CAPITULO 7

66 3 0
                                    

―Tú eras su nieta consentida. Sería una gran falta de respeto para tu abuelo si no vas y lo despides como se debe ―escuché a mis espaldas la voz reseca de mi tía Casia, una de las hermanas de mitad demi padre.
Al girarme me topé con su regordeta figura y su mirada llena de superioridad. Siempre que me observaba parecía molestarse por alguna razón:
―S-si ―dije tímidamente mientras me giraba para saludarla y darle el pésame. Ella era la mayor de las hermas, y también la más difícil de complacer; mi abuelita en vida siempre había culpado a mi abuelo que por su culpa y por darle todo lo que la tía Casia quería la habían malcriado; y gracias a eso se había vuelto una señora superficial, a la cual solamente le importaba el estatus social.
Como siempre ella me miraba con aquellos ojos castaños llenos de desprecio y a diferencia de la mayoría de las personas presentes, en su rechoncho rostro no se marcaba alguna expresión de tristeza, sino más bien de molestia.
Ella de mala gana aceptó el abrazo, y con sus gruesos brazos rodeó mi cuerpo por unos segundos para después soltarlo sin poder evitar esconder su disgustó
―Con permiso ―dijo de mala gana después de darme el abrazo al tiempo que se alejaba de mi,desapareciendo entre la multitud.
En verdad no quería ir pero mi tía no me dejaba otra alternativa; ya que sabía que ella estaría a mis espaldas observándome y asegurándose que yo estuviera haciendo lo que ella había decretado.
Para mi infortunio mi hermano ya no se encontraba ahí ya que había sido arrastrado por mis primas en una de sus charlas, dejándome sola en aquel lugar.
Apesadumbrada y temblorosa me acerqué lentamente hacia el sarcófago: su delgado, pálido y demacrado semblante, con sus blancos y largos cabellos peinados en la típica coleta que él solía hacerse todos los días y un elegante traje de vestir, se encontraba él apuntando con sus ojos ojerosos y rostro durmiente directamente a mí. Finalmente dejé de contenerme y pegué un grito lleno de martirio y aflicción, el cual reflejaba el gran desgarre que en estos momentos mi alma estaba sintiendo.
Me tumbé en el ataúd, y abrazándolo con todas mis fuerzas imaginé que pronto mi querido abuelito despertaría y me abrazaría cálidamente mientras serenamente me calmaría para que así dejara de llorar,como siempre lo había hecho.
―No, no, no, no, ¡no! ―Repetía sin cesar con una tortura en mi interior tan grande que inclusive me hacía querer desaparecer de este mundo para poder así estar a su lado.
Muchos decían que el rostro de un fallecido era igual que el de una persona dormida. Para mí esa era una gran falacia ya que el rostro de alguien cuya alma abandonó su cuerpo era frío, grisáceo y vacío.
En cambio el de alguien durmiente se mantenía rosado, regocijante en vida y brillante de esperanza.
―Abuelito ―susurré con un enorme nudo en la garganta. Mis ojos estaban tan nublados en las lágrimas que en estos momentos me era imposible poder ver con claridad:
―No me hagas esto ―imploré llena de pesar.
Recordé como siempre desde pequeña me gustaba poner mis manos encima de su barbilla partida y sentir los pequeños pero picudos bellos de su barba raspar ligeramente mis manos y la risa que al él le provocaba que yo hiciera eso.
―Todo está bien, él finalmente está al lado de abuelita.
Por favor ya no llores ―escuchaba detrás de mí la voz de mi hermano mientras una de sus manos se recargaba encima de mi hombro.
―¿No estabas con nuestras primas? ―Pregunté roncamente al mismo tiempo que él cuidadosamente secaba las lágrimas de mis ojos con susmanos.
―No estoy de humor para hablar con ellas ―admitió. Después de eso me dio un abrazo y me encaminó hacia donde nuestros padres estaban.
Me sentí tan aliviada de alejarme de aquel lugar.
Aun así el dolor nunca se iría; aquella agonía que sentía permanecía fuertemente arraigada dentro de mi.
―¿Pasaremos la noche aquí? ―Le pregunté a mi mamá mientras intentaba secarme las lágrimas torpemente con mi muñeca.
―Sí.
El resto del tiempo estuve al lado de mi familia intentado sobrepasar aquel inmensamente agonizante momento de dolor los unos con los otros.
Estaban a punto de ser las doce y Michalis aún no contestaba mis llamadas, no podía dormirme sin antes renovar mis votos con él.
―Michalis, por favor contesta el teléfono ―pedía preocupada, intentando no alzar la voz mientras grababa mi mensaje en la contestadora. Afortunadamente después de decir eso escuché como éste presionaba el botón de atender.
―Dilo rápido―dijo secamente.
―Por favor no nos hagas daño a mi familia o a mí y protégenos y también contesta mis llamadas.
―Comprendo,adiós―despuésdeesocolgó.
Renovar nuestros votos por teléfono era mucho más sencillo que hacerlo en persona, por lo cual había decidido que no solamente mientras estuviera fuera de la casa, si no que cuando llegara nuevamente, seguiría manteniendo el contrato llamándole al celular.
Así evitaría verlo directamente.
Al día siguiente el entierro para mi desgracia fue aún más desgarrador e insoportable que el funeral por lo cual ni siquiera osé mirar a mi abuelo ser sumergido bajo tierra; me encontraba lo más alejada posible de aquel gentío, mirando con los ojos húmedos hacia el cielo nublado y mordiendo mis labios con fuerza, intentando distraerme en otra cosa que no fuera la idea de que mi abuelo estuviera siendo sepultado.
El cielo estaba de un deprimente color grisáceo, el cual cada vez se oscurecía más y más, haciendo parecer que en cualquier momento un chubasco caería por encima de todos nosotros e inclusive mi nariz estaba comenzando a percibir el aroma de la humedad en la tierra; el taciturno paisaje provocaba que mi depresión, la cual ya era bastante, incrementará aúnmás. ...Y ahí estaba aquel particular y hermoso joven que al igual que yo era ignorado por la mayoría de los presentes; portando un fino traje de vestir con chaleco negro y manteniendo su distancia de aquella muche dumbre al lado mío con un paraguas gris entre sus manos mirando gélidamente hacia la dirección de mi abuelo; en estos momentos su piel nívea resaltaba exageradamente gracias a su traje, ojos y cabellos tan oscuros como la noche. ―¿Qué haces aquí?―Pregunté anonadada. Su cabeza se agachó un poco para poder apreciarme, penetrando hasta los más oscuros confines de mi alma con aquella lóbrega mirada.
―¿Por qué tú no lo estás acompañando? ―Preguntó, alzando sus larguísimas pestañas hacia el horizonte.
Sin poder seguir mirándolo directamente al rostro, agaché mi mirada hacia el pasto, fijándola en mis zapatos de charol cubiertos en lodo, mientras que me llevaba una de mis manos al estómago intentando calmar las molestias que repentinamente habían aparecido después de dos días llenos de estrés y aflicción.
―No quiero ver como entierran a mi abuelo.
No creo poder soportarlo―admití.
Escuché una seca y leve risa, por lo cual un tanto cohibida me giré para poder apreciarlo y distinguir como las comisuras de sus labios se habían ensanchado un poco de lado a lado.
―¿Ves eso? ―Preguntó señalando hacia un árbol aledaño dándole un un giro de trescientos sesenta grados al tema
Por alguna extraña razón Michalis estaba un poco más amigable de lo normal. Probablemente el motivo de su alegría era la misma que el de mi pesar.
Era más que obvio que por alguna razón él le tenía un gran resentimiento al abuelo.
―¿Un árbol?―Presta más atención...
―¿Un panal de abejas?
―¿Qué? Eso no...
―al parecer lo había desesperado, por lo cual, molesto tomó mi rostro entre sus manos y lo giró específicamente al lugar el cual el señalaba.
Fijando un poco más mi vista advertí una tenue sombra turbia en el tronco de aquel árbol, la cual tenía el mismo tamaño que un niño pequeño y lo recorría como si estuviera merodeando a sus alrededores para después, como un espectro, desaparecer en las profundidades del bosque.
―Hay más, mira a tu alrededor ―al girar mi cabeza vi que al igual que esa sombra, había más manchas grisáceas en el paisaje que aunque a simple vista eran fácilmente pasadas por alto, al prestar un poco de más atención se clarificaban y se hacía evidente que no eran normales.
―¿Son espíritus?―Pregunté.
―Son demonios ―aclaró.
Al escuchar eso mi cuerpo entero se erizó.
―¿P-porqué se ven diferentes a ti?
Siempre había sabido acerca de la existencia de los entes malignos, pero nunca les había prestado tanta importancia a como lo estaba haciendo ahora que conocía a Michalis.
Lo más sorprende era que al contrario de éste o de las descripciones que mi abuelo me solía dar, esas esencias ni siquiera tenían una forma propia, simplemente parecían vestigios o fragmentos oscuros y traslucidos de objetos con formas difusas.
―Somos de diferentes razas, aparte, aunque ellos pudieran materializarse sería un desperdicio de energía. Probablemente antes de la muerte de tu abuelo nunca los habías visto ya que él te protegía.
―¿Por eso viniste?―Pregunté interrumpiéndolo.
―El hechizo que tengo me hace sentir cada vez que estas en peligro; al alejarte de aquella multitud y adentrarte al bosque donde ellos se esconden te pones en riesgo y más ahora que tu abuelo se ha ido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 03, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

❤MI DEMONIO OSCURO❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora