Capítulo 3 "Sex Instructor. Solo se puede amar a una persona"
Jerry hizo que me sentara en la salita y le contara de mis "espectativas de la clase" pero preferí no decirle mucho. La verdad era que no esperaba nada. Ni siquiera sabía si quería tener sexo con un chico desconocido.
- Bueno, te haré unas preguntas. Tendrás que contestarlas sinceramente, ¿de acuerdo? - dijo serio, pero sin perder rastro de su belleza pura. Asentí con la cabeza.
- Edad. - 17 años.- Menor de edad - masculló al tiempo que anotaba algo en una hoja.
- ¿Virgen? - pasé saliva y apreté mis manos. Me puse tensa con la pregunta, dudaba si responder o no.- Sí - admití a regañadientes.
- ¿Tienes algún problema cardíaco o algo por el estilo? - lo tengo ahora mismo. ¡Un putísimo hombre con una belleza tremenda y una voz gruesa y ronca está haciendo que mi corazón se acelere!
- No.- dije lo mas normal que pude para que mis nervios no se notaran.
- Bien. Como eres menor de edad y eres virgen no puedo hacerte otras preguntas - dijo mientras guardaba la hoja en una carpeta. - Y al ser virgen, no tengo que hacerte estudios.
- Pero... ¿Qué pasa después? - pregunté mientras empezaba a quitarme mi chamarra.
- Pues, yo puedo desvirgarte - ¿por qué demonios me hablaba del sexo como si fuera cualquier cosa? - O podemos esperar a que pierdas tu virginidad - abrió un poco sus piernas y recargó sus codos en los muslos acercándo su rostro hacia mí.
- ¿Tú puedes quitarmela?- pregunte un poco incomoda.
- No tengo problema con eso. - Pero... - Ya sé. Te han dicho que la primera vez es espantosa, pero puedo asegurarte que no lo es. Solo tienes que buscar el momento correcto y la persona correcta - empezó a decir. - Yo con mucho gusto puedo hacer que tu primera vez sea totalmente inolvidable.
- ¿Harías eso? - le pregunté interesada.
- Pero... - Hay reglas en esto, ______ - me interrumpió. - Son simples. Si las sigues, todo será más fácil.
Empezó a decir las reglas una por una.
- Primera regla - empezó a decir. - No puedes contarle a nadie que doy clases. Si una mujer se topa con ese letrero es porque el destino la llama, no por otras cosas. Dos, no sabrás nada de mí; a qué me dedico y qué hago fuera de aquí. Tres, nada de sentimientos. Esto es sexo y nada más que eso. Cuatro, no hay obligaciones, yo te hago sentir bien y tu a mí. Cinco, me protegeré todo el tiempo. Nada de semen dentro de tí. Seis, nada de buscarnos.
- ¿Terminaste? - le pregunté mientras alzaba las cejas, un poco molesta por lo directo que fue.
- Sí.
- Bien... ¿Y qué pasa si rompo alguna regla? ¿Qué pasa si TÚ rompes alguna regla? - remarqué la palabra tú para dejar en claro que no solo yo puedo romper las reglas.
- Yo nunca he roto las reglas.
- Pero puede pasar - arrugué el entrecejo y me acerqué a él. - Que nunca te haya pasado no significa que jamás te pasará.
- Creéme, no pasará - dijo seguro, enarcó una ceja y tocó mi rodilla. Sentí como mi piel se erizaba al contacto.
- Bien - me levanté y lo miré. Él hizo lo mismo. Era notablemente más alto que yo. - ¿Cuándo puedes desvirgarme?
- Depende.
- ¿De qué?
- Mi estado de ánimo, mi agenda...
- Okey, okey. Revisa en tu agenda - sonrió de lado y se dirigió al pequeño escritorio. Sacó una libretita negra ya casi a punto de terminarse. Hojeó un poco hasta que dió con algun espacio.
- Puedo hoy - tragué saliva.
- ¿Qué? - apenas y puede decirse que lo que acababa de decir era un susurro, porque lo dije tan bajo que dudé si Jerry seguro lo había escuchado.
- Estoy de buen ánimo y tengo tiempo...
- Pe-pero - tartamudeé.
- Si no quieres no. No puedo obligarte a hacer algo que no quieres.
Me quedé pensando un momento. Mis padres no estarían hoy en casa así que no puede pasar nada. Lo miré a los ojos, a esos cafes y profundos ojos y tomé aire para hablar de nuevo. - Bien. ¿Dónde y a qué hora?