Tres

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CAPITULO EDITADO


12.08 am.-

Me levanté tarde, gracias a que la alarma de mi despertador no sonó.

No tenía ni ganas de moverme, no tenía ganas de hacer absolutamente nada, y menos aún de que mis papás me regañaran por el hecho de haber despertado tan tarde. Rápidamente me aseé, hice mis necesidades, me vestí y corrí, literalmente, por las escaleras hasta llegar al salón, donde sólo se encontraba Marianne, la sirvienta que teníamos en casa y la cual se mudaría con nosotros. Ella estaba recogiendo y limpiando la mesa en la que anteriormente, mis papás habían desayunado.

-Buenos días señorita Lisa. -Me dijo Marianne, haciendo una pequeña reverencia.- La señora Evans me dijo que cuando usted se levantara, desayunara y se preparara para ir a visitar a sus abuelos.

-Marianne, por favor te he dicho mil veces que me puedes tutear, no me importa en absoluto, es más exijo que me tutees. -Sonriendo sin más, las palabras salieron de mi boca. Marianne me parecía, sinceramente, una persona encantadora, por el simple hecho de que decía todo lo que se le pasaba por la cabeza, eso sí, siempre muy educadamente. -Y en cuanto a desayunar, no tengo hambre.

-Señorita Li.. ¡Perdón! Es la costumbre, Lisa, tienes que desayunar, sino te quedarás en los huesos y te verás igual que un esqueleto andante y parlante.

-¡De verdad, me agradas mucho! -Dije como pude entre carcajadas y me dirigí hacia ella para darle un abrazo, lo cual era bastante raro en mi. Ella al principio se sorprendió, pero rápidamente me rodeó con sus brazos también.

-Creo que jamás me han tratado tan bien como me tratas tú, Lisa, gracias.

-No tienes que darlas, puede que seamos buenas amigas a partir de ahora.

-Sería más que un placer para mí. -Sonreí.

-Bueno, debo ir a ver a mis papás, creo que me darán el sermón del siglo. Nos vemos Marianne.

-¡Hasta pronto!

Salí del gran salón en el que ahora solo se encontraba la vieja mesa de roble de herencia familiar y unas cuantas sillas. Fui directamente al jardín donde se encontraba mi mamá leyendo un libro y tomando un granizado de fresa, que para mi gusto sabía asquerosamente mal.

-Mamá, siento la tardanza, pero mi despertador no sonó. -Me disculpe, aunque sabía que por mucho que hiciera, se avecinaba una lluvia de críticas y reproches.

-No te preocupes, no tienes que hacer nada importante, solo prepárate en media hora nos vamos. -No es posible que ésta persona, sea mi mamá. No me dijo absolutamente nada al respecto y eso me intimidaba.

-De-deacuerdo mamá. -Tartamudeé atónita.

-Esta vez te escapas de una reprimenda porque tu papá dijo que no era necesaria tu presencia para cagar las cosas en el auto. A la próxima ya veremos, andate con cuidado. Ya puedes irte a preparar.

-Vale mamá, lo siento mucho. No volverá a pasar.

-Eso espero y ahora vete.

Dicho esto último, mamá volvió la vista a su libro, para así dejar de prestarme la poca atención que tenía puesta sobre mí y yo giré sobre mí misma y comencé a caminar a mi habitación para prepararme.

Elegí un jeans negro a juego con un top blanco y mis, inseparables, converses blancas. A mamá no le agradaban mucho mis looks, pero pasaba de mi, en cambio papá amaba que tubiera mi propio estilo y que no me dejara influenciar por "la fama de mis papás".

(...)

La despedida con mis abuelos, fue como esperaba. La abuela lloró y no paró de abrazarme en toda la tarde, ella era amable, cariñosa y simpática, todo lo contrario al abuelo, antipático, antisocial e irritante, casi ni se despidió de nosotros. Ya sabía de donde había sacado el carácter mamá, ella era una fotocopia del abuelo.

9.15 pm.-

Esa noche la pasaríamos en casa del abuelo y la abuela, porque estaba más cerca del aeropuerto y así tardaríamos menos en embarcar en el avión. El avión salia a las 5.15 am. desde el aeropuerto principal de Sydney, donde actualmente y por pocas horas más, resido.

Decidí hacer skype con Megan y Brad para entretenerme un poco y desconectar de la abrumante realidad.

Cuando terminamos de hablar por skype, las lágrimas caían sin consuelo por mis mejillas rojas de sobarlas, nos habíamos prometido que haríamos video llamada por lo menos una vez a la semana y que nuestros corazones siempre permanecerían unidos a pesar de la distancia.
Esta situación me rompía por dentro lenta y dolorosamente, y sin poder evitalo.

Cuando me di cuenta, eran las 11.30 pm, me había pasado media hora llorando y pensando en todo.

El sueño se apoderaba de mi por lo que me fui a dormir.

4.30 am.-

Mamá entró por la puerta de mi habitación gritando y abriendo la vieja y pesada ventana que daba a el jardín interior de la casa. Instantáneamente, el aire frío entró por ella, dejándome a su paso la piel erizada.

Me vestí con un short negro desgastado, una camiseta ancha color violeta y unas converses negras de mi gran colección.

Nos subimos al auto y tomamos rumbo hacia el aeropuerto.

- Pasajeros del vuelo 672 con destino Omaha, Nebraska, por favor embarquen.

Y ahí estaba esa insoportable voz, la cual no quería oír pero sabía que tarde o temprano oiría, y ese momento había llegado.

Miré hacia abajo, a través de las nubes, Sydney lucía realmente linda desde las nubes, era increíble. Lastima que fuera la última vez por un tiempo que viera esas vistas.

Regresé la vista a mi papá porque me preguntaba algo, algo que no logré escuchar.

-Emm... Papá, ¿Me decías algo?

-Sí hija, quería saber si te acuerdas de los Johnson.

-Algo, pero muy poco.

-Espero que Jack y tú os llevéis mejor que de pequeños. -Rió.

-Espero. -Le sonreí sin ganas.

Muy en el fondo quería llegar a mi nuevo hogar y terminar ya con esta tortura.

Quería ver a Jack, porque tenía curiosidad acerca de si había cambiado o no, realmente pensaba que eso sería algo prácticamente imposible, pero tenía una pequeña esperanza de que lo hubiera hecho y que no fuera el niño insoportable de antes.
Jack ahora tiene 20 años y no quiero ni imaginar la pesadilla que tendré que aguantar si es el mismo que cuando tenía 10.

No quiero imaginar nuevamente mi vida junto a él.


In The Dark | jack jDonde viven las historias. Descúbrelo ahora