Capítulo 3: En marcha

45 5 0
                                    

La ciudad estaba totalmente abandonada y abrasada. Era como si acabara de haber una guerra y solo quedaran restos y las cenizas. No sabía la razón por la que esto estaba ocurriendo. Tampoco sabía por qué me habían encerrado en un edificio, sola. Ni qué hacía la chica dibujante inconsciente en el suelo. Recordé al director, estaba muerto así que él no pudo habernos hecho esto. Debía haber un error. Las pruebas de habilidad no consistían en esto según la tradición.
No sabía que clase de personas podrían formar este caos en tan poco tiempo sin razón alguna. ¿O es que la había? Tenía que hacer algo. Mi instinto decía que buscar al resto de mis amigos era lo mejor que podía hacer en estos momentos. Al fin y al cabo, yo sola no podía averiguar qué estaba ocurriendo ni quiénes nos estaban haciendo esto.
Mis lágrimas querían salir pero las reprimí. Tenía que ser fuerte y olvidar al director y todo lo que había ocurrido si quería seguir adelante, porque algo me decía que esto solo era el principio del infierno de mi vida.
El caos me había impactado tanto que olvidé el dolor que sentía por el cuchillo que se había clavado en mi costado. Entonces pensé en cómo se curaría Melisa, una heroína producto de mi imaginación. Ella simplemente iría a buscar ayuda, así que intenté aguantar el dolor y esperaría a encontrar a alguien que me ayudara. Si es que había alguien más por aquí.
La chica dibujante estaba empezando a moverse como si estuviera teniendo una pesadilla, de repente se despertó y de un impulso levantó su torso.
Me agaché como pude a su lado, donde la dejé tendida. Ambas nos encontrábamos solas y heridas. Necesitábamos apoyarnos la una a la otra así que le tendí la mano y ella me apretó fuerte. La chica tenía la vista clavada en el suelo con los ojos vidriosos y sus gafas estaban empañadas. Permanecimos en silencio asimilando lo que acababa de ocurrir, hasta que yo lo rompí.
-Hey, menos mal que estás viva, creía que ibamos a morir las dos. -le dije sonriendo y ella apartó su mano de la mía. Al parecer yo no le transmitía mucha confianza.
-¿Quién eres?... ¿Do-dónde estoy?... ¿Por qué no morí en aquel edificio?... ¿Qué hago con un cuchillo...?
-Tranquila, te lo explicaré todo con más detenimiento. -le interrumpí.
-¿Estas de coña? Mírame, estoy en una ciudad destruida, enfrente mía hay un edificio ardiendo donde debería haber muerto, se supone que ahora mismo debería estar haciendo las pruebas de habilidad y me estás diciendo tú, pequeña arpía... ¡Que me tranquilice!
-... No sabes nada de lo que ha ocurrido y no dejas que me explique. ¿Sabes? En ningún momento te he faltado el respeto.
-¿Y? Te odio por salvarme, no te debo respeto alguno.
No me lo podía creer. ¿Me estaba diciendo que me odiaba por salvarle la vida? ¿Qué clase de persona era esta chica? Parecía ser diferente y más inocente cuando la vi subir a ese escenario, pero las apariencias engañan.
-Bonita manera de empezar a conocernos. Me llamo Fátima, Fati para los amigos. -le tendí la mano a pesar de todo y ella puso los ojos en blanco.
-Bien, Fátima. Yo soy Paula. -le costó unos segundos darme el apretón de manos, pero al final lo hizo.-Podrías empezar por decirme qué hacemos aquí.
-Yo... Hoy me desperté en una habitación desconocida con paredes blancas y hedor nauseabundo cuando...
-Espera, corta el rollo y déjate de tantos adjetivos. Sé que eres escritora pero no estás escribiendo un libro ahora mismo. Hazme un resumen, que seguro que sabes.
Esta chica era super antipática y no me cayó muy bien. Pero si íbamos a intentar sobrevivir juntas teníamos que llevarnos bien como fuera.
-Esta bien; me desperté en la habitación, la luz se apagó, alguien me susurró unas palabras al oído que no soy capaz de recordar, la puerta se abrió cuando la luz se encendió, huí, el edificio iba a ser destruido en 20 minutos, corrí aún más, me encontré la cabeza del director rodando, me tropecé contigo, te subí a mi espalda, seguí corriendo, me dijeron que una tenía que morir, corrí más aún... empezaron a llover cuchillos, uno se te clavo en la pierna como ya habrás notado, intenté abrir la puerta de salida con otro cuchillo y uno se me clavó en el costado. Y aquí estamos.
-¿De verdad que te arriesgaste por salvarme? Es de locos... Eres una completa estúpida. Vas de heroína o algo, ¿no? Todo esto es de locos.
-La que va de heroína consiguió salvarte de que te convirtieras en cenizas.
-Lástima que no me dejaras allí tirada. Ahora si me permites...
Agarró la empuñadura del cuchillo que tenía clavado en el muslo y tiró fuertemente hacia el exterior hasta sacarlo. Me sorprendió lo rápido que lo hizo sin soltar ni un grito. La hoja estaba bañada en sangre pero aún así, su muslo no sangraba. No había ningún tipo de hemorragia, solo quedaba la cicatriz.
-¿Qué diablos? ¿Cómo has hecho eso?
-Vaya por dios, mi ex ha servido para algo.
-¿Tu ex?
-Oh, por supuesto. Mi ex era médico y cirujano. Mejor médico del país. Me enseñó unos trucos bastante eficaces, entre ellos sacar cuchillos o balas sin dejar rastro de la hemorragia.
-Entonces tu ex es el chico médico. Siento lo de vuestra ruptura...
-¿Estás chalada?-me interrumpió-lo dejé yo.
Parecía orgullosa y todo de dejar a alguien. En fin, esta chica era increíblemente sorprendente pero estaba loca.
-En ese caso...
Paula se puso de pie y tiró de mi brazo para que la imitara, así que me levanté yo también.
-Ponte recta, te voy a quitar ese cuchillo de ahí pero te va a doler. Solo un poco.
Asentí con la cabeza y en un movimiento brusco me sacó el cuchillo. No me di ni cuenta pero dolía muchísimo. Era como si me clavaran mil cuchillos. Creo que con el grito que pegué abría sido capaz de que me oyera toda la ciudad, si hubiera alguien vivo, claro.
-Eso ha dolido bastante, pero gracias por quitarme esto. Dolía mucho más cuando estaba clavado.
-No vamos a ser amigas, así que corta el rollo Fátima.
-Cambiando de tema, deberíamos buscar a nuestros compañeros.
-Deberías. Aquí la Cat Woman eres tú, no yo.
¿Esta chica era imbécil o qué? Como yo la empezara a vacilar...
-Paula, los necesitamos para sobrevivir.
-Yo debería estar muerta.
-Pero no lo estás, así que pongámonos en marcha y busquemos a nuestros compañeros ya.
-Parece que tu carácter está mejorando. Mueve el culo que vamos a buscar a los siete enanitos. -me respondió com una amplia sonrisa sincera.
-Son ocho.-puse los ojos en blanco.
-Lo eran... Hasta que maté a uno.
La miré con los ojos bastante abiertos a lo que ella me respondió:
-¡Estaba bromeando!
Por un instante empezamos a reírnos a carcajadas como si fuéramos amigas. Y en ese pequeño e insignificante momento me alegré de no estar completamente sola.

Paula y yo nos recorrimos casi toda la ciudad y vimos de todo; desde casas en llamas y edificios derrumbados hasta cadáveres quemados y cabezas arrancadas por animales. Habían personas con unas marcas extrañas en el cuello, como si algún animal se las hubiera hecho. Vimos de todo, excepto personas vivas.
Llegamos a una especie de descampado que al parecer era un parking. Todos los coches de allí estaban destrozados. Me apoyé en uno y Paula me imitó.
-Nos lo hemos recorrido todo y no hemos encontrado a nadie. ¿Y si han muerto?
-Paula, no lo creo. Somos las mentes privilegiadas de la academia, ¿has olvidado eso? Son inteligentes como nosotros, seguro que han encontrado una manera de salvarse.
-Entonces dime, listilla, ¿dónde pueden estar?
-Déjame pensar...
Si el villano de Espada Sanguínea intentara esconder su ejército de robots... ¿Dónde los escondería?
-Cargando cerebro de Fátima... Venga ya ¡corta el rollo! Han muerto seguro.
-¡Lo tengo! He llegado a la conclusión de que a nadie se le ocurriría poner ninguna base secreta aquí, en la ciudad. Mi teoría es que esta gente han volado la ciudad con algún tipo de bomba lo suficientemente fuerte para acabar con todo esto. Así que si hubieran puesto aquí el edificio, habría sido derribado. El edifico está fuera de la ciudad, pero no puede estar muy lejos porque si no, no podrían vigilarnos.
-Chica lista. Están en la montaña. Nunca pensé que llegaría a decir esto pero Fátima, eres locamente inteligente.
-Lo sé. -le respondí.
-Tampoco te pases.
-Creo que antes de ir a buscar el edificio deberíamos armarnos. Yo tengo dos cuchillos -me saqué uno del bolsillo de la falda y se lo tendí.
-Esto es lo más arriesgado que voy a hacer en toda mi vida de dibujante pero...-cogió el cuchillo y lo observó detenidamente-me gusta.

Mientras Paula y yo nos dirigíamos hasta la montaña hablamos sobre nosotras y sobre nuestras antiguas vidas. También debatimos sobre nuestras teorías de por qué nos estaban haciendo esto e incluso intentamos tomárnoslo con humor. La verdad es que no era tan mala chica y se parecía bastante a mí. Me contó que tiene una hermana pequeña que es modelo y que no estudiaba en la academia. Se preguntó dónde estaría ahora mismo y al recordarla comenzó a llorar. Yo prefería no acordarme de mi familia, porque si algo aprendí escribiendo novelas de supervivencia es que recordar a quienes te importan no ayuda a sobrevivir. Para nada.

Después de llevarnos casi dos horas hablando y andando, oímos ruido de motores y nos escondimos en unos matorrales. Finalmente miramos al frente y encontramos nuestro objetivo. Más que un edificio era una enorme cúpula. Las paredes eran de cristal aunque no dejaba ver nada de lo que había en su interior. Alrededor de la cúpula había todo tipo de vehículos de última tecnología. Desde aviones de guerra hasta submarinos.
-¿Cómo vamos a hacer esto? -susurré.
-No lo sé pero empecemos por hallar un plan para matar a esos cuatro guardias que nos impedirán entrar.
-¿Estás segura, Paula? ¿No hay otra manera? No quiero que haya sangre...
-No seas imbécil. O matas o te matan, tu eliges.
Tragué saliva y me preparé conscientemente para lo que estaba a punto de ocurrir. O mato, o me matan.

Academia Alma y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora