Parte de la historia de Meilyth

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—Aquel día cedí ante Elías, estuvo muy bien, se me hizo especial, cómo quería. En la madrugada, me fui a mi casa muy feliz por lo ocurrido. Al día siguiente, decidí ir a casa de mi mejor amiga para contarle todo, quedaba unas calles después de la mía. Fui corriendo —la escuchó sonreír y me la imagino haciéndolo—. Dios, cuanto extraño correr... —poniendo mi mano en su nuca, la acerco más a mí, con un peso presionando en mi pecho—. Cuando llegué toqué el timbre —continúa—, pero nadie contestó, no se oía nada desde afuera. Yo sabía dónde estaba la llave de respuesto, que no retiraron los muy idiotas, abrí la puerta y entré, oyendo gemidos. Asumí que estaba con una de sus conquistas y me reí, subí las escaleras por inercia, por mera curiosidad, malísima idea, seguramente del destino. Al ver en medio de la puerta me arrepentí, era Elías quien estaba con ella.. Bajé las escaleras lo más rápido posible sin hacer tanto caso a los gritos de él al percatarse de mi presencia. Habían pasado sólo un par de horas, pensaba, era mi mejor amiga —su voz entrecortada mi alarma y con determinación la hago verme, notando unas cuantas lagrimas escaparse de sus ojos, que limpio rápidamente.

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