El primer día de clases fue agotador y todavía no terminaba. Después del almuerzo tenía dos horas de literatura y una de taller, pero no quería pensar en eso todavía así que me dirigí al comedor y me serví lo de siempre; agua saborizada y un sándwich de carne. El hambre me estaba matando así que busqué una mesa vacía y fuí directo hacia ella. Supongo que no hace falta aclarar que me senté sola porque, como dije antes, no tenía amigos en el establecimiento ni me interesaba encontrarlos. No es de aguafiestas, en serio, si no que ya era mi ante último año en esa escuela y no me parecía necesario hacer amigos a esa instancia. De todos modos no me importaba, no era algo que me afectara.
Me senté y disfrute mi comida, estaba deliciosa. No sabía si era porque aquel año habían cambiado las cocineras o porque tenía un hambre infernal.—Parece que no has comido en décadas— Musitó alguien a mi lado. Alcé la mirada y mis ojos no dieron crédito a lo que veía; metro ochenta, ojos azules mandíbula marcada y un pelo negro azabache rebelde como el de un león, lo reconocería donde fuera. Daniel Blumer.
¿Por qué Daniel Blumer se estaba sentando en mi mesa? No tenía sentido, ese chico tenía una reputación. No quiero decir que verlo conmigo podía hacer que la pierda, pero me refiero a que tiene amigos... Él no tiene necesidad de estar sentándose conmigo ni de darme consejos sobre como debo comer mi comida.
—Buena elección— Dijo, lo miré con el ceño fruncido. Supongo que mi extraña actitud se debía a que no tenía una sola idea de cómo debía actuar— a la comida me refiero —aclaró mientras miraba lo poco que quedaba de mi sándwich. Y aquí vamos otra vez con esta pregunta; ¿Por qué me estaba hablando?— .Oh, lo siento. Pensarás que soy un desubicado. Mi nombre es...
—Daniel Blumer— Lo interrumpí mientras terminaba lo poco que quedaba de mi comida. Las palabras salieron de mi boca incluso antes de darme cuenta lo que podría implicar que yo supiera su nombre y nunca antes habíamos establecido una conversación —, compartimos algunas clases. — me excusé rápidamente.
Él me miró por un momento, como si estuviera pensando algo antes de volver a hablar.—¿Alex, verdad? — preguntó y rápidamente asentí sorprendida, no pensé que supiera mi nombre. Ya había terminado mi comida y aunque este lindo chico popular se hubiese sentado a mi lado eso no significaba nada. Yo tenía que seguir con mi rutina e ir a clase de literatura para llegar antes y repasar.
—Fue muy lindo conocerte, pero tengo literatura, es mi primer clase y la verdad prefiero estar temprano— pronuncié mis palabras ya levantándome, no quería que me dijera algo más, ya que seguramente me pediría que me quedara y no sabría que contestarle.
—Literatura Europea, aula 13, ¿verdad? — dijo rápidamente, aunque seguía sentado.
—¿Acaso me estás espiando? —Estaba demasiado asombrada así que dije lo primero que vino a mi mente sin pensarlo. Era algo que hacía cuando estaba nerviosa y ese chico lo estaba logrando.
—No, sólo que tengo la misma clase— Se explicó. La misma clase, claro, eso tiene mucho sentido ¿Cómo un chico como él iba a estar espiándome? A mí. No seas tonta Alex. Aunque eso no me dejaba en claro cómo sabía que yo estaría allí. Aunque tal vez, muy probablemente, él había nombrado esa clase al azar, esperando que luciera como una coincidencia—. Voy contigo— dijo decididamente.
—No terminaste tu comida— Observé su plato, estaba a medio comer. Por no decir que prácticamente no había comido nada.—Eso es lo de menos— dijo parándose y poniéndose a mi par, la verdad no sabía que pretendía con esta actitud extraña y en lo más profundo de mi ser esperaba que no fuera lo que me estaba imaginando, que no estuviera enamorado de mí por favor.
—Así que te gusta Pink Floyd— Fruncí el ceño ante eso y lo miré, ¿cómo siquiera sabía que me gustaba?
—Vi el logo de la banda en tu carpeta, en la anterior clase, también la compartimos juntos— expresó, como si tuviera mucha lógica. La verdad es que sí la tenía, pero lo que no la tenía era que estuviera mirando mis cosas.
—Entonces estoy en lo correcto, me espías— dije en tono triunfal y, tal vez, puedo decir que hasta con un poco de felicidad. Espero que no haya notado eso último, en cualquier caso.
—Espiar es un término feo, no me gusta, prefiero decir que soy un buen observador— Dijo sonriendo.
No pude evitar mirar su sonrisa, sus dientes blancos cada uno al lado del otro perfectamente sincronizados, pero lo que más atrajo mi atención fueron los hoyuelos que se formaron en sus mejillas me hicieron acordar a los de Sammy.
Seguí observándolo, mi madre era muy buena pintando, era algo que amaba y la verdad era muy buena en eso. Una vez le pregunte cómo hacía para hacer que sus obras lucieran tan reales y maravillosas. Fue ahí cuando me confesó que solo necesita un buen boceto. Creo que Daniel sería un boceto perfecto. De repente sentí sus penetrantes ojos claros sobre mí, me atrapó mirándolo, no tenía excusa. Puede sonar un poco idiota pero no sé mentir y se notaba claramente que lo estaba observando. Así que supongo que haber sido una buena mentirosa tampoco me habría salvado.
—Parece que no soy el único buen observador aquí— dijo en un tono burlón mientras se le escapaba otra sonrisa.
Quería decirle que parara de sonreír si de verdad quería que dejara de mirarlo, que me distraía y por una extraña razón me molestaba, pero estaba demasiado avergonzada, así que sólo logré dejar escapar una débil disculpa y seguí caminando con la vista al frente, podía sentir cómo mis mejillas ardían. Bien, genial, seguro toda mi cara estaba roja.
Llegamos a la clase y como me lo esperaba el salón estaba completamente vacío. Me senté y empecé a sacar mis cuadernos. Necesitaba estar preparada y repasar todo lo que posiblemente me fueran a enseñar, aunque dado el caso que era la primera clase no creía que fuera mucho.
—No llegó todavía, hay tiempo, tranquila— dijo entre risas. Él devuelta se estaba burlando de mí, podía notarlo por el tono de su voz.
—Me tomo esto en serio, todo esto de la escuela hablo, si te molesta puedes irte con tus amigos no te culpo, pero debo repasar— Dije aquello muy seriamente y sin mirarlo.
Yo no quería espantarlo ni nada de eso y lo que menos quería era incomodarlo o hacerlo sentir mal, pero no iba a dejar quien era ni cambiar mis convicciones solo porque un chico lindo me hablara. Por otro lado él no dijo nada, pero tampoco se fue sino que se quedo ahí sentando.
Traté de ignorarlo y seguí con lo mío, no me atrevía a mirarlo, ¿Qué mostraría su cara? ¿Desilusión? ¿Sorpresa? ¿Enojo? Bueno eso es todo, tenía que sacarlo de mi cabeza, no importaba, si seguía pensando en él no entendería nada de lo que trataba de leer, pero por más que intentara concentrarme no podía sacar su sonrisa de mi mente, no dejaba de distraerme ese recuerdo y tampoco me dejaba prestar atención a lo que estaba haciendo.
¿Qué me estaba pasando? Tenía que parar con esto lo más pronto posible y mientras fuera antes mejor.
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Las casualidades no existen.
RandomAlexia, una chica de diecisiete años muy diferente a las chicas de su edad, madura y decidida, con un único objetivo en su vida, independizarse, para poder hacerse plenamente cargo de su hermano menor. Ella cree que ya tiene toda su vida planeada qu...