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El hospital de San Juan Bautista estaba lleno de heridos y muertos, reunidos con sus familias. A lo largo del primer piso, una treintena de camas se distribuían desde la entrada hasta las escaleras del segundo piso. Aquello, sumado a los ya anteriores pacientes del hospital, era demasiado para el pequeño edificio, y los médicos estaban desbordados.
El padre de Dimitry ocupaba una de esas camas, inconsciente.
Un joven doctor lo miraba con gravedad, mientras le tomaba el pulso y le limpiaba una fea herida en una de las orejas.
-Sobrevivirá-. Aseguró tras un momento de duda.- Ha tenido mucha suerte.
-Gracias, doctor-. Su madre lloraba, estaba sentada agarrando una de las manos de su padre, y derrochaba felicidad.
-Sólo hice mi trabajo-. Dijo con modestia. Lo cierto es que había estado varios minutos cortándole hemorragias en las muñecas y la oreja.
Dimitry miró con adoración a aquel joven muchacho, pues no tendría más de veinticinco años. Acababa de salvarle la vida a su padre, y lo mismo había hecho con otros muchos hombres antes.
-Si ocurre algo de importancia con el paciente, avísenme-. Dijo, y después desapareció entre la muchedumbre.
Su padre había sobrevivido, ¡seguía vivo!, por una vez, la fortuna le había sonreído. Y Dimitry todavía no era capaz de asimilarlo.
Los hechos habían sucedido demasiado deprisa. Todavía recordaba aquel momento de vacío que había experimentado antes del siniestro, después de buscar y encontrar a su padre, Dimitry y sus hermanos lo sacaron a rastras del lugar y ya fuera observaron horrorizados como uno de los dedos de su padre se había doblado de manera imposible hacia atrás, Dimitry vomitó.
A penas unos momentos después de aquello los empleados de la fábrica avisaron al hospital más cercano, y entre ellos y todos los allí presentes transportaron a los heridos al hospital en camillas improvisadas y dejaron a los muertos allí. Cuando llegaron las camas ya estaban dispuestas en la primera planta, y los médicos y enfermeros ya estaban listos para trabajar, a pesar de todo eso, el caos reinó unos instantes, y después se impuso el orden. Con el tiempo los familiares de las víctimas fueron llegando, y les hicieron compañía bien en silencio o bien charlando con ellas.
Su madre e Irina, estaban peor de lo que Dimitry imaginó, la primera no dejó de llorar todo el tiempo, y de abrazar a todos sus hijos en incontables ocasiones, y su hermana, por el contrario, no había abierto la boca en todo el tiempo, como si todavía lo estuviera asimilando, y pareciera imposible.
Dimitry, por su parte, estaba confuso, y triste, había presenciado el macabro espéctaculo desde el principio, y se sentía un poco culpable de no haber hecho nada para intentar impedirlo. Tampoco podía hacer mucho, se decía a si mismo cada vez que aquel sentimiento llegaba a él. Había gritado, aunque en vano, el miedo en él era más fuerte que los reflejos y el sentido de reacción, y en aquel momento también.
De repente, se le ocurrió una idea, no podía soportar estar allí sentado, quieto, lamentándose de la tragedia, mirando a su inconsciente padre.
-Ahora vuelvo-. Anunció.
Su madre asintió, seguramente sin haber entendido lo que había dicho, sin embargo, sus hermanos parecieron activarse mecánicamente tras escuchar.
-¿A dónde?-. Preguntó Nikolay.
-Estaré por aquí, dando un una vuelta.
Ellos asintieron y se levantaron.
-Te acompaño.
-Yo también.
Dimitry accedió, y juntos empezaron a esquivar a personas que lloraban de pena, o reían de felicidad.
Llegaron a un lugar donde las cosas estaban bastante feas, un único doctor se ocupaba de cuatro hombres, que parecían estar mutilados y muy mal parados. Para sorpresa de Dimitry, aquel médico era el joven que trató a su padre.
-Hola-. Los saludó cuando los vió-.¿Tenéis algo qué hacer chicos?
Los tres negaron con la cabeza.
-¿No? Bien, ¿os importaría echarme una mano por aquí? No me vendría mal una ayuda.
Nikolay y Andrey se miraron unos instantes, vacilantes. Dimitry, sin embargo, dió un paso al frente sin dudarlo.
-A mi no-. Por fin haría algo de utilidad, después se dirigió a sus hermanos-. ¿Os venís?
Esa vez, los otros no se miraron, y quizás algo avergonzados por la actitud de Dimitry, no quisieron hacer menos que él, y asintieron inmediatamente.

A lo largo de la hora siguiente más o menos estuvieron ayudando al doctor, que pudo por fin hacerse cargo de la situación, y empezó a dar órdenes precisas de como hacer algo, y como no, que ellos acataban obedientemente. Aquel trabajo fascinaba a Dimitry, a quién además se le daba bastante bien, se sentía seguro y útil ayudando a aquellas personas, y deseó poder seguir haciéndolo más tiempo. Hasta que llegó su Irina en su busca, ya no poseía aquel aire distraído y no parecía perdida, estaba radiente y rebosaba felicidad.
-¡Dimitry!-. Exclamó cuando los vió-. Papá ha despertado.
Aquello pilló por sorpresa a los tres, y se llenaron de alegría. Tras despedirse del joven doctor, salieron con Irina, a la marea humana que ya iba desapareciendo un poco, sin embargo, les fue díficil andar y tardaron unos minutos en encontrar a sus familiares.
Cuando vió a su padre, Dimitry no pudo reprimir una lágrima de felicidad. Allí estaba, tumbado, pero vivo, exhausto, pero consciente, dolido, pero riendo.
A partir de aquel día Dimitry tuvo claro que sería de mayor.

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