Capítulo 2

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El verdadero comienzo del viaje de Nadie.

Nadie abandonó el páramo rocoso en busca de algo que no fueran rocas. Ser roca era mejor que ser Nada, pero no era exactamente lo que Nadie buscaba. No quería pasarse la vida quieto sin hacer nada. Aunque claro, él era Nada y no estaba exactamente vivo. Pero tampoco estaba exactamente muerto. Simplemente estaba. En eso me parezco a una roca, pensó, pero no me gusta ser roca.
Descendió por una ladera y vio algo nuevo. Era transparente, y brillante, y rápido. Corría por una grieta, siempre hacia abajo. Era agua.
Nadie se preguntó a donde iría con tanta prisa, y lo preguntó al arroyo. Pero el agua no respondía, no paraba de repetir: glogloglogló...
Como no obtuvo respuesta, decidió probar a ser agua y ver a dónde llegaba.
Se unió a la corriente, y descubrió la prisa y la velocidad. Era muy divertido ser agua, pero aún no tenía claro a dónde estaba llendo. Pronto se aburrió de ser agua, pero entonces hubo un cambio. El agua, y por tanto él, estaba quieta. Habían llegado a su destino. Estaban en una charca.
Nadie dejó de ser agua y salió de ella. Ante si vio algo que no se parecía a nada que él hubiese visto antes. Había muchísimas cositas verdes en el suelo, y otras muchas de colores, pero lo que más le llamó la atención fue algo alto, grande, marrón por abajo y verde por arriba. Acababa de descubrir un bosque, con hierba, flores y árboles. Había un sonido nuevo, pero más que un sonido era un silencio especial. Un silencio tenue, formado por la brisa que movía las hojas, y el lento crecer de las plantas. Era la melodía de la vida.
Nadie quedó cautivado por un enorme roble que se alzaba ante él. Se acercó tímidamente, pues le parecía mal perturbar su descanso. Probó a ser árbol, y sintió todo un torrente de sensaciones nuevas: sintió el aire moverse entre sus ramas, sintió el sol calentando su corteza, pero lo que más le gustó fue sentirse vivo, sentir que crecía, poco a poco, sentir como fabricaba dentro de él esa vida, la savia recorriéndole, la respiración de sus hojas.Amaba sentirse vivo.
Decidió que nunca más sería algo inanimado, el quería estar vivo. Siguió siendo árbol, ejercitando la paciencia de la roca, pero una parte de él anhelaba el movimiento, quería ser veloz como el agua. Y descubrió la imapciencia.
Entonces volvió a sentir algo, pero esta vez fuera de su cuerpo. Se fijó bien: se movía, era pequeño y con muchas patitas. Un bicho.
Resultó ser una hormiga, y pronto perdió el interés por Nadie y se fue.
Nadie decidió seguirla, y dejó de ser árbol para ser hormiga.

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Hola otra vez ! Gracias por seguir acompañado a Nadie en su búsqueda de... bueno, lo que sea que está buscando.
Esta vez se lo dedico a Allfan, porque esta loca y le gustan los pingüinos, y porque me apetece.
Os imagináis a Nadie siendo pingüino? Yo sí.
En fin, que gracias otra vez y a ver que aprende Nadie de las hormigas. : )

Una pizquita de Nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora