Hogar.

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"Como en casa no se está en ningún sitio"

Sólo una hora más y voy a estar en casa -repetía mentalmente, una y otra vez, mientras miraba por la ventanilla del avión.

A pesar de que me encanta mi trabajo, las reuniones que me llevan lejos de casa se me hacen cada vez más difíciles de soportar.

Cuatro días lejos de ellos y cuento los minutos para verlos.

Puede que parezca poco tiempo, pero hace dos días Milo empezó el preescolar en una nueva escuela.
Verlo en fotos con la carita emocianada, de la mano de su mamá, no era suficiente. Deseaba haber podido abrazarlo; decirle que no esté nervioso, que iba a hacer un montón de amiguitos. Esperarlo, junto a su mamá y su hermanito, a la hora de salida y llevarlos a tomar un helado para festejar el primer día de clases de mi pequeño.

Me dolía en el alma habérmelo perdido, pero pensaba compensarlos llevándolos a cenar a ese restaurante con pelotero que tanto les gustaba.
Quería ver sus ojitos cuando me cuente sus aventuras, intercalando entre palabras mal pronunciadas y señas.

Adoptamos a Camilo cuando tenía dos años. Había sido abandonado por su madre en el hospital donde nació. No pudieron localizarla, por lo que a los seis meses de vida, Milo entró en el sistema de adopciones. A pesar de ser un niño inteligente y vivaz, su condición hacía difícil la tarea de encontrar una familia.

A nosotros jamás nos importó su sordera.
Es un niño precioso, tierno y bondadoso. Para él, el no haber podido escuchar ni hablar (hasta hace unos meses), no era un impedimento. Siempre se hace entender, nunca pierde la paciencia y le encanta contar sus aventuras.
Puedes ver en el reflejo de sus ojos la emoción, la inocencia

Hace ya más de un año que se realizó la operación donde le colocaron un aparato que le permite escuchar. Habíamos estado esperándolo con tantas ansias...

*-¿Por qué llora mamá? ¿le duele la panza? ¿Está bien mi hermanito? -preguntó mi pequeño, mirándome preocupado, con lagrimitas en los ojos.
-Sí, campeón, tu hermanito está bien protegido en la panza de mamá. Ella solo está feliz y emocionada porque dentro de un tiempo podrás escuchar y aprender a hablar mejor- me arrodillé a su altura para poder verlo mejor- Vas a escuchar un montón de hermosos sonidos. Como el sonido de la lluvia donde te gusta jugar o el ladrido de Shilo... ¿te gustaría escuchar esos sonidos, pequeño?
-Sí, quiero escuchar la risa de mamá y tu voz para que me cantes como le cantas a ella... y quiero aprender a hablar así puedo enseñarle a mi hermanito cuando salga de la panza de mamá -lo abracé fuerte contra mi pecho y rogué a Dios que todo saliera bien.

***

-¡Papi! ¡Mami, ya llegó papi!
-Hola campeón, te extrañé. ¿Cómo estás? -dije alzándolo y hacíendolo girar, mientras él reía a carcajadas.

Adoraba estas bienvenidas.

-Hola, amor. ¿Qué tal el viaje? Te extrañamos -la escuché antes de verla.
-Agotador, aburrido. Yo los extrañé más -contesté caminando a su encuentro y, colocando a Milo en mi cadera, la tomé de la cintura atrayéndola hacia mí para poder besarla, y a nuestro bebé que estaba en sus brazos.

Mi hogar... Ellos.

No cambiaría nada de lo que tuvimos que pasar, aunque no siempre fue fácil, porque fue lo que nos trajo a este momento.

"Todo pasa por algo", solía odiar esa frase.

Pero ahora, así, con ella y nuestros hijos en mis brazos, mientras Shilo salta y ladra a nuestros pies -haciéndonos reír-, me doy cuenta que es verdad.

Todo pasa por algo.

Era el destino preparándonos para ésto. Para que sepamos valorarlo.

Porque la familia es lo más importante.

Destinado a ser (Historia Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora