t h e f u n e r a l

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Dakota iba con un vestido negro de manga francesa que le llegaba por las rodillas por debajo de su chaqueta negra de lana. Estaba en el funeral de Ryder, ese chico que había quedado desfigurado gracias al brutal atropellamiento de un tren y que alguna vez había amado.

Solo estaban ella y la rosa blanca que tenía en su mano. Ryder no tenía amigos y los pocos que tenía eran falsos, sus familiares estaban muertos o eran muy lejanos y el resto sus ex novias no estaban por la labor de ver el cretino que las utilizó.

Cuando el cura acabó todas sus oraciones Dakota depositó la rosa sobre el ataúd color café y dio unas palmaditas sobre él.

-Viniste como suelen venir las mejores tormentas. Inesperadas. Calando huesos y alma.

Dakota se fue antes de ver al sepulturero comenzar a tapar el ataúd de Ryder con la tierra. Era cierto si, le seguía guardando algo de resentimiento pero no se merecía un final así. Nadie se lo merecía.

Se sentó frente al volante de su coche con el monstruo de la tristeza arañándole los ojos y el interior de la garganta. Había decidido venir sola, ya que Axel, su nuevo novio, sabía que así era mejor. Ella también lo sabía, pero no pensaba derrumbarse de la forma en la que lo hizo.

Lloró a mares durante unas horas, con las piernas recogidas hacia su pecho y el rostro oculto entre sus rodillas. Sollozó, gritó y maldijo. Cuando logró calmarse lo suficiente observó la pequeña foto que tenía en el salpicadero. La cogió y pasó las yemas de los dedos sobre el rostro de Ryder. Era una foto de ella y él abrazados mientras sostenían un osito púrpura de peluche que Ryder había ganado para ella en la feria.

La chica apretó la foto contra su pecho tragándose las lágrimas.

Actualmente Axel y Dakota llevan una vida feliz con unos revoltosos nietos de trece y dieciocho años. Siete años después de morir Ryder, la pareja de ancianos dio el gran paso y se casaron. Dos años después de la boda nació su primer hijo, cinco años después su segunda hija.

Ambos hijos habían dado nietos a la pareja, su hija pequeña fue la primera que les maravilló las vidas con los dos pequeños mellizos de ahora dieciocho años. El hijo mayor, tuvo una pequeña niña de ojos escarlata al igual que su abuela.

A pesar del paso de los años, Dakota no faltó ni un 21 de marzo al cementerio.

En la lápida de Ryder se encontraba la foto, ya bastante deteriorada, en un marco de cristal apoyada contra el bloque de piedra, junto al oso púrpura.

S[he]'s brokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora