02 - Toque.

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— ¡Es sólo un niño Crónida! No está bien que intentes hacer daño a Anne a través de su hijo. — Protestó Dioniso en voz grave. Zeus lo miró con repulsión gritando las siguientes palabras:

— ¡SU NOMBRE ES AFRODITA! Es irrespetuoso que se haga llamar "Anne" — Enfatizó con los dedos índice y medio. — Quiero su felicidad, pero esa traidora debe pagar.

Dioniso agrandó los ojos a lo que Zeus se giró con aire superior. ¿Qué clase de padre era él? Sin embargo respiró profundo y continuó con su discurso.

— Es inaudito desterrarlo como habéis hecho con Hefesto. — El estrepitoso sonido ensordecedor del rayo del Crónida retumbó. Dioniso dio un salto un tanto alterado por el comportamiento del Dios Supremo. Inmaduro, pensó.

Volteó su rostro en dirección al dios nacido tres veces.

— Es un monstruo, tal y como lo era Hefesto. — Tomó aire y exhaló brusco. — Y Afrodita, tu querida "Anne" volvió a hacer de las suyas. Metió la pata y debe pagarlo. — Giró completamente. La larga túnica blanca del Crónida se atascó haciendo que éste bajara la cabeza al suelo. Dioniso quería reír pero todo acabaría peor. Aclaró su garganta y espero. — Lo lamento, dificultades con la nueva vestimenta. — Pasó por sus cabellos largos una de sus manos huesudas. — ¿Por qué ha de meterse donde no la llaman? — Exclamó.

— Es tu hija. ¿Podrías dejar de ser solo un poco desgraciado? — Sus ojos se agrandaron de la impresión — Comprende...

— ¡Comprende tú! Esa idiota... — Estiró su brazo en dirección a la puerta — está arruinando al Olímpo y acabará con todos.

— ¡Tonterías!

— A callar, basta. Podría desterrarte con él, hijo mío. ¿Quieres eso? — Dioniso tragó duramente. — Eso pensé. Ahora, vete. — Y así se dio por acabada la conversación.

El dios salió confundido. ¿Cómo no lo persuadió, cómo se dejó chantajear?

Estaba muy decepcionado de sí mismo. No lo logró. Sin poder pronunciar nada coherente que saliera de sus labios agarró el pomo de la puerta y dio un portazo estremecedor. Recorrió pasillo amplios y confusos hasta parar en la habitación del pequeño Niall. Entró. Afrodita yacía en una cama llorando cual magdalena. Se lamentó internamente con sus ojos verdes cristalizados. Se acercó a paso lento hasta que los separaban centímetros. La miró; tan hermosa como siempre lo había sido. Sin pedir permiso la tomó entre sus brazos y la abrazó muy fuerte provocando un quejido ahogado de su parte. Él la amaba, pero no le correspondía. Ella estaba casada con Hefesto y él era uno de sus más grandes amigos. No podía hacerle eso. No ha él.

Afrodita rompió el silencio con voz entrecortada.

— Haz hecho lo que has podido. — Él vaciló pero terminó asintiendo. — Te lo agradezco mucho. — Murmuró. El dios rompió con el abrazo y secó las mejillas humedecidas de ella. Le dolía verla triste.

— Quizás no haya sido suficiente. — Anne negó con su cabeza. Estaba demente por pensar eso de él. — Hablaré con el de nuevo, lo haré entrar en razón y voy a...

— No pienses de esa manera. — La diosa tocó su rostro. La atención que pensó necesitar antes ya la había tenido desde siempre. En él. En Dioniso.

Miró al vacío por unos segundos. Pensó en soluciones... nada.

— Aprecio lo que estás haciendo. — Elevó su mentón para dar un cruce de miradas. Ella lo conocía y algo lo preocupaba. — Te quiero, ¿lo sabes no?

— Lo sé. — Se preguntó si debía decírselo también pero supuso que ella ya lo sabía. No podrían darse el lujo de revolcarse en una situación como esa.

Niall de Macedonia | Book #2 - Precuela TSGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora