1. ¿Quién eres tú?

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Ya estaba por terminar ese peculiar crepúsculo, tan así que los colores que otorgaba el cielo quemaban. Su miraba se esparció por todo el lugar, que estaba casi borrosa, como si se tratara de un espejismo. Podría reconocer poco, veía los edificios destruidos y sentía como la atmosfera se ponía cada vez más densa al seguir su camino. Por alguna razón, no podía levantar su mirada para ver a otras personas que estaban en las calles desoladas. Parecía que no podía despegar su vista de sus manos cubiertas por blancos guantes. Sentía parte de su nariz y boca incomoda por el propio aliento chocar contra el barbijo que le cubría dichas partes. Sus ojos le pesaban tanto como su cuerpo, como si de la guerra hubiera venido. Caminaba por inercia, su mente estaba en blanco y no podría ni bajar sus manos. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué se sentía cómo su hubiera perdido algo?
En eso, sus manos bajaron a la par que sus pies se clavaron en un lugar específico, deteniendo su caminata. Fue como si su mente hubiera vuelto de su trance y ahí fue capaz de dirigir su visa por toda el área, hasta que cayó en su lado derecho de su camino, quedando horrorizado por la imagen que se estaba proyectando ante sus ojos miel.
Tendido en el piso, empapado de sangre, ya sin vida, parecía ser uno de sus compañeros. Ah, ¿era aquel chico que de un momento a otro, había desaparecido? Sus piernas y mitad del dorso de podía distinguir bien, porque era la parte sana del cuerpo, pero cuando quería avanzar para
ver bien el rostro del muchacho, ésta se borraba. Pero de alguna manera, el rubio castaño sabía que algo tenía aquella cara. ¿En verdad, era él? No sabía por qué sus oídos se ensordecieron, dejando escuchar solo los latidos de su corazón que cada vez aumentaban. Quería agacharse y tenerlo en brazos, para confirmar que era aquel muchacho con sus peculiares manquitas en su rostro, pero ni siquiera de su garganta salía palabra alguna.
Su sentido auditivo volvió en sí cuando escuchó a alguien hablarle, preguntándole quién era el fallecido. El de ojos miel no podía pronunciar siquiera el nombre del muchacho. Vio a la señora con lágrimas amenazando salir, trataba de hablar.

-Joven, ¿sabe o no el nombre?

-Él... - trató de decir pero solo un hilo de voz salió- Él es...

Sentía el mundo derrumbarse cada vez más, y el cuerpo sin vida de ese amigo ya se desvanecía. Sus oídos nuevamente se taparon por los escandalosos latidos de su corazón y el sudor frío lo ponía nervioso, más que ver de fondo, toda la ciudad en llamas. Estaba por desmayarse y ya no veía a la mujer cerca de ambos.

-¡Él es...!

Asustado y con los latidos del corazón retumbando en sus oídos, despertó. Sintió como el frío sudor corría por su frente hasta su cuello y el calor por todo el cuerpo iba disminuyendo. Se pasó su mano por la cara, refregándose los ojos para ver con claridad las cosas. Aún era de noche pero sentía como las aves cantaban, anunciando que llegaría el amanecer. Supo ahí que ya era hora de levantarse.

-Otra vez...-susurró para sí mismo, harto de despertarse así.

-Deberías...-murmuró una voz, seguido de un bostezo- deberías reconsiderar la idea de asistir a un psicólogo.

Sopló una risita y miró hacía su derecha, proveniente de aquella voz, aún en penumbras. Segundos después, la alarma de su despertador sonaba escandalosamente. Ya era tiempo de empezar la rutina. Francia no se destacaba por ser un país con climas muy crueles, menos en invierno a las seis y cuarenta de la mañana. De un manotazo, apagó la alarma y dirigió esa misma mano hacía la mejilla de la persona al lado, aún a oscuras, aún acostados.

-Bonjour- saludó con su acento que enamoraba a cualquiera, mientras acariciaba esa tierna y suave mejilla.

-Guten Morgen- respondió esa voz en otro idioma.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2021 ⏰

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Siempre el mismo final (Au! JeanMarco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora