Capítulo 2: Rita

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Rita escuchaba atentamente las palabras de su amiga y, conforme esta hablaba, su espanto crecía. Ella siempre había sido una mujer elegante, de la alta sociedad. Le gustaba fingir que cosas como la pobreza y la prostitución existían sólo en el inconsciente colectivo, y cada vez que se tocaba el tema contestaba: "bah, patrañas".

Repudiaba internamente ese carácter romántico de su compañera. Rita era fría, correcta y no pensaba para nada en esas tonterías. Tal vez esto se debía a que en su juventud sentía una gran envidia hacia Trudy la cual a pesar de su amistad, no había aplacado del todo. Jamás se había casado, jamás había tenido hijos. Su vida era muy monótona, pero este problema lo solucionaba metiéndose en asuntos ajenos.

—Petunia Ivanov— dijo indignada—, palidecería al oírte llamarla prostituta. Sobre todo luego del escándalo que ocurrió con el difunto Clemente.

» ¿Dices que él era un prodigio? Cariño, ni siquiera era inteligente. De haberlo sido, no se habría metido en el lío que se metió, el cual, luego de una serie de acontecimientos, acabó de forma trágica con su vida.

» Él había viajado a Rusia, después de haber ahorrado la mitad de sus 40 años para eso. Siempre le había fascinado la idea de su cultura y su geografía, más lo triste, es que se quedó por su bebida. Una noche luego de haber tomado mucho, se le fue la mano con las apuestas. Cayó entonces en una deuda, grande como una casa. Una deuda que le sería imposible saldar, a no ser que...

Tomó una pausa dramática e hizo una sonrisa de satisfacción al ver la impaciencia en el rostro de las demás mujeres.

—... qué hiciera ciertos "trabajitos" para el hombre a quién debía dinero.

» Estos "trabajitos" no eran nada agradables ¿Les había dicho que el hombre con quién estaba endeudado formaba parte de la mafia rusa? Bueno, ya pueden imaginarse la gravedad de la situación. Así comenzó el desdichado Clemente a involucrarse cada vez más en asuntos prohibidos hasta que un día decidió que había tenido suficiente. El hombre, al cuál por ignorar su nombre comenzaré a llamar Vladimir, casi lo mata, pero tomó otra decisión. Lo haría volver a su pueblo natal y allí lo casaría con su hija, Petunia.

» Clemente se mudó con ella, entonces, a una casa que su padre había comprado en este mismo pueblucho. Muy lujosa, por lo demás. Petunia era una mujer rubia, delgada y de nariz extremadamente respingona, no especialmente agraciada, pero tampoco espantosa.

» ¿Dices que Clemente sentía amor por esta mujer? Querida, apenas si le tenía un poco de afecto. No obstante, esto bastaba para que la cele. Se había obsesionado con todo lo que hacía, con los hombres e incluso mujeres a quienes les hablaba, los lugares a donde iba, en fin, todo, absolutamente todo lo que hacía. La seguía a todos lados y sentía una horrible sensación cuando no la veía, revisaba sus conversaciones telefónicas... y por esto fue que se enteró.

» Se enteró de que su prometida le estaba siendo infiel con un hombre del cual lo único que se sabe es que tenía un largo y elegante bigote. Intentó no hacerle caso a esto, pero la ira lo consumía. Una noche ella salió—y él sabía exactamente a donde—, llegó un poco tarde a su hogar y... Dios mío... la que le esperaba.

» Clemente comenzó a gritarle a todo pulmón. "¡Mujerzuela!" La llamó. "¡Prostituta!". Lo sé porque me lo contaron unos vecinos de ellos que escucharon sus gritos esa noche. La pobrecilla lloraba, diciendo que lo lamentaba, pero él estaba hecho una fiera. La masacró, dejándola irreconocible, por poco la mata ¿Se imaginan qué espanto? Claro que se arrepintió más tarde, pero eso no justificaba lo que había hecho. Vladimir no tardó en enterarse de esto y, cuando lo hizo sintió deseos de matarlo.

» Pero no lo hizo, tuvo una mejor idea. Una gran idea, de hecho. Haría que todo parezca un suicidio, fruto de la traición de la mujer a la cual amaba. Lo extorsionaría, lo amenazaría con arrebatarle todo lo que valoraba y haría que este se mate a sí mismo. Como ven, Clemente jamás tomaría por sí mismo la decisión de matarse, mucho menos por algo tan trivial como el amor. Valoraba demasiado la vida y era demasiado cobarde para hacerlo.

» Más lo hizo y apretó el gatillo del arma que sostuvo sobre su cabeza. Murió como un pobre diablo, un maltratador. Más la gente hace caso omiso a esto. Cuando uno muere siempre es buena persona, siempre es un ángel que nos mirará de arriba, desde los cielos. De Petunia y Vladimir poco se sabe, lo más probable es que hayan regresado a Rusia. Algunos dicen que ella se casó con el sujeto del bigote, pero no es nada oficial.

» Acaban de escuchar la única y verídica historia del suicidio de Clemente Ortiz. No esta sarta de patrañas con argumento de telenovela barata que les ha contado nuestra amiga Trudy.

Ésta frunció el ceño, claramente ofendida por el comentario tan desubicado de su amiga. Las otras dos mujeres se miraron entre sí con confusión al oír dos versiones tan diferentes y descabelladas.

Nota: Capítulo escrito por Teseractie

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