—Estoy bien papá, Nathan es un tirano ni chocolate me deja comer.
Se escuchó una risa no muy lejos. Lo que le dijo a Dwain que su novio estaba muy pendiente de su conversación.
"Novio"
Habían pasado tres meses y aun no se acostumbraba a verlo de tal forma.
—Los paisajes son bellísimos, mañana vamos a visitar las Cataratas del Niágara y luego el hermano de Nathan nos va a llevar a varios sitios turísticos de Toronto.
Dwain seguía conversando con su padre, pensando aun en los cambios obrados en su vida. Hacía mucho tiempo que no sentía aquella sed perniciosa de antaño. De pronto era como si se hubiese creído la mentira que el mismo había creado. Era...feliz, de alguna extraña forma. Solo a veces, pensaba en el pasado y se sentía inseguro acerca de su futuro. Temía el daño que pudiera causar. Temía a las consecuencias de lo que estaba haciendo con Nathe.
—Te prometo que me cuidaré papá, y...papá...gracias por llamarme, por todo...bien, tu sabes.
A lo lejos Nathan sonrió. Dwain estaba haciendo un gran esfuerzo por mejorar la relación con su padre. Eso lo beneficiaba y más aún lo unía a una persona que debía ser importante en su vida. Además Paolo era un buen padre. Nathe estaba seguro que Dwain habría tenido una vida maravillosa de haberlo conocido antes.
Cuando Dwain colgó, se giró para mirar a su novio que tenía una dulce sonrisa en el rostro.
—Se preocupa demasiado. Como si yo fuera un niño.
Le dijo rodando los ojos con fastidio.
Nathan lo rodeó con sus brazos besando sus labios tiernamente.
—Te ama y se preocupa por ti, ha perdido mucho de tu vida y solo quiere que estés bien y que seas feliz.
Dwain sabía que ambas cosas eran imposibles, pero eso era algo que el nuevo él no diría y mucho menos a Nathan. No podría hacerlo, no cabría aquel pesimismo en su vida actual, en la fachada de vida feliz que llevaba. Alejando sus sombríos pensamientos decidió no pensar y entregarse a algo que lo hacía olvidar sus tormentos.
Entreabrió los labios humedeciéndolos con la punta de su lengua, dándole a Nathan una tímida invitación. Las primeras veces habían sido duras y aterradoras. Nathan con paciencia y un profundo amor, le había mostrado la parte hermosa del sexo, el placer sensual y glorioso de ser poseído por quien te ama. Suavemente lo había llevado por eróticos caminos de autodescubrimiento. Dwain aprendió con el toque gentil de sus manos a conocer sus zonas más sensibles, aprendió que los besos podían llevarte al éxtasis. Consiguió disfrutar el momento de convertir dos cuerpos en uno solo, aprendiendo que el dolor duraba poco y el placer que venía después podía mover los cimientos de un edificio. Su primer orgasmo lo hizo llorar, por lo sublime del momento, por lo irreal de la sensación, por conocer que su cuerpo podía explotar en miles de partículas y reconstruirse en segundos, haciéndolo ver estrellas tras sus ojos.
Nathan tomaba cada cosa como venía, no empujaba, no presionaba, no pedía. Solo esperaba, poco a poco, lentamente, dejando que Dwain se abriera a él. Buscando que perdiera el miedo, que disfrutara del amor, del deseo, como un solo sentimiento. No como una maldición y un castigo, sino como los sentimientos sublimes que ambos eran.
Lo besó, atendiendo a su silente petición. Lo amaba, amaba cada pedazo de su piel, amaba el sutil aroma de su cuerpo. Conocía cada trazo, cada línea de su esbelta figura. Adoraba escuchar sus gemidos. Sentirlo abandonarse al placer cada vez que lo penetraba. Se extasiaba en las explosiones de sus clímax y lo aferraba entre sus brazos para llenarse más de amor, cuando temblando y saciado se dormía acurrucado a su pecho.
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Corazones rotos
RomantikNo se olvida nunca el primer amor. Lamentablemente para Dwain esa frase se convirtió en un credo. Su amor por Franco en vez de morir en las hieles de la desilusión, pareció volverse más fuerte. Entonces para Nathaniel la lucha se volvería más ardua...