Les voy a contar un secreto: Mamá siempre dice que yo de bebé era un amor. Era hipertranquila y dormía muchísimo. Y ahora soy igual, ¡una morsa viviente! Me decís, dormite y acá, y listo: me duermo. Nunca usé ni una muñeca ni nada para dormirme. Eso sí, antes de ir a la cama necesitaba tomar mi mamadera. Esa, la de la mamadera, es toda una historia en mi vida. Hasta los 7 años, cada vez que me quedaba a dormir en lo de una amiga, tenía que tener una mamadera o tenía que llevar la mía, porque la necesitaba para dormirme. Obviamente me daba un poco de vergüenza, pero no lo podía evitar. Pese a que ya andaba con carteritas, adentro llevaba mi mamadera . La paseaba por todos lados, e incluso la tenía conmigo en la clase de gimnasia deportiva. Me la re acuerdo: azul, con dibujitos y tapita. Creo que fue siempre la misma. Para mí era lo más. Papá y mi hermano Francisco me volvían loca. Me mostraban la taza y me decían: "¡Mmm, qué rica es la leche en taza!", pero a mí no me convencían. Yo estaba re pegada a mi mamadera y no la podía dejar. Hasta que un día, misteriosamente, mi papá la hizo desaparecer. Aunque dejé la mamadera, para dormir me chupé el dedo hasta los 12 años. De mal en peor. ¡No me imiten, chicas! A mi mamá le dijeron que me iba a arruinar los dientes y deformarme el paladar, así que me ponía esmaltes asquerosos en la uña para que me diera asco. Finalmente, lo lograron: lo dejé. Eso sí, nunca usé chupete. Mucha gente criticaba a mi mamá por dejarme tomar la mamadera hasta los 7 y chuparme el dedo, pero ella, muy sabiamente siempre dijo: "¿Alguien vio alguna vez a una chica de 15 tomando mamadera o chupándose el dedo? Ya los va a dejar". ¡Soy una morsa viviente! Me decís, dormite y acá, y listo: me duermo.