¿Amigo o asesino? 4

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Tras cerrar la puerta Tom se encontró de cara con Ana, la cual iba vestida con una bata negra y le miraba con los ojos rojos de llorar. Tom la saludó con una leve inclinación de cabeza sin dirigirle la palabra y entró en su habitación para dejar la escopeta y la ropa pero Ana entró con él en la habitación y cerró la puerta tras de sí, Ana se quedo mirándole y empezó a hablar.

-Tenías que haberlo dicho, me he asustado al ver que no estabas en casa y ni siquiera podía llamar a alguien porque sabía lo que estabas haciendo. ¿Y todo esto lo has hecho solo porque te he dicho que no?- Tom la contestó con un simple es mi trabajo. –Tu trabajo será el que quieras, pero has acabado con tres hombres esta noche, las noticias están enloquecidas, el propio presidente del gobierno ha salido asegurando que te localizará y acabarían contigo. No sé en qué coño estas pensando.- Tom la miro fríamente y le contesto con la voz más neutra que pudo.

-Ya ha salido varias veces diciendo lo mismo, y si realmente te crees que eres más importante que este país tienes un problema de ego bastante severo. Simplemente quería causar el suficiente impacto para poder descansar estas Navidades y asustar al gobierno, no tenía sueño y tenía todos los planes preparados. Tú no haces que mi vida cambie tanto como para que seas quien elija por la futura república y por mi trabajo como asesino- Ana le miro con sus ojos verdes llorosos y enfurecidos, le había sentado fatal aquel último comentario. Esperaba que Tom le pidiese perdón por haberse marchado sin decirle nada, no que fuese a contestarla y a decirle que no era lo más importante de su vida.

-Entonces no se qué chorradas decías hace horas sobre lo mucho que me querías, ni siquiera te has preocupado por mis lágrimas, ni siquiera quieres saber lo mal que lo he pasado, lo único que te importa es tu maldita República inexistente. Normal que estés solo y a nadie le importes una mierda, solo les importa tu maldito papel porque eres igual que todos ellos, tú no eres más que un nombre al que nadie recordará cuando acabes muerto en un callejón sin que nadie te recuerde. MORIRÁS SOLO, TAL Y COMO LLEVAS VIVIENDO 18 PUTOS AÑOS Y TU QUERIDA REPÚBLICA JAMAS LLEGARA- Ana se iba enrojeciendo a medida que hablaba e iba gritando cada vez más. Cuando acabo de hablar se dio cuenta de lo que acababa de decir y se dio cuenta de la barbaridad que había dicho.- Tom, yo no quería.... No he querido decir eso... Yo...- Tom la cortó con un escueto márchate, Ana trato de seguir con sus disculpas pero jamás había visto aquellos ojos verdes tan oscuros, no era tristeza lo que veía en aquellos ojos como lo había visto cuando le había dicho que se dieran un tiempo, eran ojos de verdaderamente creer lo que Ana le había dicho.

-Márchate, tienes razón. Disfruta con tu maravillosa vida y lo siento por hacerte llorar, no deberías llorar por alguien que no merece la pena como yo. Y siento que hayas creído que sería exactamente "El Republicano" que tú te imaginabas, quizás deberías buscarte a alguien que este a tu nivel.- En ese momento Ana volvió a empezar a llorar ya que se dio cuenta de lo que había hecho, acababa de romper el corazón a Tom con esos insultos y acababa de recordarle lo que el mismo parecía creer sobre sí mismo. Musito varias veces mientras que se marchaba de la habitación e iba hacia fuera. Pero antes de que se marchara Tom la interpelo. –Ana, haz una copia de las llaves y quédate con las originales, mañana dame la copia.- Ana estaba hecha ya un manojo de lágrimas y ni siquiera abrió la boca, simplemente asintió con la cabeza mientras que las lágrimas seguían brotando de sus ojos, cuando cerró la puerta por una vez Tom rompió a llorar.

Aún con lo dolida que estaba y con la llorera que tenía pudo escuchar como Tom estaba llorando, sabía que las cosas que le había dicho eran muy duras pero jamás había esperado que el daño fuera semejante. Durante años había llevado detrás suya la fama de mujer fatal y algo desvergonzada, pero no era por ello una mujer que disfrutara con lo que acababa de hacer, era más bien al contrario, se avergonzaba de lo que su propia rabia le había hecho hacer y de cómo debía sentirse Tom en aquel momento. Ana se sentó en el salón un par de horas sin saber que decir y sin poder dejar de llorar hasta que vio como Tom salía de su cuarto a las 7 de la mañana, cuando vio como entro Tom al salón pudo ver como sus ojos reflejaban una debilidad manifiesta, siendo casi imposible que aquel chico hubiera podido matar a 3 personas la noche anterior.

El Soldado RepublicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora