Capítulo 1

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Capítulo 1

Salí de clase con un suspiro. Desenvolví mis notas con aprensión y poco cuidado y las miré con alguna otra lágrima queriendo escaparse de mis ojos. Los números estaban impresos en tinta, firmes, pero yo los veía demasiado borrosos. Me temblaron las manos mientras el papel se arrugaba entre mis dedos. No sabía por qué lloraba en realidad. Sabía desde hace tiempo mis resultados. Había dedicado todo el tiempo posible e incluso el imposible en practicar. Mis hechizos no funcionaban, explotaban cosas, tenían el efecto contrario, a veces actuaban media hora después y con resultados desastrosos… me había estudiado la teoría, pero con cuatro puntos en todos los exámenes, era lo único que obtenía; un cuatro grande en cada uno de ellos, remarcado con un grueso rotulador rojo.  Se me daba muy bien el copiar palabra a palabra, a veces hasta de forma literal, el proceso, pero siempre fallaba en la práctica. Sorbí para retener el sollozo. El fallar en los propósitos dolía el doble tras tanto esfuerzo en vano.

La puerta de clase se abrió y se cerró tras de mí. No me sorprendí cuando noté la mano gruesa de Rick apoyarse en mi hombro. Su tacto siempre se había sentido reconfortante, pero esta vez se sintió áspera, y la odié. En ese momento ni si quiera me obligué a sentirme culpable. Era normal que sintiera envidia ante el éxito de otros. Yo trabajaba más o igual que ellos. De humanos era dejarse llevar por las pasiones y cometer errores.

-Eli, estás aprobada. No tienes por qué sentirte mal.- me dijo.

Casi pude imaginarme su sonrisa decaída, esa que no señalaba tristeza, sino más bien compasión. Un gesto forzado, no lo suficientemente apenado como para resultar insultante, pero si lo suficientemente molesto, teniendo en cuenta su brillante boletín de notas.

Anduve un poco más aprisa por el pasillo, soltándome de él. Quería evitar a toda costa todo aquello. Esa mañana me había levantado con el pie izquierdo y la cosa no parecía mejorar. Tenía aún en la cabeza las miradas de desprecio y odio de mis otras compañeras. Podía oír incluso sus susurros, cosquilleando mis oídos, asfixiándome. Era duro estar en una clase en la que eras la única que era incapaz de realizar un solo hechizo correctamente. Te impedía incluso hacer amigos. Sobre todo cuando tenías unos padres clasistas que se habían asegurado de meter a todos sus hijos mentecatos en una misma clase para “alcanzar un nivel aceptable y digno”. Obviamente, quien era diferente era rechazado. Todos eran igual de buenos y las clases, los exámenes… todo era pura competición. Obviamente, no podía encajar, ya que no era la suficientemente hábil como para poder participar en aquél juego de idiotas. Era la rezagada de una carrera, en las que todos la habían alcanzado sin apenas sudar.

Ya suficiente era ser la decepción familiar. La oveja negra. Esperaba, anhelaba con fuerzas que se sucediera un cambio, que un día de estos me levantara por la mañana, mis hechizos fluyeran con facilidad por mis dedos y así poder demostrar al mundo mi fuerza. Que pudiera hacer cada uno de los conjuros a la perfección y más,  y se lo pudiera restregar en la cara a cada una de las personas que me habían mirado con lástima, enfado, odio y pena. Soñaba como una tonta con situaciones en las que yo quedaba como la mejor. Podía sonar poco humilde, pero claro, tampoco tenía mucho de lo que presumir, y no estaba prohibido fantasear.

-Eli, por favor…-me rogó Rick reteniéndome por la muñeca.

Una lágrima resbaló desde mi ojo izquierdo, y eso me frustró. Ser incapaz hasta de retener mis propias lágrimas.

-¿Qué?-grité furiosa.- ¡Ten un poco de empatía! Ah, espera, siento que no puedas, tus notas no bajan del diez.

Me miró frunciendo el ceño y yo me avergoncé de mí misma. Me sentía una cría dejándose llevar por la rabieta.

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