Cuando fui a lavar mi espada de la sangre que derramó el mensajero, noté que alguien estaba detrás mío y, de reojo, distinguí una forma humana, por lo que desenvainé mi espada y se la puse en el pecho. -¡Ey, ey, tranquilo, soy de los buenos, estoy de tu lado!-dijo el extraño hombre.-Supongo que estás en lo cierto, pues no llevas uniforme. Pero, ¿Qué quieres?-Dije, con un tono de darle a él la razón.-Vengo de parte del pueblo-dijo-¿Del pueblo?-Sí. Resulta que, como no quieres que el emperador se entere de que has matado a su mensajero, el pueblo ha pensado que podríamos arrojar el cuerpo al río, para que se lo lleve la corriente-dijo-Idiota, este río va justo al castillo del emperador, por lo que cualquier soldado suyo o familiar podría encontrarlo. Es mejor quemarlo en una hoguera, y ya las cenizas tirarlas al río, puesto que se podrían atascar entre las piedras o simplemente, deshacerse con el agua-dije.-¡Muy bien! Ahora informo al pueblo de que hagan una hoguera-y mientras se iba, le dije:- Una cosa más-¿Sí?-Convoca a todos los hombres de la villa, para que podamos formar un ejército con las demás villas y así enfrentarnos al emperador.-Pero señor, eso no tardaría mucho?-2 años, lo justo para poder acabar con ese frívolo emperador.-Pero, él tiene un ejército muy grande.-Me puse a lavar mi espada y dije:-Verás, te voy a plantear un dilema.-Sí-¿Prefieres morir como un héroe o vivir como un esclavo?- Yo... Morir como un héroe señor-dijo con un todo de resignación mientras nos dirigíamos a la aldea tras haber lavado la katana.-Pues venga, ya estás tardando. ¿Se queda usted aquí, señor?-me dijo en la muralla-Tengo que reflexionar.-Está bien-dijo mientras abría las puertas de la muralla de la aldea para entrar y gritar:- ¡Reunión de residentes del pueblo!¡Lo dice el Samurái!-Y en ese instante, entré y dije:-Todos los hombres, os venís conmigo-¿Para qué?-Para formar un ejército de samuráis y aliarnos con otras aldeas, entre todos podemos derrotar al frívolo emperador. Conseguiremos que este sea de verdad sea el país del Sol naciente.-¡Larga vida al emperador!-Gritaron todos.
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Érase un Adiós.
General FictionJapón, Tokio. 1694. La tortura por parte del imperio a la que el pueblo estaba sometido, avanzaba sin visible brotes verdes ni maneras de detenerlas. Con las torturas por un lado, y las plagas y enfermedades por otro, la población estaba disminuyend...