Día 2. Si no puedes con el enemigo, únete a él

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    −Pst. Oye... −Escuché un leve susurro que parecía provenir de cerca− Kyung, joder. Despiértate, maldita vaga babea almohadas ajenas de mierda.

− ¿E-Eh...? –Entré abrí como buenamente pude los ojos, que quedaron cejados por el brillo indecente de la luz de la mañana − ¿Qué estás...? –Nada más abrirlos lo primero que vi fue la mirada de: "Estoy tramando algo y lo sabes" que Akira exponía a escasos centímetros de mi rostro.

−Has dormido toda la noche babeando encima de mi almohada y diciendo cosas MUY pervertidas –dijo sin quitar esa mirada de psicópata que se recogía en sus grandes pupilas− A saber qué has soñado, Señorita "No, no toques ahí"

Mi cara comenzó a ganar un tono rojo considerablemente llamativo bajo la atenta mirada de Akira. Diría que me podría camuflar en el pelo de Jimin, que se lo acababa de teñir pelirrojo. En ese momento, Jokochi entró por la puerta.

−Señoritas, la limusina que las llevará hasta la parada del jardín botánico dentro del Parque Gran Seúl estará aquí aproximadamente dentro de una hora. Por favor, dense prisa en vestirse y tomen algo para desayunar. Visitaremos el zoológico que se encuentra allí, así que traten de llevar ropa cómoda –Jokochi limpiaba sus gafas con un paño que sostenía entre los dedos mientras observaba fijamente como me limpiaba la babilla que aún me caía de entre los labios− Si no es mucha molestia, Kyung, le aconsejaría limpiarse la cara antes de salir.

−Babosa –Dijo Akira entre carcajadas.

−Ay, déjame, loca.

−Oh, sí. Lo olvidaba. Tienen leche y una caja de cereales en la cocina para que tomen algo de desayunar. Además compré algo para picar por si quisieran tomar un poco luego. Las vendré a avisar cuando la limusina esté lista.

Me levanté de la cama con un movimiento torpe tras tropezar un par de veces para lograr ponerme en pie, no sin haberme percatado del extraño aura que envolvía a Akira. Estaba tramando algo... pero algo gordo. Con pasos poco firmes logré llegar hasta la cocina, donde tranquilamente tomé un tazón y vertí la leche junto con un puñado de cereales. Cogí una cuchara y remojé mi desayuno varias veces. Una vez terminé dejé el tazón y la cuchara donde estaban. Sospechosamente Akira no abrió el pico durante ese tiempo y se limitó a devorar un par de plátanos mientras veía un programa, que parecía ser de humor, en coreano. Eso sí, no se enteraba de una mierda pero se ría igual. Con Akira aparentemente calmada fui a vestirme, así que cogí unos pantalones cortos y una camiseta cualquiera. La verdad es que hacía un poco de calor.

Conforme iba volviendo a la cocina me di cuenta de que casi era la hora. Akira ya se había vestido y parecía estar jugando con las cáscaras de los plátanos. Lo que sí que me pareció extraño fue el tamaño exagerado que tenía el bolso que pensaba llevar al zoológico. Pasando todo esto por alto me senté un rato en el sofá con el móvil para reventar el Twitter de Kaname con cosas de BTS.

De pronto, alguien llamó a la puerta de forma educada, y Akira salió corriendo para sentarse junto a mí. Cuando la persona tras la puerta estaba a punto girar el pomo, Akira se acercó a mi oreja:

−Atenta.

Me giré para ver qué estaba tramando, y entonces Jokochi abrió la puerta. Hasta aquí todo bien, ¿no? Pues no. Con las prisas y con las gafas aún en la mano, Jokochi no vio las tres cáscaras de plátano que Akira había colocado estratégicamente tras la puerta a lo Mario Kart. Resbaló y lanzó las gafas un poco a la mierda, siendo tal el golpe que pude oír como los cristales se rompían al fondo del pasillo. Akira se estaba descojonando, y he de decir que fue bastante gracioso, pues pareció ni haberse inmutado por la hostia tremenda que se había pegado. Con su expresión seria habitual se puso en pie, y tras sacudir un par de veces su traje recogió del suelo las tres cascaras y las dejó en el cubo de la basura. Procuré no reírme mucho, pues pensé que le podría molestar.

Tres días en SeúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora