Capítulo 8 ~ La búsqueda de Metal

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     Recuerdo haber despertado de golpe, aferrándome a las sábanas con la respiración agitada, y el frío sudor corriendo por mi espalda, empapando consigo mi frente. Tuve que parpadear múltiples veces para entender donde estaba. Puse una mano sobre mi pecho, sintiendo el rápido palpitar de mi corazón, mientras retiraba las sábanas y me sentaba con las piernas por fuera de la cama. 

   Tomé grandes bocanadas de aire hasta poder calmar mi ritmo cardíaco. Metal ha sido encontrado... Era algo de lo que seguramente madame Ward querría saber. Intenté localizar mi teléfono, que estaba apagado sobre la mesita de cabecera a un lado de la cama. Lo encendí y tuve que entrecerrar los ojos por el brillo abrumador de su pantalla. Lo toqueteé hasta dar con el ícono de Internet, y que una lista de nombres se abriera. 

   Supuse, acorde la contraseña que Eiden me había dado la noche anterior, que el nombre de usuario sería ¿Quién es el mejor? Suspiré e ingresé eideneselMEJOR, creyendo que no funcionaría, pero muy a mi pesar, me conecté inmediatamente.

-Que imbécil- murmuré malhumorada. Entonces mi teléfono parecía que jamás podría parar de vibrar por todos los mensajes que me llegaban en estampida. Todos de Mike, claro está.

   Abrí su sala de chat con tanto pesar. Todos sus mensajes descargaban miles de emociones. Habían comenzado siendo chistes, pasando por preguntarse si le estaba ignorando a propósito, rápidamente al enojo y la tristeza, terminando en total preocupación. 

   Con un largo suspiro, me preparé para escribirle otra mentira ¿Cuándo acabarían? Me lo preguntaba tantas veces.  

-Mike- escribí, y luego paré para juguetear con mis pulgares, sintiendo un fuerte nudo en el estómago, y un hormigueo irritante en mis manos-. Cálmate, poste, estoy bien. Mi madre y yo fuimos a visitar con Robert a su tía abuela Ella, y nos hemos quedado en su casa desde entonces

   Me preguntaba cómo estaba esa mujer, después de todo. No la había visto desde que tenía trece y recordaba que la tía abuela Ella parecía estar en sus últimas. Por supuesto que, Mike no tenía idea de eso. 

-Sólo ahora he conseguido señal, pero no creo que pueda mantenerla por mucho tiempo. Pronto nos veremos, lo prometo, y entonces te explico con más detalle- mordí mi labio inferior inspeccionando mi mensaje una y otra vez, el remordimiento comiéndome el cerebro-. Nos vemos, hasta pronto. 

   Hasta nunca habría sido una mejor respuesta.

   Con temor a que leyera mi mensaje y que tuviera que seguir a conversación, desconecté mi móvil del Internet. Cuando advertí el reloj en la esquina superior de mi teléfono di un brinco. 9:34. Me metí en el baño, y me di una ducha rápida con agua fría para quitarme el sueño lo más posible.

   Al salir, me sequé y amarré rápidamente mi cabello en una cola de caballo mientras daba saltitos para abrir el armario con mi pie. Cogí lo primero que vi, que era un suéter cualquiera, pantaloncitos a cuadros rojos y azules, y mis desgastadas y fieles zapatillas, con medias de rayas azules sobre un fondo blanco. No era lo mejor, pero bueeeeno.

   Entonces me vi arrastrada hacia la cocina por un delicioso aroma que despertó a mi obesa interior. Tenía tanta hambre y el olor era tan potente, que aunque no sabía muy bien donde estaba la cocina, conseguí encontrarla por mi olfato. Cuando digo que se liberó la obesa, es en serio.

   Aunque antes de conseguir dar con la cocina, y por estar tan embelesada pensando en cuan hambrienta estaba, me tropecé con una de las tantas plantas que Dimitri consideraba como hijos. Se tambaleó un poco pero conseguí estabilizarla antes de que cayera y que el chico de la madera me matara. Con un suspiro, sequé unas cuantas gotas de sudor que se deslizaban por mi mejilla y seguí con mi búsqueda.

Los 6 Elementos ~EDITANDO~ NO LEER HASTA NUEVO AVISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora