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- Día 135 -

Luna, ¡qué emoción!

Mi mamá hizo una gran cena, me dijo que invitara a Nathalie, a Esteban y a la abuela Amelia, porque quería conocerlo. Fue una adorable cena, mi mamá se destacó al cocinar. Pude verla reír y contar historias de mi infancia.

—Quiero hacer un brindis, pero primero quiero decir unas palabras —dijo mi mamá, poniéndose de pie frente a todos—. No sé cómo comenzar, pero creo que puedo comenzar diciéndoles lo agradecida que estoy por lo que han hecho por mi hija. Al conocerlos, su vida comenzó a cambiar poco a poco, y no solo les agradezco a ustedes que están aquí en la mesa, también le agradezco a la pequeña gatita que está comiendo mientras hablo —dijo, intentando no reír—. Todos ustedes han sido de gran ayuda para ella, y no creo poder pagárselos nunca. Brindo por nuevos comienzos, por nuevas oportunidades, y por la familia.

—¡Salud! —dijimos todos al mismo tiempo.

Al terminar de comer, la abuela Amelia quiso ayudar a mi mamá con la limpieza, mientras que los muchachos subieron conmigo.

—Me gustan estas pinturas —dijo Nathalie, mientras veía las pinturas que había hecho—. ¿Las hiciste tú?

—Sí, me gusta mucho la acuarela. Las hago cuando no tengo nada que hacer —dije, evitando sonrojarme.

—Si son muy buenas. ¿Por qué no enciendes la luz? —preguntó Esteban, mientras se sentaba en mi cama.

—Me gusta la luz tenue de las lámparas. Todo el día veo la luz brillante del sol, la luz brillante del café, la luz brillante de mi casa, y cuando entro a mi cuarto quiero descansar mi vista —dije mientras me reía y me sentaba en el piso.

Luego de eso, Nathalie nos contó cosas sobre su enamorado, sobre su familia, y nosotros la escuchamos. Ella necesita desahogarse, en su casa no puede hablar con nadie, y aprovecha estos momentos para dejar salir lo que siente. A Esteban y a mí no nos molesta eso, es muy entretenido escucharla hablar. A las diez, la mamá de Nathalie la llamó al mismo tiempo que la abuela Amelia llamaba a Esteban para irse. Al bajar me di cuenta que mi mamá estuvo llorando, quizás la abuela hablo con ella, y eso me hizo sonreír.

Luna, a mi mamá le encantó la cena, me dijo que la abuela Amelia le había invitado a tomar café mañana, y que ella había aceptado. Mi mamá necesita compañía femenina, y la abuela es la mejor que ella podrá tener en la vida.


150 días juntas y una vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora