Alice no supo bien que responder. Sabía que no debería contar la verdadera historia, pero una parte de ella se resistía a mentir, sin embargo, sabía que eso era lo mejor para ella.
-Pues... Mi madre contrajo una enfermedad, y me llevó consigo al convento.
-¿A cuál?-. Preguntó Jéremy
-El de Saint Juliet-. Ahí no mintió, aquel era el nombre del convento-. Mi madre estaba gravemente enferma, y al final murió. Las monjas que cuidaron de ella decidieron que yo me quedaría a vivir allí como novicia, sin consultarme-. Dijo al tiempo que se señalaba el hábito.
<<Pero yo me negué, no me gusta ese tipo de vida y me escapé. Después decidí ir a la ciudad más cercana, aunque fuera una chiquitita como Bayeux, pues allí quizás alguien me pueda dar cobijo. Por eso me buscaban las monjas, para traerme de vuelta con ellas.>>
Todos se quedaron mudos, con la mirada fija en ella, sin embargo el interrogatorio no había finalizado.
-¿No tienes más familia?-. Inquirió Jéremy.
- Mi padre murió cuando era pequeña, de una enfermedad crónica, y desconozco si tengo primos o tíos, pues nunca los había visto
-¿Dónde vivíais?
¿¡Nunca acabará!?
-Vivíamos en Lille, pero estábamos de viaje rumbo a Cherburgo.
-¿Cuál es tu apellido?
Aquello pilló por sorpresa a Alice, ella no sabía ningún apellido.
Durante un momento no respondió, y Jeremy la miró con intensidad. De repente Alice recordó como hace unos años llegó un hombre moribundo al convento, y a pesar de toda la ayuda de las monjas murió, sin embargo, en su lecho de muerte, dijo algo que se grabó a fuego en la mente de Alice. "Decidle a Leonor que la amo, a Leonor Valois".
-Valois, Alice Valois.
Ésta vez Jeremy asintió con la cabeza y sonrió, ¿era una sonrisa compasiva, de lástima?
Sin embargo, aquello no le importó, había inventado una historia muy convincente, y todos la habían creído. No le gustaba mentir, pero esta vez estaba bastante orgullosa.
-Bueno, pongámonos en rumbo. Debemos llegar a Bayeux lo más pronto posible-. Dijo Jéremy tras echar un vistazo alrededor, la luna ya estaba en lo alto del cielo, impasible, rodeada de estrellas. La noche había caído.A Alice Bayeux le pareció increíble, había gente por todas partes, ricas y pobres, en compañía o a solas. Había incontables edificios, anticuados pero bonitos. Las calles estaban hermosas a la luz de la luna y se veían carros de caballos llevando a visitantes por los puntos más concurridos. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de seguir admirando todo lo que veía.
-Bueno, nosotros nos vamos a casa-. Dijo Jéremy, con la vista pérdida entre las innumerables casas.
Antoine y Jacques miraron encantados a su padre, estaban fatigados por el viaje, y a lo largo del camino apenas habían hablado, eran bastante tímidos.
-Si, ya va siendo hora-. Convino Anne Marie.
-En ese caso, muchas gracias por todo lo que han hecho por mí-. Dijo Alice sinceramente-. Gracias por haberme dado de comer y haberme escondido de las monjas.
-No te preocupes, eso no fue nada-. Aseguró Jeremy-. Ojalá nos veamos mañana.
Al final, toda la familia se despidió de ella, y Alice se quedó sola.
El miedo afloró en su mente, ¿qué haría ahora? A su alrededor todo ya no era tan mágico, había hombres enzarzados en una discusión tonta sobre un poco de dinero, al final las puños sustituyeron a las palabras y se pelearon en toda regla. Un feo espectáculo. De repente, una mano se podó en su hombro.
-¿Necesitas ayuda, monjita?-. Preguntó un hombre mal vestido y con un aliento fétido.
-No, no... Gracias, pero no-. ¿Qué quería aquel hombre?
-Ohh, yo creó que...
-Déjala, imbécil, es mi hija-. Interrumpió una voz familiar.
El desconocido se dió la vuelta, y entonces Alice pudo ver a Jéremy con el rostro contraído por la rabia, o la vergüenza.
-Claro, claro, sólo pensaba ayudarla.
-Sólo vete.
El hombre del mal aliento le hizo caso, y salió pitando. Entonces Jéremy se acercó a Alice.
-Lo siento, lo siento mucho Alice-. Parecía estar muy enfadado consigo mismo-. No sé como he tenido tanta desfachatez para dejarte sola aquí, lo siento mucho.
-No pasa nada, me las apañaré-. Mintió, no se las arreglaría allí sola.
-Ni hablar, hoy dormirás con nosotros en nuestra casa, y mañana, ya se verá.
-No hace falta, de verás.
-Oh, sí que la hace. Por cierto, mi apellido es Bellamy-. Dijo con una sonrisa en los labios.La casa de los Bellamy le pareció un palacio a Alice. Aunque fuera una sencilla casa habitual para la clase media de Francia, ella admiró hasta el pequeño retrete del cuarto de baño.
Por aquí no hubiera podido escapar del convento, pensó divertida.
Ella dormiría en el cuarto de Antoine y Jacques, que la aceptaron por sumisión a sus padres.
La habitación era la más espaciosa de toda la casa, con dos camas y unas bonitas vistas a la luna. Su cama era un improvisado colchón un poco duro que guardaban para las visitas del primo de Antoine y Jacques.
Allí estuvo tumbada, mirando al techo y feliz por la suerte que había tenido, si no hubiera sido por Jéremy y su familia, ahora mismo estaría hambrienta entre la gente, perseguida por tipos con alientos fétidos, había sido un día largo, y muy extraño. En unas pocas horas, su vida había cambiado, su mundo pequeño y aburrido en el convento había acabado aquella misma mañana para dar paso a una experiencia excitante nueva, ¿qué sería de ella a partir de ahora? Aquella duda sobrevolaba por su mente, sin embargo, ya habría tiempo para pensarlo, se decía continuamente, pero lo cierto era que no podía deshacerse de su miedo, no la dejaba dormir. Abrió los ojos y contempló el techo, después lanzó una mirada alrededor de todo el cuarto, y después volvió a cerrar los ojos.
-¿Tú tampoco puedes dormir?-. Le preguntó una voz de repente, rompiendo el silencio de la casa, si no se equivocaba la de Jacques.
-No, la verdad es que no-. Respondió al tiempo que se levantaba y miraba a Jacques en su cama, con los ojos completamente abiertos-. Gracias por acogerme esta noche.
-Dáselas a mis padres, no amí, ¿cuántos años tienes?
-Once años, ¿y tú?
-Yo tengo diez, y Antoine 14.
¿14?
-¿Tantos?
Jacques rompió a reir.
-Sé que no los aparenta, pero hazme caso, es muy listo-. Le aseguró.
-Seguramente-. Convino ella-. Una cosa, ¿cómo es la vida en la ciudad?
-¿Tú no eras de Lille?
¡Tonta!
-Si, claro, me refería a Bayeux.
-Ahh, pues es un poco pequeña en comparación a Cherburgo o a Caen, pero es bonita. Y tiene una catedral preciosa, mañana es sábado, e iremos a misa, ya verás, te encantará-. Le aseguró.
Alice se sintió aliviada de haber salido del atolladero, pero no estaba segura de si mañana los acompañaría a misa, quizás Emmelie estuviera allí. De repente, un voraz sueño le había entrado.
-Si, seguramente, pero ahora me voy a acostar, hasta mañana.
-Hasta mañana.
Alice se tumbó en su cama improvisada, y pronto logró conciliar el sueño.
Antes de dormirse, un pensamiento cruzó su mente, Jacques se había convertido en su amigo, en un buen amigo
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Un Mundo en Guerra
Historical Fiction1914-1918 amor y pasión muerte y dolor Joseph, Edwin, John, Dimitri y Alice. Diferentes países, diferentes mundos, diferentes historias.