Prefacio

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La tranquilidad se percibe en el aire templado de el verano naciente de la época. El silencio del mediodía es endulzado por los silbidos de las bellas aves que vuelan en bandada sobre el pueblo de Alexandría.

Nadie camina a través de las calles solitarias del hermoso y seguro lugar que alguna vez supo ser en esos tiempos de esplendor y grandiosidad que se reducía a unas pocas horas atrás. Antes de que el caos pisara este territorio.

Las casas estaban vacías, destruidas como si años en medio de una feroz guerra hubiesen atravezado. Las edificaciónes destilaban grandes masas de calor infernal, masas de fuego que producían el carbono y gas tóxico que no desaparecería fácilmente del cielo azulado que sus ojos podían apreciar.

Llevó su mano pecosa hacia su largo cabello pelirrojo que se anudaba sin fuerza en una especie de rodete en el que caían como cascadas varios mechones rebeldes. Pasó la llemas de sus dedos albinos por su nuca de igual similitud de color, quitando cualquier excedente de sudor que por allí se deslizara.

Toda su piel era blanca como los copos de nieve que podían disfrutar en un día como cualquiera en la estación más fría del año, el invierno. Manchada -su piel- por miles de pecas de tonos suaves, casi transparentes del color anaranjado, que se esparcían con más fuerza por la zonas de sus hombros, extrañamente expuestos al sol; su nariz respingada y mejillas coloradas por las grandes horas de exposición frente a la radiante estrella que nos ilumina.

-Eureka-Objetó alzando su dedo índice, sonriente con hoyuelos marcándosele en sus mejillas, justo después de escuchar ese sonido tan familiar que viene oyendo desde que el fin de la humanidad. Sus únicos amigos, devoradores de todo aquello que bombeara sangre o tuviera movimiento, ya estaban percatados de su linda presencia. Apesar del envolvente olor a humo que en su alrededor había, todavía podía distinguirse el olor a muerte. Pudiéndose suponer que eran bastantes los que caminaban sin rumbo alguno por allí.

A un lado de su cadera, estaba su morral de gamuza colorada, desgastada por el largo paso del tiempo expuesta a los elementos de la naturaleza, y también, al uso que ella le daba todos los días de su vida. Vida que no posee ninguna clase de alteración, ni sorpresa por su monótono estar, exceptuando esos sobresaltos que los inmundos conseguían darle a veces. Por ejemplo, cuando estos aparecían como por arte de magia detrás suyo, o por los lugares menos pensados por una persona no detallista como la pelirroja. Estaría mal decirlo de esa forma, sería más correcto tacharla como descuidada, como una persona que en verdad es negligente.

Del morral sacó un destornillador de punta en cruz, con un mango de goma azul. Nunca tuvo la oportunidad de aprender a usar ningún arma. Tampoco es que tuviera alguna. Pero el simple hecho es que nunca en su vida había tocado una pistola, ni siquiera había visto alguna cara acara. Lo que más se acercaba, era en las peliculas de cowboys que solía ver acompañada de su padre. Nada más.

Y también agarró un diario antiguo, con signos de los años sin la suma protección que su predecesor había puesto en ello. Lo más llamativo de este, era que en la tapa, dejando a un lado ese rojo pasión intenso que lo forraba, era la frase grabada ahí, en el frente, con un color oro metalizado en lengua celta. "Na tog mi gus an tuit mi". No tuvo la oportunidad de saber que significaba, ya que en el momento en el que ese preciado objeto se encontraba en sus manos toda la internet había caído y la comunicación era nula por que ya estaba sola para ese entonces.

-Diecisiete de Julio de...-Comenzó a caminar mientras escribía tranquilamente unas cosas. Levantaba su vista en algunas ocasiones para no terminar siendo comida por los infectados que buscaban frenéticamente algo que llevar a sus malolientes cuerpos-... día de supervivencia...-Soltó incoscientemente mientras apuntaba sobre los reglones de las amarillentas hojas de su cuaderno-... considerablemente destruid... -Quitó sus ojos de lo que estaba haciendo por inercia, al segundo de escuchar un grito de auxilio de una niña que provenía de algún lugar de allí.

Apocalipsis de papel /C.G./Donde viven las historias. Descúbrelo ahora