CAPITULO 2 TÚ

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Hilaria estaba guardando unas toallas en el armario cuando una enfurecida Dinna entró.

-Es un maldito, un descarado, un gañán.-Apretó los puños.

-¡Calla esa lengua viperina! Dime ¿que ha pasado para que te tenga tan afligida muchacha? - Siguió con su trabajo sin mirarla.

-Un hombre, es un malandrín, ¡Se rió de mi! ¡en mi cara! - Hilaria no aguanto las carcajadas.

-Aaaah...hombres, algo que tienes que ir buscando, ¿no quieres un novio? El que va a la plaza con el puesto de nueces está interesado en ti,¡incluso vino a pedirme tu mano! - Pasó su mano por su espalda.

-No no y no. Yo no puedo amar a ningún hombre. Lo tengo por norma. - Se puso un mandil negro y se subió las mangas.

-Creo que Jonh está afuera, ¿le digo que pase? - Hilaria giró a verla.

-Encargate tu mi niña, necesito descansar. - Y la anciana desapareció por la puerta que daba a la casa.

Dinna se dirigió a la puerta y pasó al paciente.

-Buenas tardes Jonh ¿Qué le ocurre? - Se apartó para que entrara. El no contestó.

-¿Afónico? - el pobre hombre asintió y ella busco en la gran estantería que tenia de especias.

-Tome esto, es anís en grano. Lo tienes que tomar tres veces al día. - El hombre se levantó con una gran sonrisa para irse - espere, dele esto a su mujer, ayer fui y me dijo que apenas tenía leche materna para el bebé, son semillas de alcaravea, estimula el desarrollo de la leche. Se lo tiene que tomar por las noches y mañanas.- El hombre asintió como agradecimiento y se fue.

****************

Empezaba a oscurecer y Severus estaba parado en frente del dispensario cuando vio a una mujer de unos cuarenta años salir con una sonrisa escuchando a la curandera.

-Recuerda que sólo son tres gotas, es muy potente, pero sin duda hará que respires mejor. - Severus reconoció la voz; la mocosa que se le echó encima.

Sonrió al ver que la paciente llevaba un brebaje hecho principalmente con hojas de abedul.

-Tonta no es.-Susurró.

Se acercó a la puerta y entró sin más.

-Disculpe, ¿es aquí el dispensario? - dijo caballerosamente.

-Sí, le atenderé en u-levantó la vista del libro que tenía entre manos-....tú.

-Yo, obvio, ¿no pensarías que me dejaría el antebrazo así no? - Le mostró un corte pequeño pero profundo.

-Dejé que lo vea mejor. - Se acercó pero este lo apartó.

-No pienso dejar que me toques, menos después del acontecimiento ocurrido. - Miró cómo se ponía las manos en su cintura. - Podrías sacarme por ahí el corazón.

-No tengo intención de sacarle nada, ahora siéntese y deje que la examine. - Severus se dirigió a la camilla y se sentó.

-Creo que.....solo tendré que desinfectarla y coser. No será doloroso. - dijo malvada. Podría haber utilizado esencia de dictamo y yasta, pero quería hacerlo rabiar como él había echo antes con ella.

Dinna se dirigió a una mesilla y saco los instrumentos necesarios. Trapos, alcohol, hilo, aguja y un recipiente. Se acercó a la camilla y dejó todo menos el alcohol y el recipiente.

-Ponga el antebrazo encima del recipiente. - Este le hizo caso. Acto seguido empezó a echarle alcohol en gran cantidad, pero ni se inmutó. El bote se acabó y el sonreía.

-¿Ha terminado? Por que creo que se le ha acabado. - Dijo victorioso.

-Ahora procederé a coser. - Cogió la aguja y el hilo y se puso manos a la obra.

-Te estas pasando con los puntos. - Replicó.

-No. - contestó tajante.

-Pues yo creo qu...

-¡Déjeme hacer mi trabajo! - Pegó un tirón y el hombre arrugó la cara. - Esto ya está, por Merlín, nunca había tenido un paciente tan fanfarrón como usted.

Severus la miraba incrédula, ¿Había dicho Merlín? Sacudió todas las ideas que se amontonaban en su cabeza. Se levantó para irse. Antes de cerrar la miró recoger el material.

-Maldito bastardo, ¿Quién se ha creido? . - murmuró.

Los rayos del alba entraban por la pequeña ventana. Dinna comenzaba a estirarse en la pequeña cama. Rodó a un lado y estrepitosamente cayó al frío suelo.

-Mierda, doña Hilaria. - murmuró mientras se levantaba con una mano en la espalda.

Bostezó mirando al techo y se puso una camisa blanca con una falda roja larga. Se recogió el pelo en una coleta y bajó a la confitería.

-Buenos días Hilaria, ¿por qué no me despertaste? . - dijo mientras se ponía en el mostrador para ordenar.

-Se te oía roncar a pierna suelta y dejé que descansaras, ya ayer me ayudaste dejándome a mi descansar. - Sacó las hogazas del horno y las dejó enfriar.

Dinna giró al estante para colocar las barras. La puerta se abrió y ella siguió a lo suyo. Un hombre de cabello largo negro se puso delante del mostrador.

-Buenos días, una barra de pan si es tan amable. - Dinna giró con una sonrisa que al verle desapareció.

-Hilaria, ¿podría ponerle lo que pide este hombre? Ni aunque se estuviera muriendo de hambre le atendería. - Hilaria arrugó la cara.

-¿Y esos modales muchacha? - Se giró a verlos.

-Los mismos con los que él me trata. - Severus la miró girarse de nuevo.

-Aaaah....ya decía yo que me sonabas de algo, - se puso la mano en la barbilla - la mocosa que se me tiró encima.

-Señor, como vuelva a decir otra vez esa mentira, le juro que se acordará de mi el resto de sus días.- Levantó la mano con un dedo.

-No tenía intención de contender contigo. - La joven apretó los puños.

-Dinna, déjalo estar. - se acercó a ella.

-Tranquila señora, estoy acostumbrado a las desfachateces de las niñas, - Hilaria lo fulminó con la mirada- disculpeme, soy Severus Snape, ¿me sirve la hogaza si no es molestia? . - Le sirvió la hogaza.

-Vaya, aparte de nombre, ¿tiene oficio? - El hombre ignoró a la muchacha.

-Tome, quédese con el cambio. - Soltó el dinero y se fue.

-Supongo que ese es el hombre con el que tuviste ese pequeño accidente. - Dinna miró a Hilaria.
-Sí, lo es. ¿Lo conoce? - puso interés.

-No, pero su cara me resulta familiar, aparte tiene algo raro, especial. - Finalizó.

-No es más que un hombre bravucón. - los ojos de la joven se dirigieron a la puerta.

-Solo eso. - Murmuró la anciana.

La hija de Dolores Umbridge (Severus Snape)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora