No quiero casarme contigo, si solo soy una herramienta para ti... no quiero estar con alguien que no me ama-Su voz se entrecortaba, era la primera vez que tenía que enfrentar una situación romántica como esa, era una novata que aprendería más adelante sobre el mundo del amor.

- Ría Kim, naciste para mí, tienes un aroma diferente a cualquier otra persona que haya visto...eres diferente a los demás...- Esteban sonrió otra vez. Ría Kim le miró enojada, no sabía porque, pero le dio una bofetada llorando nuevamente. -¡Nunca te acerques a mí, no quiero que te acerques a mí!-le gritó furiosa. Se levantó rápido y bajó las escaleras. Esteban Sora se quedó inmóvil, con su mano en su mejilla a punto de llorar por el susto. Casi no se movió del impacto. Vio a Ría Kim ir hasta el tronco en donde siempre va. Se levantó y la siguió. Como siempre la encontró sentada allí, parecía intranquila, movía sus piernas muy rápido. Se acercó a ella y le tocó el hombro-Perdóname por haberte pegado, a veces aun creo que estoy en la jodida ciudad-suspiró.

-Claro, pero ¿Por qué me has pegado tan de pronto?-Sonrió otra vez aún con más potencia.

-Cosas mías-le dijo seria.

-¿De verdad no crees que te amo?, Puedo hacer que me ames como yo lo hago contigo- Sin más que decir la levantó por la cintura y la dejó contra su espalda.

-¿A dónde me llevas?- le preguntó asustada, mientras se aferraba al cuello de él. Sus cabellos se encontraron con gracia por el viento. Esteban sintió la cálida respiración de Ría Kim y cerró los ojos sonriendo, dio un suspiró increíble con serena paz- Te llevaré a muchos lugares que ningún ser humano, que no esté ligado con nosotros, ha visto-le respondió.

***.

....Al fin eue

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