Prólogo.

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¿Crees que eres raro? Te acompaño en el sentimiento, para empezar, no pedí ser perteneciente a ninguno de los mundos en los que vivo. El caso, todo comenzó un 16 de mayo, el día de mi undécimo cumpleaños. Me levanté, a decir verdad, bastante tarde y bajé las escaleras de mi casa en dirección a la cocina.

-Hola papá -saludé y me senté a desayunar.

-¿Qué tal dormiste, Remy? -preguntó el dejando un plato con tostadas en la mesa.

-Bastante bien... como siempre - respondí.

No tenía muchas ganas de hablar, pero era mi padre, así que tenía que intentar ser amable pero había veces que no me salía, ¿por qué no explicarme el que no hubiera fotografías de mi madre en ninguna parte de la casa? ¿Por qué tantas expulsiones de colegios, donde duraba un año como mucho? Estas y muchas cuestiones se me cruzaban por mi cabeza cada vez que intentaba obtener alguna respuesta de las cosas que pasaban a mi alrededor. Eso sin dejar de pensar en muchas cosas que no había contado a mi padre, como el día que los matones del colegio me perseguían y entre a la cocina, sin saber como, cuando entraron estaba en el techo.
Terminé de desayunar y fui a lavarme los dientes, cinco minutos después me miré al espejo.

-"Qué raro..." -pensé, al ver que mis ojos habían cambiado de color, eso era otra de mis cosas raras, no sabía como, pero podía cambiar el color de estos y de mi pelo sin necesidad de tintes o lentillas.

Tras varios minutos de concentración volvieron a su marrón habitual y rápidamente inspeccioné mi pelo, una maraña de pelo rubio oscuro. Suspiré de alivio, no había cambiado.

-Remy, ven aquí -dijo mi padre desde la puerta.

Me dirigí a la entrada, donde estaba mi padre con una carta, una extraña carta de pergamino con un sello de cera carmesí y una letra pulcra donde ponía mi nombre.

Remy Olivier. N°10 Rose Street. Londres.




Magic heart, demigod's soulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora