Mojó un poco de papel en el grifo y me miró a los ojos. Él quedaba algo alto para mí. Me cogió con una mano la cintura y con la otra en mi trasero me sentó en el lavabo.
Mis pupilas se dilataron y su mirada azulada me produjo un cosquilleo por todo mi cuerpo y sobre todo ahí abajo.
Limpió mi nariz, sin embargo no se apartó de mí. Juntó sus labios con los míos y mi corazón estalló. Empecé a funcionar con la parte de debajo de mi cintura.
Le agarré del cinturón y le junté contra mí. Mis piernas estaban abiertas y su erección me rozaba. Tan solo nuestros jadeos retumbaban en las paredes de aquel baño.
Seguíamos besándonos apasionadamente y cada vez nuestra ropa nos apretaba, nos daba mucho calor...
Sus manos rozaban mis pechos por encima de mi sujetador. Fue bajando su mano y mi respiración se aceleró. No sabía su nombre, era una situación completamente irreal.
Besó mis ingles, yo no podía resistirme y gemía cada vez más fuerte. Estaba apoyada con las dos manos sobre el lavabo y con la cabeza sobre el espejo.
Bajé mi mano hasta su cabeza y le apreté contra mí. Notaba su lengua dentro de mí. Se bajó la cremallera y suspiré.
De una embestida entró dentro de mí. No parábamos de besarnos, sentirnos... Mis manos arañaban su nuca y las suyas acariciaban mi espalda bajando poco a poco, haciéndome cosquillas.
Llegamos juntos y mi vagina se llenó de él, de aquel desconocido con el que había hecho el amor, el mejor polvo de mi vida y ni siquiera sabía su nombre.
Se vistió y se fue, pero antes me besó de tal manera... Que me dejó como al principio.
