01 - Anne.

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— ¡Por los Dioses Anne! — Reprochaba Atenea entrando a la alcoba. — Acabas de hacer enojar a Zeus con todas aquellas confesiones.

Pasó sus manos, tan blancas y delicadas como papel de seda, por su recogido cabello castaño. Afrodita solo la miraba con furia palpante que hacia latir más rápido el corazón dentro de su pecho. Estaba enojada. Con Zeus. Con Atenea. ¡Con ella misma!. Si solo se hubiera callado.

— ¿No podías comentarlo en privado, a mí en particular? ¡Pero no! tu tenías que comunicarlo en el Consejo. — Anne rodó los ojos.

— No entiendo porque debemos obedecer sus caprichos. Yo también soy una Diosa. ¡La grande y maravillosa Afrodita! Y, sin embargo, no me toman en cuenta para nada. — Bramó. — Mi pequeño no tiene la culpa.

Afrodita, que tenía sus manos ocupadas acomodando sus claveles, las dejó caer sobre su regazo y cerró sus ojos azules con fuerza. Era más que obvio que le dolía, no quería abandonar a su hijo. No podía si quiera pensarlo. Y Atenea lo sabía.

— No, no tiene la culpa. — Fue lo único que dio como soporte a su hermana. No era que no fueran cercanas pero tenía que mantenerse neutral.

— Es una criatura inocente que solo está aprendiendo de la vida. — Esa voz resonó por el umbral de la habitación. Las hermanas giraron sus rostros y detallaron a Hera, madre de los cielos y esposa de Zeus, parada firmemente y acercándose a paso lento.

— ¡Gracias! — Respondió con ironía. — Ahora, si puedes hablar con tu marido cabezota sería asombroso. — Se cruzó de brazos y la miró acusadora.

— Anne, lo lamento tanto. Pero sabes que no me es posible interferir con los mandados de Zeus. — Habló lentamente. Su voz era serena y fría, tanto que los vellos de la nuca se le erizaron a Atenea.

Ésta interrumpió la conversación en una postura de incomodidad.

— ¡Algo habrá que hacer! No quiero pensar en apartarme de mi pequeño sobrino. — Suspiró. — El pequeño Niall necesita apoyo, no es común ver a muchos niños por aquí. Quisiera quedarme con él.

— Y yo. — Habló su hermana, Anne. — Pero sigo sin entender por qué él se debe ir. A mis otros hijos les otorgó las de quedarse y a Niall... Oh, mi pequeño bebé... — Cerró sus ojos con fuerza tratando de alejar el atormentante pensamiento. — lo destierra sin más. ¡No es justo! — Gritó furica.

Los sollozos de Afrodita resonaron sin parar esperando que todo aquello fuera una jugarreta.

¿Cómo podían desterrar a su hijo menor?

No es como si ella no quisiera a sus otros hijos pero había algo en Niall que le hacía añorar. Se culpó mil y un veces por haber confesado quien era el padre de su hijo, de haber sabido como reaccionaria el Consejo y, por sobre todo, Zeus de sus labios no habría salido ni Pío al respecto. Lamentándose pensó en una solución pero no la había, "así pasaron las cosas y así han de ser" , le había dicho el Dios Supremo. Justo ahora podría estar jugueteando con él, corriendo por los amplios pasillos y viendo flores en el Gard del Olímpo. Todo aquello solo formaba parte de un vil sueño y se lamentó más porque ese niño, su pequeño, crecería sin una madre a su lado.

Atenea suavizó sus facciones y se acercó a su hermana postrada sobre la cama abrazándola en busca de brindar su consuelo. Éstos constaban de frases como "Calma, todo estará bien" , "No te preocupes" . Era lógico que no tenía presente que decirle, a pesar de ser la Diosa de la sabiduría, no tenia palabras para calmar el dolor de una madre y menos si se trataba de su hermana.

— Lo lamento mucho, de verdad. — La voz de Hera, que se había mantenido en un inquietante silencio, resonó palpitante por toda la alcoba. — No puedo hacer nada. — Todas sabían que no podía ni quería hacer nada al respecto. Ella era cruel y despiadada no se iba a ablandar solo por un hijo ajeno.

Que ella tomara riendas sin consultar a Zeus era conocido como una traición hacia su esposo. A excepción de aquella vez con Hefesto, el cual fue desterrado y llamado monstruo por su mismísima madre, Hera.

Al salir ésta de la habitación pensó.

Pensó en el tiempo que quedaba, Pensó en los ojitos de su pequeño al marcharse. Pensó en que... se podría convertir en un mortal corriente y este último pensamiento la aterró. Secó sus lágrimas, salió corriendo y pisando fuerte rumbo a su hijo.

— ¿Qué...? — Dejó a su hermana con la palabra en la boca.

Sin importarle mucho la perplejidad de su hermana continuó con su camino. Pasillo que pasaba se llenaba de nervios, no lo encontraba. Un segundo después miró hacia sus espaldas contemplando al pequeño ojiazul con una mirada de confusión hacia su madre.

— ¿Qué es lo que ocurre mami? — Preguntó Niall. Sus facciones se suavizaron al ver el rostro de su pequeño frente a ella.

— ¡Niall! mi pequeño. — Lo abrazó. — He... de contarte algo.

— ¿Qué pasa? — Sus ojos brillaron asustados.

— Tu estadía aquí hijo... será corta. Pero te diré desde ahora que tu nunca estarás solo ¿De acuerdo? — Niall asintió confuso. — No podré ir contigo adonde vas...

— ¿Por qué no mami? — Interrumpió. El ceño de su hijo se fruncio levemente.

— Porque estarás con tu padre allá abajo. — Intentó razonarle.

— Pero yo quiero estar contigo, no con él. — Afrodita volvió a abrazar a su hijo y éste hizo un puchero, su labio inferior temblaba y ella creyó que rompería a llorar en cualquier segundo.

— Físicamente, no estaré pero no te voy a abandonar. — Besó la coronilla de su hijo y luego en la frente y con eso dándole un don, el cual impediría que Niall se convirtiera en un mortal.

— ¿Me lo prometes? — Cuestionó.

— Te lo prometo. — Niall sonrió y secó con el dorso de su muñeca las lágrimas que luchaban por salir a la luz. Abrazó fuertemente a su madre y le susurró un "Te quiero mucho" y corrió a jugar.

Aunque sabía que su hijo lo entendía, no tenía información sobre si comprendía la gravedad del asunto.

A Niall, su chicuelo, le esperaban cosas que no estaban ni cerca de ser portentosas.

— Yo también te quiero bebé...

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Hey :) Les dejé una sorpresa y de verdad espero les guste el primer capitulo de NDM

Las quiero un millón!

Niall de Macedonia | Book #2 - Precuela TSGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora