『1』

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CAPITULO UNO : 

UNA DIOSA DEL INVIERNO. 

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Un día más. Una semana más. Un mes más. Una estación más. Un año más. Un siglo más. No importaba el tiempo que transcurriera, ella no era feliz sin amor y sin él. Específicamente sin él. 

Como cada día a esas horas se encontraba sentada en el umbral de la puerta del gran portal que separaba el mundo de los vivos con los de los dioses. Esa acción se había convertido en una ceremonia diaria para ella. Buscando entre los mortales que gozaba la estación y frutos del verano a él quien le quitaba el sueño. 

Su anhelo acrecentaba al toparse con jóvenes parejas tomadas de las manos; familias jugando, ancianos dándoles de comer a las palomas mientras se miran con amor. Suspiró deseando ser una más de ellos, una simple humana. Sin embargo, era una diosa y no cualquier diosa. Ella era la diosa del invierno.

Transcurrió el tiempo, la cálida noche de verano llego al mundo de los humanos y ella seguía viendo atreves del portal. —¿Dónde andas metido querido? —se preguntaba para sí misma la diosa apretando sus manos frías sobre su regazo.

En tanto ella se ensoñaba pensando su paradero, ¿qué pasaría en el corazón de aquel mortal? Porque claramente, en el de ella solo estaba él. 

Estaba maldita, los Dioses no se enamoraban de los mortales. Sí había atracción por ellos, por el hecho de tener un fin en sus días llevó a muchos Dioses desear ser parte de ellos por un vinculo, el cual únicamente era el sexual. 

Desde tiempos de antaño los Dioses bajan al mundo de los vivos, seducían a los mortales que les llamaban la atención, tenían relaciones con ellos y al terminar, nuevamente regresaban a sus aposentos. Todo atracción terminaba en ello. 

Sin embargo, aquella Diosa que aún no se permitía ir a descansar, estaba enamora. Ella no solo lo quería por una noche o día, dependiendo. Ella lo quería para el resto de su vida inmortal, que era algo completamente imposible. Maldita estaba, una y otra vez.

A pesar de saber que era imposible su amor,  completamente esperanzada cada invierno se posaba frente de él porque se había prometido dejarlo después que él la viera tan tangible como era ella. 

—Si me vieras... si me vieras. —musitaba mientras algunos dioses salían a pintar estrellas en el cielo. Los murmullos de los mismos no se dejaron esperan, decían unos que era una diosa caída y otros sin temor a ser congelados que la diosa se había vuelto loca. 

Una Diosa caída.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora