Capítulo 3.

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Llevo más de cinco minutos caminando y sigo sin encontrar el edificio, esto me está costando más de lo que pensaba. Al fijar la mirada al otro lado de la calle me paro en seco al reconocer la dirección, miro el papel que tengo en la mano y luego miro el enorme edificio de veinte plantas que tengo enfrente, con las palabras LES & DOM grabadas en un discreto tono gris en las puertas acristaladas de la entrada. Cruzo la calle.
Son las ocho y cinco minutos. Llego diez minutos antes. Entro en el inmenso vestíbulo, mis tacones resuenan a cada paso que doy.
Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe una chica rubia, atractiva y demasiado arreglada. Lleva una americana negra y falda blanca. Está impecable.
-Vengo a ver a la señora Les -digo con seguridad- Madison Beth.
-Discúlpeme un momento, señorita Beth -me dice alzando las cejas.
Espero frente a ella y luego de un rato decido que es mejor sacar el sobre del que me habló Dan ahora. La rubia está hablando por teléfono así que le hago señas discretas de que me sentaré en uno de los sofás que están al otro lado del vestíbulo. Cuando ya me he sentado, empiezo a rebuscar en el bolso hasta que doy con el sobre marrón. Abro el sobre con sigilo y meto la mano, al sacarla veo un pasaporte y otros documentos. Repaso mentalmente el número de mi seguro medico, pasaporte, documento de identidad, dirección, móvil.. me sumerjo en mis pensamientos.
Al levantar la vista me encuentro con la mirada inquisitiva de la rubia.
-Necesito que firme aquí, por favor, señorita Beth -dice lo suficientemente alto para que la escuche desde donde estoy.
Aún no me acostumbro a que me llamen así. Me acerco a ella y tomo la pluma que me ofrece, mientras firmo, me pregunto cuantas veces tuvo que llamarme.
-Último ascensor de la derecha, planta 20 -dice cuando le entrego la pluma.
Mientras sigo sus indicaciones observo, curiosa, todo el lugar.
Llamo el ascensor y miro la hora: 08:10. Una vez dentro del ascensor, marco el número 20. Las puertas se abren y una mujer me pide el abrigo, luego me dice que la señora Les me espera. Me guía hasta una oficina y llama a la puerta.
-Pase -dice una voz firme y segura.
Un poco nerviosa abro la puerta y veo a una delicada mujer detrás de un imponente escritorio. Ella se levanta, rodea la mesa y me extiende la mano.
-Soy Amelia Les, tú debes ser Madison -dice mientras estrecha mi mano.
-Si, señora Les, un placer conocerla.
-Por favor, llamame Amelia, toma asiento.

Una hora después ya estoy fuera del edificio, tengo empleo.
Trabajaré como ayudante en Les&Dom, uno de los bufetes más conocidos y exitosos de los Estados Unidos. Insistí en empezar hoy mismo y Amelia me dijo que podía ir esta tarde a recorrer el edificio y así mañana tener una idea de donde voy a trabajar.
Un cuarto de hora después con mi café en mano, entro en el edificio y con una inclinación de cabeza saludo a la rubia. Camino hacia los ascensores y veo que hay una enorme puerta abierta que da a otro edificio. Curiosa, cruzo la puerta sin apartar la vista de la rubia -que ahora está leyendo una revista- por miedo a que me vea y me diga que yo no debería estar ahí. Levanta la cabeza y yo -idiota de mi- acelero el paso y me doy de bruces contra una pared por no haber mirado por donde camino. Por motivos de física que desconozco termino cayendo de culo, en el suelo. Menudo espectáculo debo estar dando. Por acto reflejo cierro las piernas, para que no se levante el vestido y mantengo los ojos cerrados. Me siento como si me hubiera arrollado una tractomula.
Me levanto sobre mi dolorido trasero y empiezo a recoger las cosas que se salieron de mi bolso, las cuales están esparcidas a mi al rededor. Doblo las piernas a un lado en una posición más cómoda y empiezo a recoger mis llaves, el móvil, el sobre marrón... ¡mierda! El sobre marrón está vacío, desesperada empiezo a buscar con la mirada mis papeles y al girar la cabeza hacia el otro lado me topo con un par de exclusivos zapatos negros sobre los que caen unos pantalones negros impecables. Aquel hombre está justo enfrente de mi, donde debería estar la pared... joder. Miro detrás de sus musculosas y trajeadas piernas.. si, confirmo mis sospechas, no hay ninguna pared, me dí de bruces contra él.
Ups..

LA VIDA DE LEAH.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora