2. Señales

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Llegó a la cafetería cinco minutos antes de la hora acordada. Sandra y Olga ya estaban allí, maquilladas y guapas como solo ellas podrían estarlo. Olga se adelantó sonriente y la abrazó, dejando a su paso un agradable olor a lilas.

—Hoy estás de lo más puntual, chica —dijo Sandra con una sonrisa en sus labios carmín.

—Bueno, hacía mucho que no veía a Olga. —Dirigió una sonrisa a su amiga y ella le devolvió el gesto—. ¿Dónde está Félix, por cierto? —preguntó, notando la ausencia del novio de esta.

—Ha ido a buscar a Marcos y a devolverle unos videojuegos —explicó a la vez que ponía los ojos en blanco—. Están viciadísimos...

—¿Qué os parece si vamos escogiendo mesa mientras tanto? —intervino Sandra. Ambas chicas asintieron y entraron en la cafetería detrás de ella.

Hablaron animadamente durante un rato. Sandra era divertida y Olga sabía escuchar, por lo que Paula disfrutaba de su compañía. Después empezaron a hablar sobre deporte y arte, o al menos Sandra y Olga lo hicieron porque Paula no sabía demasiado sobre dichos temas, se dedicaba a asentir y a negar cuando lo creía conveniente o a hacer un comentario de vez en cuando. Detestaba esos momentos en los que se sentía tan fuera de lugar. Ni era buena deportista como Sandra, ni tenía las habilidades artísticas de Olga. Si se paraba a pensar con detenimiento, llegaba a la conclusión de que no era buena en nada. Resopló con frustración al recordarlo.

—¿Y a ti que te pasa? —le preguntó Olga—. Estás muy callada.

—Es que no he pasado buena noche... —mintió.

Sandra arqueó las cejas, pero Paula decidió ignorarla.

—¿Y eso?

Iba a contestar cuando la puerta de la cafetería se abrió y entraron dos chicos, Félix y Marcos. El primero, de baja estatura y parlanchín, pasaba desapercibido al lado de su amigo, bastante alto y a ojos de Paula absolutamente perfecto. Ambos las saludaron y se sentaron a la mesa, Félix al lado de su novia. A Paula siempre le divertía ver a aquella pareja tan dispareja, pues a comparación con el chico, Olga, quien además de esbelta poseía una envidiable melena rubia y unos impresionantes ojos azules, parecía una modelo.

Marcos acercó una silla libre y se sentó junto a Sandra. Paula no pudo evitar pensar que hacían buena pareja. Ambos eran guapos, morenos y provocaban atracción en la gente, eran demasiado parecidos. Se le hizo un nudo en la garganta.

Como aún no había terminado de digerir el huevo con patatas, pidió solo un vaso de agua.

—¿Bueno y que os contáis? —preguntó Félix mientras pasaba un brazo por los hombros de Olga.

—No mucho —contestó Paula—. Ya sabes, exámenes, trabajos y esas cosas. —Bebió un sorbito de agua.

Sandra le pegó un codazo por debajo de la mesa. Sus habilidades sociales dejaban mucho que desear, debía admitirlo. Si continuaba así, nunca conseguiría que Marcos le prestara atención.

—Y me ha pasado algo de lo más extraño esta mañana...

Su amiga abrió los ojos de par en par e hizo un disimulado gesto de negación. Pero ya estaba dicho, poco podía hacer por remediarlo.

—¿Qué te ha pasado? —siguió preguntando Félix.

Todos la miraron con curiosidad y al notar los ojos verdes de Marcos puestos en ella, comenzaron a sudarle las manos. Se aclaró la garganta.

Al otro lado © (A la venta en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora