Capitulo 17

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Luego de un mes de descanso, de exámenes, de conocer todo a mí alrededor, nos casamos. Ahora estábamos de luna de miel, el segundo día. El primero no habíamos salido de la habitación.

—¿Estas lista?—preguntó.

Salí del baño y me pare frente a él, se congelo al verme.

—Está bien este o me pongo otro—apunte mi traje de baño de dos piezas, bonito y pequeño, no pensaba salir con él a la calle, solo lo había comprado para él.

—Es…perfecto—dijo—vamos.

—Qué—chille—¿estás seguro?

—Claro que sí, quiero que todos vean a mi mujer.

—No entiendo—se acercó y tomó mi mano, me llevo a la puerta. De pasada tomé una falda y mi bolso.

Al llegar al ascensor me mire en el espejo. No había cambiado mucho desde mi adolescencia, seguía siendo delgada y alta, no tanto como Erick, apenas llegaba a su hombro. Mi cabello era castaño un tanto ondulado y mi piel un poco morena, mis ojos eran del mismo color de mi hijo, verdes.

Afirme la falda en mi cintura y me puse mis lentes oscuros.

—Mm—murmuro en mí oído—pensar que todo esto es mío— movió su mano por mi vientre hasta mi pecho y me estremecí. Cuando salimos del hotel lo seguí hacia la playa pero el dobló por otra calle.

—¿Dónde vamos?—le pregunte.

—Un amigo me dijo que por aquí había una playa un tanto sola—lo mire—vamos ahí.

Se encogió de hombros.

Pasamos el resto de la tarde en esa playa, con un par de personas a lo lejos, bañándonos calmadamente. Me divertí jugando con él, pasando a su lado para rozarlo como si nada, para tocarlo y huir, cuando me atrapo con un abrazo, metí mi mano entre los dos y toque su erección. El agua nos ocultaba bastante bien.

—Me torturas—murmuro y seguí acariciándolo.

—Ahora, solo quiero hacer que te corras aquí, en el mar—lo tomé con ambas manos y mire alrededor, estábamos solos.

—Preferiría hacerlo en tu interior.

—Pero yo quiero que te corras—bese su mandíbula—hazlo—murmure y me moví por su cuello hasta su hombro.

Con una mano jugué con su cabeza y con la otra lo acaricie.

—Luego vamos a regresar a la habitación—dije—para tenerte en mi boca junto con el sabor del mar—gimió cuando aumente el ritmo.

Cuando se corrió me beso intensamente, luego salirnos del agua y regresamos al hotel. En nuestra habitación, me quito los lentes para arrogarlos a un lado y me llevó hacia la sala. Se sentó en el sofá y me empujó hacia su regazo, con una de sus piernas entre las mías, me apoye ahí y comencé a moverme contra él, cabalgando su pierna. El traje de baño apenas era un impedimento, incluso lo considere más excitante.

—Eso cariño—dijo él contra mi oído—muéstrame como lo haces, quiero ver cómo te correr sin mi ayuda.

Seguí moviéndome contra él, más fuerte y rápido, moví mis dedos y empuje la ropa a un lado, él suspiro, sonreí y lo mire, sus ojos permanecían clavados en mi sexo. Mientras me movía acaricie mi nudo, adecuándome a mi ritmo.

—Tócate los pechos—ordeno él.

Mi mano libre hizo lo que quería. Pellizque mi pezón y tire de él, mi respiración se hizo pesada, superficial y cuando me corrí volví a gritar como a él le gustaba.

—¿Satisfactorio? —me pregunto.

—No estuvo mal—moví mis manos por su pierna hasta tomar su pene—pero hora quiero esto—lo apreté.

—Es tuyo—dijo solo dejándome hacer—puedes hacer lo que quieras con él y con cualquier parte de mi.

Sonreí.

—En ese caso—me acerque a su oído—tengo ganas de saborearte.

Él gimió y me arrodille delante.

—Ahora, algo que voy a disfrutar más—aseguró. Luego de eso solo oí sus jadeos, gemidos y mi nombre en sus labios, quejándose  por no dejarlo correrse y luego agradeciendo cuando volvía a empezar. Sentí su propio sabor en mi lengua mesclado con la sal de mar, aun olía a ella.

Chupe su cabeza y gruño, volví a hacerlo y se quejó.

—Eso es—jadeo—toma todo de mí.

Así lo hice, recibiéndolo por completo, hasta la última gota.

—Ducha—dijo luego de un rato—quiero quitarme esta sal de encima, luego es mi turno—sonreí.

—Debimos quedarnos en el hotel.

Él negó y se puso de pie.

—También hay que salir un poco, no podemos hacer el amor todo el día—ambos dejamos de caminar y nos miramos—al diablo, podemos venir después.

Riéndome asentí y lo guie hacia la ducha.

—Definitivamente lo que más me gusta de este lugar son las múltiples posibilidades de hacer es amor—dije, él asintió.

—Amen por eso.

Aun dentro de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora