Capítulo 5

1K 20 4
                                    

5

☠☠☠

—¿Está ya lista? —preguntó la voz de Jack Rackham tras la puerta.

—Un minuto, capitán —respondió Rita.

Sumergió el pincel en el negro tintero y volvió a aplicarlo sobre la ceja de Mary, que se estremeció. Aquel pincel estaba húmedo y frío. Rita le había explicado que la pintura no era permanente, pero que pasarían semanas antes de que comenzara a desvanecerse.

Rita era una esclava mulata de origen indefinido, de piernas cortas pero bien torneadas, nariz afilada, pelo negro y una boca grande y sensual. Era bastante mayor que Mary y parecía haber visto mucho más mundo. Sin embargo, lo primero que Mary había visto de ella eran dos largas orejas de lana negra, que colgaban de su cabeza en una especie de diadema.

—Ah, mi pequeña mascota —la había saludado Jack, y se había inclinado para acariciarla—. Te traigo compañía. Tú te encargas de prepararla, ¿sí?

Mary no daba crédito. La mujer había saludado a Jack a cuatro patas, había lamido sus manos como un perro y se había restregado contra su entrepierna en señal de afecto. Después se había erguido sobre sus piernas, había mirado a Mary con ojo crítico y se la había llevado para ocuparse de ella. Sin contemplaciones, desabrochó los botones de su camisón y lo hizo caer al suelo. Instintivamente, Mary se apartó e intentó taparse.

—Es tu primera vez, ¿verdad? —dijo Rita.

—¿Sobre un barco pirata o como mascota? —respondió la muchacha.

—Ambas. Se nota, pero no te preocupes. Es de los mejores trabajos que puedes tener en el mar. Pocas veces corres peligro de verdad, sueles recibir buen trato y tienes derecho a compartir los tesoros del capitán... o en tu caso, de la capitana. Déjame ver. —Apartó los brazos de Mary y la examinó—. No, a ti no te queda bien algo como yo. Creo que ya sé lo que vamos a hacer.

Se dio la vuelta y Mary observó que llevaba una cola peluda y negra, que cimbreaba a cada paso. Su uniforme consistía exclusivamente en varias tiras negras enredadas por el cuerpo y un collar de perro. Los pechos y las nalgas quedaban casi al descubierto, y estas se expusieron obscenamente mientras Rita se inclinaba y buscaba algo en el último cajón de una cómoda. Mary bajó la vista, sonrojada.

—Ven, ponte esto.

Rita le alargó unos leotardos de color beis y lo que parecía un corpiño de aspecto cobrizo. Mary obedeció. Rita coronó su obra con una diadema similar a la que ella llevaba, pero en lugar de dos orejas lanudas, colocó en ella dos pequeñas puntas triangulares de terciopelo marrón. Por entonces, Calicó Jack ya había comenzado a golpear la puerta.

—Rita, pequeña, ¿has terminado ya? Quiero ver lo que sale de tus manos.

—Los dos son de todo menos pacientes—le susurró Rita a Mary, mientras tomaba su caja de útiles de maquillaje y la colocaba a su lado—. Enseguidita, capitán —respondió con voz engolada.

Arrancó sin compasión los pelos que sobresalían de las cejas de Mary con unas pinzas y procedió a decorar su rostro con pintura. ¡Dios mío, dame fuerzas!, pensó Mary, que sentía la fría humedad del mar en sus hombros desnudos. No solo he caído en las garras de unos piratas, sino de unos piratas completamente chiflados que me disfrazan de mamarracho.

Cuando Rita terminó, dio permiso a Calicó Jack para entrar. Este asomó la cabeza, abrió mucho los ojos y se llevó la mano al pecho.

—Rita, ¡santo cielo!... Creo que es tu mejor obra...

Extendió la mano para rozar a Mary, pero se lo pensó mejor. Dio una vuelta en torno a ella mientras la muchacha permanecía tensa, rígida, y Rita, orgullosa, le mostraba las partes mejor colocadas con una sonrisa.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 22, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

¡Sí, mi capitana!: La leyenda del monstruo marinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora