La canción de nosotros (2da. Parte)

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Patrick despertó, sin que su despertador siquiera le diera la pauta del nuevo día. Quizás estaba excitado por la inesperada compañía que tenía en su cama. Se alegraba que a pesar de que era una cama King que podía albergar hasta a cuatro personas sin incomodarse, Nathan hubiese decidido al parecer inconscientemente, dormir acurrucado a su espalda.

Se giró para mirar mejor aquel semblante dormido. Pensó que quizás había sido un poco brusco con él. No físicamente claro está, pensó sonriendo con picardía. Su rudeza había estado en la forma de convencerlo para que se quedara. Nathan era una persona bastante compleja a pesar de la simplicidad de su carácter. Estaba claro en que el joven psicólogo acababa de pasar por una experiencia desagradable e incluso él no sabía aún lo profundo de los sentimientos que hubiese podido albergar por la pareja que le había abandonado. Pero Patrick sabía que entre ellos había algo especial, una química que se había manifestado desde el mismo día en el que se conocieron. Patrick Delaney no era el que dejaba pasar las oportunidades y ciertamente Nathaniel Nolan era una oportunidad que él no iba a desaprovechar. Aunque tuviera que ser todo lo rudo y directo que pudiera con él para que dejara de negar sus sentimientos y emociones.

Con esa resolución en mente, se puso de pie cuidando no despertarlo. Quería preparar el desayuno y también prepararse para la andanada de insultos que sabía le regalaría Nathan al abrir sus bonitos ojos verdes. Cuando buscó en su cocina algo que pudiera hacerle a su vegetariano amante, se dio cuenta que carecía de cualquier ingrediente apto para hacerle un rico desayuno. Vestido con un holgado pantalón de deporte y una sudadera negra, corrió al mercadillo que estaba en la esquina de su edificio. Sonriendo satisfecho por su improvisada aventura y por lo exquisito que se sentía tener a alguien de quien ocuparse después de una noche de desaforada pasión.

Al ritmo de las canciones de Aerosmith que resonaban a bajo volumen en la cocina, preparó el desayuno, canturreando y moviendo los dedos con si fuera el guitarrista Joe Perry y tocara en pleno concierto. Cuando más entretenido estaba, haciendo de una paleta su improvisada guitarra e imitando la aguda voz de Steve Tyler, se dio la vuelta para encontrar la mirada divertida de Nathan.

Estaba despeinado, su rostro aun parecía somnoliento, vestía un viejo pijama que Patrick ya no usaba y que le quedaba algo grande a su bien construida aunque delgada figura. Patrick no podía ni siquiera pensar que pudiera verse más atractivo y más inocente que en aquel momento.

Le sonrió con emoción antes de señalarle una silla.

—Buenos días, siéntate ¿Quieres un té o un jugo de toronja?

Nathe se sentó obediente.

—Jugo...por favor. —Dijo con serenidad mientras trataba de peinar su cabello con los dedos.

—No...no encontré mi ropa, tomé prestada esta pijama de una de tus gavetas, espero no te importe.

Patrick pensó que Nathe iba a comenzar la mañana con una dramática huida, después de decirle por supuesto todo lo que opinaba de él. Pero allí estaba, tímido y aun somnoliento, mirando todo con total naturalidad como si no fuera la primera vez que amanecía en aquella casa y como si no hubiesen hecho el amor la noche anterior como dos desesperados náufragos sedientos de refugio.

Sentándose frente a él, le dio el vaso de jugo y renunció a tratar de entenderlo, conformándose con admirarlo y esperar que esa fuera su forma de aceptar lo buenas que podrían ser las cosas entre ellos.

—¿Por qué me miras así?

Le preguntó Nathan con un dejo de impaciencia. Patrick no se había dado cuenta que lo estaba mirando inquisitivamente, tal vez buscando respuestas de su intrigante carácter, en los iris verdes de sus expresivos ojos. Sonriendo con maldad, decidió provocarlo un poco.

Corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora