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La boca de Kyungsoo era deliciosa, pensaba Jongin. Mojada, blanda, incansable. Y había diferentes formas de besarlo. Podrían ser escondidos en algún lugar del internado, tras los baños o en salas vacías; esos eran traviesos y quitantes de respiración porque no tenían tanto tiempo pero simplemente necesitaban hacerlo. Podrían ser los delicados y cargados de gentileza cuando se encontraban los fines de semana afuera y caminaban por calles alejadas y desconocidas. También estaban los de buenas noches, lentos y sensuales, que duraban hasta horas e iban acompañados de roces de sus dedos por su cuerpo. Al principio eran meramente sus rostros, luego fueron bajando por sus hombros y brazos o espalda. Después de un tiempo sus cinturas, desde las manos de Kyungsoo en su pecho hasta las suyas en su espalda baja. Esos iban con sonidos de sus gargantas inconscientes, ojos cerrados y respiraciones torpes.

Una de las cosas favoritas de Jongin fue besar a su novio, y sacar de este los te quiero inesperados.


El verano de los 18 fue el primero que Kyungsoo no pasó en casa de sus abuelos. Fueron meses de ir solos a una pequeña cabaña de la familia de Jongin y amar. El chico le sonreiría y se apegaría a él mientras caminaban por algún bosque al que habrían llegado luego de un largo viaje en bus, o Jongin lo sostendría sobre su regazo mientras se besaban a las tres de la madrugada sentados sobre la arena de una playa vacía.

Al volver aquel último año a su habitación compartida del internado, fueron ambos quienes recortaron las estrellas de papel, riendo, robándose. Y de alguna forma u otra, terminando por hacer el amor sobre la cama llena de esas figuras con puntas, que se esparcieron por las mantas y desordenaron en el suelo, vislumbrándose escasamente por la luz de la luna que entraba por la ventana. Crearon su propio universo, lleno de placer y gemidos, fricción y rasguños amorosos. Nombres repetidos, extremidades cruzadas; el crujir de la cama a un ritmo delicioso.


Aquel fue un tiempo de experimentar. A Kyungsoo le gustaba dar lamidas pequeñas al cuello de Jongin, y pudo darse cuenta de que a su novio le gustaba sentirse protegido y amado bajo él.

Las noches de los jueves eran para hacer el amor copiosamente, porque el viernes en la tarde deberían marcharse a sus hogares sin poder verse hasta quizá un sábado, o quizá un domingo. Las noches de los lunes era para hacer el amor de forma desesperada, porque habían extrañado dormir con el otro. Era como una especie de ritual, especial y privado.


En otoño, Kyungsoo lo esperaba desnudo en la cama bajo las tapas y con su pelo húmedo debido a una ducha antes de acostarse. Jongin llegaba mojado también, recién saliendo de su propia ducha, y apagaba la luz de la habitación antes de quitarse la ropa interior y unirse a él. Comenzaban con besos, en los que succionaban y tiraban sus labios y lenguas, y mordían suavemente la piel de sus cuellos. Luego sus manos viajaban por ese cuerpo tan conocido, redescubriendo curvas y texturas, ondas y reacciones. Kyungsoo entre quejidos se volteaba y apoyaba solo sus rodillas sobre el colchón, dejando que su rostro se aplastase contra la superficie y Jongin enrollase un brazo por su torso acomodándose tras él.

Cada vez que Jongin entraba en él era increíblemente doloroso, porque Kyungsoo nunca dejó que lo preparase siquiera un poco.

"Soo, si me dejaras prepararte antes de esto, no dolería tanto." Susurró a su oído mientras esperaba a que Kyungsoo se acostumbrase a él. Su pecho pegado a la espalda del chico mientras sentía la respiración pesada de éste. Una de sus manos acariciando su estómago.

"No importa, me gusta sentirte así." Jongin divisó una lágrima caer a las sábanas.

"Pero estás llorando, y no me gusta eso." Jongin se movió un poco, retirándose lentamente, pero Kyungsoo tiró su cuerpo hacia atrás lo suficiente como para hacerlos gimotear a ambos sin aliento.

"Pero a mí sí me gusta. El dolor no me importa, me alegra sentirlo porque entonces sé que es real que estamos juntos así, y que no es una imaginación mía". Jongin visualiza una sonrisa débil. "Me gusta saber que después del dolor, vendrá esa sensación que me hace llorar de felicidad".


En invierno, lo harían de forma diferente. Kyungsoo se acostaba sobre su espalda y enrollaba sus piernas a cada lado de la cintura de Jongin, mientras este las acariciaba con dominio y deseo. Eran una debilidad. Fueron más rudos en esa estación, dejando el frío afuera y olvidándose totalmente de él; era más rápido, gemidos más fuertes y orgasmos más explosivos, tras los cuales se acurrucaban juntos y reían jadeantes. Era de Kyungsoo tirando de su cabello y diciéndole que lo amaba. De él liberándose dentro del chico y luego cayendo sobre su pecho, sintiendo los latidos de Kyungsoo y abrazando su torso mientras su pelo y espalda eran acariciados.


Primavera fue la estación en la que Kyungsoo estaría sobre él, saltando en su regazo y gimoteando adorablemente mientras Jongin sujetaba sus caderas y lo ayudaba a subir y bajar a distintos ritmos, pesados o deseosos. Otras veces Jongin también estaba sentado, y Kyungsoo se aferraba a él jadeante con brazos y piernas.

Y ya no eran solo durante la noche, algunas veces solo era el amor que fluía naturalmente entre ambos. Podían partir por cosquillas, risas y luego el acto. Podrían partir por llantos, consuelos y luego el acto. Podrían partir por una discusión pequeña, una disculpa y luego el acto. Algunas veces solo era travesura, el levantarse a las cuatro de la mañana para ir al baño de hombres y cerrarla por dentro para tomar una ducha juntos, con sus gemidos rebotando y provocando eco ruidoso mientras que el aire era un vapor espeso que les dificultaba la respiración. También estaba la adrenalina de hacerlo en la sala de clases, con la iluminación de la tarde reflejada como un mar naranjo sobre los pupitres y se sentía como si estuviesen en el sol; derritiéndose en la nada, creándose en la nada.

A esas alturas, Kyungsoo ya no lloraba cuando hacían el amor, y al terminar el año, hubiese sido la peor mentira el decir que no se complementaban a la perfección.


El año que siguió no volvieron al internado. No hubo más gemidos ni nombres suspirados. No hubo estrellas nuevas. No hubo besos, tampoco chocolates ni sonidos excitantes o manos fervientes. Desaparecieron allí las miradas a piernas blancas y crujidos constantes de la cama, junto con las historias de terror y los pantalones cortos de pijama.

Todo se movió.

Ya no era el internado, era una habitación de apartamento, alejado en algún otro lugar de la ciudad. Con amantes recortando, doblando, colgando estrellas nuevas; pintando el techo y las paredes de negro, para volver a crear una historia dentro de ese hogar.

Con nuevas constelaciones que inventar, nuevos universos coloridos, nuevos años que contar. Y nuevas formas de amar.

El universo de Kyungsoo, había alcanzado a Jongin.



★Fin★

Estrellas de Papel; KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora