latiendo en su interior

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Soleado.rn Hermione miró por la ventana de su habitación en el apartamento que rncompartía con Pansy y pudo observar que el día había amanecido con un rnresplandeciente sol. Era fantástico, porque eso le hacía sentirse muy rnpositiva ante lo que Ernie y ella iban a realizar aquella mañana. 

Durantern días había esperado ese momento. Y al fin había llegado. Escogió para rnla ocasión una blusa de color malva y unos pantalones de fina tela a rnjuego. El malva siempre le había traído buena suerte, y en ese instante rnla iba a necesitar. 

Desde la famosa desaparición de Draco en la rnfunesta cena, habían pasado más de dos semanas. Hermione sabía que el rnrubio había vuelto al apartamento, incluso era conocedora de que había rnpuesto su orgullo a prueba pidiéndole disculpas a Pansy. Su compañera sern lo había contado, pero le pidió que jamás hiciese referencia a esa rnpuntual debilidad de su amigo delante de él. Lo realmente gracioso es rnque el joven y rubio abogado parecía ver a Pansy de forma clandestina, rnporque esperaba los momentos en que Hermione no se encontraba en la casarn para visitarla. Aquello le traía sin cuidado, en realidad prefería no rntoparse con él, todas las veces que habían coincidido habían sido un rndesastre; era mejor así.

Con el mayor de los ánimos, Hermione rnsalió del apartamento y puso rumbo a SIREM. El ambiente en las oficinas rntambién parecía muy resuelto. Ernie la esperaba dentro de su despacho rnhablando con Sirius. El atractivo jefe de Hermione sonrió gustoso cuandorn la vio aparecer.

—Estáis fantásticos los dos. Ese medicucho de rntres al cuarto no sospechará nada y os dejará pasar… A ver, poneos uno rnjunto al otro.

Hermione y Ernie obedecieron a Sirius, que la verlos juntos soltó una gran risotada, y añadió.

—Perfecto, parece que lleváis casados años.

Hermionern miró con complicidad a su compañero y tras despedirse de su jefe, ambosrn salieron del bufete con un destino fijo: la clínica privada de rnfertilidad del Doctor Gregory Goyle.

Era un lugar apacible, bien rndecorado y muy agradable. Las enfermeras vestían de un suave tono rnaguamarina y las paredes estaban cubiertas de un afable color crema. rnHermione y su acompañante se acercaron al mostrador donde una joven con rnuna amplia sonrisa les preguntó:

—¿Tienen cita con nosotros?

—Así es, señorita —contestó Ernie muy educadamente.

—¿Es para usted o para su…?

—Esposa —afirmó el rubio abogado empleando un tono tan convincente que hasta Hermione pensó que decía la verdad.

—¿Esrn para usted, entonces? —preguntó nuevamente la enfermera dirigiéndose rnesta vez directamente a Hermione. Ella asintió y la joven prosiguió su rninterrogatorio— ¿Puede decirme su nombre?

Hermione tragó saliva y luego con voz nerviosa declaró:

—Weasley, Jean Weasley.

Sintiórn un nudo en la garganta, desde que decidiera abandonar Ottery no había rnvuelto a usar su apellido de casada y para todos volvía a ser Hermione rnJean Granger; pero esta vez, y sin saber muy bien el motivo, usó de rnnuevo el apellido de Ron junto con su segundo nombre para engañar a rnGoyle. Probablemente, Draco ya le habría puesto en sobre aviso por si a rnella se le ocurría visitarlo, porque era muy extraña la forma en que el rnjoven doctor había la estado esquivando días antes, cuando trató de rnponerse en contacto con el a través del bufete. Lo escurridizo del rncomportamiento de Goyle, y el hecho de no querer que le ocurriese como rncuando visitó a Crabbe —que tuvo que soportar las impertinencias de rnDraco durante toda la entrevista— fue lo que le impulso a concebir aquelrn plan con Ernie. Y aunque posiblemente era lo mas estúpido que habría rnpodido hacer en la vida, esperaba que al menos fuese efectivo. De ese rnmodo, haciéndose pasar por un matrimonio que no puede tener hijos y rndesea que el afamado doctor Gregory Goyle los ayude, fue como entraron rnen aquella exclusiva clínica de fertilización.

volver a empezar -draco y hermione-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora