La noche más oscura del régimen 2

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-Ho ho hola, muchas gracias por lo que hiciste ayer por mí. Pensaba que me iban a hacer de todo pero apareciste para salvarme, me llamo Ana Sánchez, encantada. –El chico fue a levantarse para darle dos besos pero ella le dio la mano antes de que fuera capaz de levantarse- Y tú, aparte de ser "El Republicano" como demuestra la bandera sangrante de ahí, ¿cómo te llamas?- El chico la miro fijamente sin saber exactamente qué decir, dijera lo que dijera aquella chica conocía su identidad y por tanto podría venderle en cualquier momento, también conocía su casa y todo lo relativo a él que le podía interesar a la policía. Estaba jodido si ella en verdad apoyaba al régimen pero no podía hacer nada.

- Soy Tom Valera, encantado de haberte ayudado, era mi deber, y gracias por haberme curado la herida de la cara. Pero ahora tengo un problema, sabes donde vivo y quien soy de verdad, no puedo dejar que te marches así como así. –Ana sonrió nerviosa sin saber exactamente que decir- Por tanto no se qué hacer, no pienso matarte pero no puedo permitirme que te marches así como así.

-Quizás podría quedarme aquí- Dijo ella mirándole con los ojos bien abiertos y la voz totalmente temblorosa, Tom se la quedo observando y por primera vez los ojos verdes de ambos se cruzaron, los ojos de Ana reflejaban el miedo y el susto de la noche anterior mientras que los de Tom solo reflejaban sorpresa y dudas. Finalmente y tras unos segundos que a ambos se les hicieron eternos Tom asintió ligeramente con la cabeza y la dijo que irían a por sus cosas. –No podemos ir ahora, primero tengo que vendarte esa herida- Tom asintió en silencio y le indico donde estaban las vendas.

Ana pudo echar un vistazo a la casa, era un piso pequeño en el que parecía que había dos cuartos al fondo además de un cuarto de baño y el salón en el cual se encontraba Tom, al lado de la puerta de salida de la casa había una pequeña cocina donde se encontraban las vendas, no era una gran cosa pero estaba bastante aseada para ser la de un hombre. Las vendas las encontró bastante fácil y volvió al salón, un salón mediano en el cual la joya de la corona era un pequeño televisor situado en el medio.

Cuando Ana volvió al salón vio que Tom se había incorporado y estaba mirando por la ventana, ya había amanecido y el sol aparecía en mitad de las nubes, un color amarillento daba un poco de color a una ciudad que no parecía más despierta que la noche anterior, estaba a punto de llegar la Navidad y nadie tenía ganas de madrugar por lo que parecía. Ana se acerco suavemente y sin hacer ruido y le toco la espalda, Tom se sobresaltó pero al ver que era ella se relajó, se sentó al lado de la ventana y ella empezó a cubrirle esa parte del rostro con una venda, una vez acabó la pelirroja solo una parte de la cara era visible mientras que la otra estaba tapada por la venda. Tom miró a la bella muchacha de ojos verdes y vio como tenía la ropa y la cara, así no podía salir a la calle la pobre muchacha, por tanto cogió una camiseta vieja y un abrigo suyo y se lo entregó, además de indicarle que tenía toda la cara llena de moratones.

Ana fue al baño a cambiarse y se maquilló de tal forma que los golpes no se notaran tanto, mientras que ella hacia esto Tom se encargó de llamar a varias personas para que le ayudaran con la mudanza, era difícil encontrar a gente despierta a las ocho de la mañana un diecinueve de diciembre pero lo había conseguido. Cuando Ana salió del baño se la veía realmente guapa, ya no era la pobre e inválida chica de la noche anterior, era una bella muchacha de no aparentaba más de veintidós años, su pelo rojo quedaba realmente bonito en forma de melena algo ondulada y sus ojos verdes destacaban con su piel tan pálida, aunque la ropa era antigua y le quedaba algo grande se podía ver como tenía una buena figura y finalmente pudo observar como era de altura, era una chica mediana, de unos 1,70, lo cual contrastaba con el metro noventa largo que medía Tom. Cuando Tom le contó a Ana que tendría gente que les ayudaría con la mudanza esta se lo agradeció y salieron rápidamente de casa.

Cuando llegaron a las nueve a Sol ya había más movimiento, muchos turistas hacían sus compras navideñas y miraban el árbol puesto en mitad de la plaza. Ana y Tom sortearon rápidamente a la gente y llegaron a un edificio casi desmoronado de una calle adyacente, subieron dos pisos y Ana abrió una puerta. Cuando Tom entró vio como la chica vivía en un lugar bastante deprimente, con un par de maletas que tenía en un cuartucho al fondo empezaron a meter las cosas más necesarias como eran la ropa y los productos de aseo personal, además de varias fotos que había por ahí. 10 minutos después ambos salieron de casa con los enseres y varios muebles que Tom había tenido que bajar a pulso desde el tercero. Una vez salieron una pequeña furgoneta les esperaba, ambos subieron los muebles y las maletas al maletero a duras penas y se montaron en el coche. Todo el viaje Tom se lo pasó hablando con los compañeros mientras que Ana estaba en absoluto silencio tratando de concentrarse en sus pensamientos, cuando llegaron a la casa de Tom ambos se lo agradecieron y se apearon de la furgoneta, bajaron los muebles y la furgoneta se marcho. Tom y Ana subieron los muebles y las maletas y antes de que fueran las 11 ya tenían todo dentro del piso.

El Soldado RepublicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora