Detalles

468 38 2
                                    

(Canción sugerida durante la lectura: Old money-Lana del Rey)


Cerré las ventanas de la cocina con algo de brusquedad puesto que la llegada de la tormenta era inminente. Los árboles ya empezaban a danzar al compás de las ráfagas de viento. El silbido nada discreto de la pava anunciaba que el agua había llegado al punto del hervor, punto perfecto para preparar un té caliente y acompañarme aquella noche fría de Julio. La taza humeante se hallaba dispuesta frente a mí, aún sin siquiera haber sido tocada, cuando derramé la primera de tantas lágrimas que me acompañaría esa madrugada. Aún no me acostumbraba a la soledad. Si bien desde que tenía memoria me había considerado una persona bastante independiente y sin necesidad de mucha compañía, solo la justa y necesaria, la casa me parecía bastante grande y vacía aquella noche. Me habías acostumbrado al murmullo constante, al sonido de tu risa indiscreta, a las noches dedicadas simplemente a tumbarnos en el sofá y contarnos mil y una historias. Tenías la capacidad de transportarme a un nuevo mundo mientras escuchaba sin interrumpirte cada una de tus ocurrencias, embobado ante tu capacidad de convertir la más mínima anécdota en la historia más increíble que jamás fue contada. Podría sumergirme en cada una de ellas ahora mismo si quisiera. No me caracterizo por tener una memoria envidiable, pero cuando se trata de ti, recuerdo cada detalle, por más mínimo e insignificantes que parezcan. Desearía que mi memoria me fallara en estos momentos cuando los fieles recuerdos se agolpan de pronto en mi mente recordándome nuestra efímera y distante felicidad. Todo me parece lejano, ajeno a mi persona, tanto que a veces en medio del insomnio debo poner especial atención y obligarme a pensar si todo los que habíamos vivido ha sido real o un simple sueño. La taza con su contenido quedó abandonada, relegada a un segundo plano, cuando me dispuse a subir las escaleras hasta mi habitación. Mi habitación. Sonaba extraño decir que solo era mía, aún cuando ya no estas aquí. Podría jurar que todavía estás presente en cada rincón de ella y que cada noche te materializas ante mí como un fantasma del pasado, condenándome a un futuro incierto e inalcanzable. Han pasado seis meses, todo un océano nos separa ahora y aún no he tenido el valor de deshacerme de aquel colgante de plata que me diste en mi último cumpleaños. Tampoco de aquél libro que tanto me gustaba. ¿Sabes por qué siempre fue mi favorito? Claro que no lo sabes, puesto que nunca te lo he confesado debido a la timidez que me embarga cuando me siento expuesto y vulnerable. Quizá no recuerdes aquella vez en la clase de literatura cuando éramos apenas unos críos cuya única preocupación era terminar la secundaria de una vez y la profesora nos pidió a ambos que interpretáramos a los amantes trágicos de aquel libro. Recuerdo como si fuera hoy cómo narramos la historia para los demás en voz alta. Quizá, ahora, me sienta un poco identificado con aquel sabor amargo que me dejo la historia. Yo recuerdo cada ínfimo detalle Sam, te encuentro en cada objeto de la casa, por más minúsculo que sea. Cariño, tenemos demasiada historia como para dejarla en el olvido de un día para otro, como si nunca nada hubiera sucedido. El destino nos juntó una vez y el orgullo se encargó de separarnos. Siempre seremos un asunto pendiente. Lo que más odio de mi mismo es que no podría odiarte por más que quisiera, por más que todas las promesas que me has hecho se han derrumbado una tras la otra. Siempre te voy a recordar como algo especial, porque has sido la primera y única persona que me ha hecho sentir un sentimiento tan ambivalente como es el amor.


One shots wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora