El niño perdido

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Era un soleado día en Inglaterra, donde vivía Tootles, sus padres y su hermana mayor Abie. Mateo era un niño de seis años, juguetón y muy enérgico. Veía la diversión en cada gota de agua en una tormenta.

Era por la mañana y los rayos de sol iluminaban ya la habitación del niño. Se levantó eufórico, aquel día era el mejor del verano. Su padre había preparado el desayuno: tostadas con tomate, aceite y sal, junto con un zumo recién exprimido de naranja. Lo tomó sin despegarse de su sonrisa angelical a la que le faltaban dos dientes de leche. El día que se le cayeron, Pérez el ratoncito, dejó una sorpresa debajo de su almohada a cambio de sus dientecitos.

Mateo se sorprendió cuando un bulto sobresalía de su almohada y la levantó. Descubrió una pequeña caja envuelta en papel rojo con un lazo del mismo color. Entusiasmado llamó a sus padres para que junto a él averiguaran el contenido. ¡Una lupa!

Días atrás había estado lloviendo y no podía jugar a ser Sherlock Holmes. Sin embargo aquella mañana iba a convertirse en el verdadero detective. Por el parque. Acompañado de Abie.

- Tata, ¿jugamos a ser detectives?

- Tú cuentas hasta cien y yo me escondo. Dejaré algunas pistas para que me puedas encontrar- dicho esto, la hermana buscó un lugar en el que ocultarse mientras Tootles contaba.

- ... y cien. Allá voy.

Inspeccionaba cada rincón del parque con la lupa. Encontró la chaqueta de su hermana colgada en la rama de un árbol. La manga señalaba un estanque al final de un camino de piedras. Más adelante observó una pulsera, iba por el camino correcto. Poco antes de llegar al estanque, pisó una losa inestable. Mateo perdió el equilibrio.

Levantó la baldosa de piedra cuidadosamente por si Abie había escondido alguna pista bajo ella, mas lo único que había era una bolsita roja con un lazo igual al de la caja de la lupa. Antes de descubrir el contenido de ella, reparó en la baldosa de piedra. Tenía una frase grabada, una inscripción.

"Piensa en cosas felices y podrás volar"

Inesperadamente comenzó a oírse el tintineo de una campanilla a lo lejos. Aquel sonido se aproximaba haciéndose más fuerte. Un haz de luz chocó contra la bolsita esparciendo un brillante polvo por encima de Tootles. Cuando la luz se difuminó, confuso sentía que estaba flotando en el aire. Verdaderamente estaba volando.

De nuevo pudo oírse el tintineo. Se percató de que era un hada y ella le mostraba un camino hacía un nuevo lugar. Se decidió a seguirle y juntos surcaron el cielo rumbo al país de Nunca Jamás.

Tootles vivió muchísimas aventuras en aquella isla. Historias que deben ser contadas en otra ocasión.


Palabras: Inscripción y losa.

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