El Estrangulador

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El Estrangulador

-Índice-

Introito.........................................................................................................................3 El viejo mundo se muere .............................................................................................4 Miedo a lo desconocido...............................................................................................8 La muerte es el único dios que acude cuando lo llamas............................................16 La Cosa que no debería ser........................................................................................32 Más allá del bien y del mal........................................................................................47

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El Estrangulador

― Introito. ―

Lovecraft y su mitología de dioses extraterrestres y monstruos de otras dimensiones forman ya parte del imaginario colectivo. Desde que el enfermizo Lovecraft comenzase a hilar las primeras lineas de su maléfica cosmogonía, una legión de seguidores ha seguido contribuyendo a aumentar, profundizar y extender los tentáculos de una realidad horrenda, ignorante e insensible a las aspiraciones humanas, formada por criaturas que, con tan solo conocer su existencia, lleva a los hombres a la locura. El Estrangulador es una humilde contribución a esta mitología que se niega a morir (porque ya sabemos que lo que no puede morir lo que puede yacer eternamente). Si bien el combustible de la obra se lo debo a Lovecraft y a su Círculo (August Derleth, Clark Ashton Smith...), iniciadores en una primigenia etapa de los mitos, la chispa inspiradora me viene tras leer “Estudio en esmeralda”, de Neil Gaiman. La idea de un mundo impregnado por los mitos, pero visto a través de una lente alteradora me impulsó a escribir el relato que sigue a continuación, basándome en la siguiente premisa: ¿Qué sería de un mundo en el cual los mitos no fuesen solo cosas de libros arcanos y cuchicheos dementes de frenopáticos? ¿Y si la humanidad hubiese destapado, al menos parcialmente, el velo que oculta los horrores sin nombre de la mitología lovecraftiana? Busqué entonces un suceso que hubiese pasado en la realidad y me pregunté cómo sería visto a través de esta lente alteradora. Elegí así el horrible caso del Estrangulador de Boston y lo modifiqué para que fuese una historia que respondiese las cuestiones que me había planteado. Con este leitmotiv les presento El Estrangulador. Espero que sea de su agrado. A. J. Dionisio ajdionisiov@gmail.com

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El Estrangulador

―1. El viejo mundo se muere.―

El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos. – Antonio Gramsci ...Las autoridades de Boston han continuado la búsqueda del pequeño Thomas Symanski, de 7 años, desaparecido a la salida del colegio el pasado martes. El señor y la señora Symanski se han mostrado muy compungidos y han lanzado un llamamiento de ayuda a quien quiera que haya visto algo. Si usted tiene alguna pista del paradero del pequeño Thomas, por favor, póngase en contacto con la policía...

l día estaba gris y plomizo. Las nubes formaban un espeso caparazón sobre los rascacielos de Boston, brillantes por la lluvia que había azotado sin clemencia las calles durante la noche anterior. George, sentado en su coche esperando a que el semáforo se pusiese en verde, encendió el enésimo cigarrillo aquella mañana, mientras con una mano ajustaba el espejo retrovisor de su Fairlane del 56. Apenas recordaba cuando había sido la última vez que vio el sol lucir sobre las siempre húmedas calles de Boston. El cielo parecía siempre estar a punto de desprenderse, con sus desgarrados y abotargados brazos de nubes negras formando bucles y... y tentáculos. Miró hacia la calle. Un vendedor de perritos calientes trataba de hacer negocio en la puerta de un edificio de oficinas. Aquel hombre era una momia viviente, con su pellejo pegado a un montón de huesos de aspecto quebradizo. ¿Qué demonios le pasaba a un país que obligaba a trabajar a la gente hasta que caían muertos? Lanzó una bocanada de humo y sonrió para si mismo con cierta ironía. Sería interesante que alguien le respondiese qué demonios le pasa al país. La luz se puso en verde y continuó su camino, hacia el sur. Había aparecido otra víctima, y ya iban 4 en las últimas semanas. Todas muertas en casa, solas, y tras haber sufrido una inenarrable violencia. Para cuando llegó al lugar del crimen una fina llovizna había empezado a caer. Un policía de aspecto bisoño, que se había dejado crecer el bigote para parecer más adulto, se encargaba de parar los pies a la prensa, que lanzaba preguntas y fotos a golpe de flash sobre la entrada de la vivienda de ladrillo rojo y sobre cualquiera que pasase cerca. Algunas cayeron sobre George, pero resbalaron sobre él de la misma manera que las gotitas de lluvia sobre su gabardina beige. Un par de árboles sin hojas mostraban sus desnudos esqueletos a la prensa, junto con una farola, entre el cordón policial y el discreto porche de entrada. Collins le estaba esperando, con su rostro sonrosado e inflado y su labio inferior protuberante, como una berenjena. – ¿Qué tal, Hampton? ―dijo, resollando. Siempre resollaba, como si le faltase el aire. George había comprendido que sus pulmones se asfixiaban bajo las capas y capas de grasa. 4

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