3. ¿Fiesta sin nosotros? Pues, te quemamos el pastel

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─Te digo que los pandas rojos tienen cola ─exclama Finn

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─Te digo que los pandas rojos tienen cola ─exclama Finn.

Nos encontramos en la cafetería y cada uno tiene una bandeja.

─El día en que un mapache pase volando por encima de mi cabeza con un traje de batman, diciendo nana nana nana ¡Batman!, recién voy a creerte ─exclama Brooke con un abucheo─. Mira que un panda con cola, ¡y encima rojo! Deja las drogas Finn, o al menos compártelas, ¿no? ¿Desde cuando eres tan egoísta?

Finn rueda los ojos.

─¿Qué hay de comer? ─pregunta Finn.

Miro por encima del hombro de una chica pelirroja y automáticamente me giro asustada.

─Son albóndigas ─susurro con asco.

La última vez que comí de esas albóndigas terminé con un terrible dolor de estómago sumado que iba al baño como si fuera un pato con diarrea.

─¡Genial! ─exclama Finn.

Intento detenerlo cuando veo que se apresura a entrar en la fila, pero es demasiado tarde. La cocinera ya le sirvió las repugnantes albóndigas.

─Déjalo ─dice Brooke─. La ave tiene que estirar la alas y aprender a volar sola.

La miro como loca.

─¿De cuál te metiste esta mañana?

─No había de las buenas, tuve que meterme talco ─dice seria.

Ruedo los ojos y extiendo una tonta sonrisa en mi rostro.

Finn se va feliz con su bandeja llena de albóndigas.

─El pobre tendrá diarrea toda la semana ─digo─, no podrá salir del baño.

─Ya nos pasó a nosotras ─dice ella encogiéndose de hombros y recibiendo sus albóndigas─, y ya aprendimos a cómo deshacernos de ellas.

Brooke se acerca a la bandeja de un chico nerd que está discutiendo sobre la física cuántica con otro de su especie y empuja todas la albóndigas sin que éste se dé cuenta.

─Y le toca a la pequeña ave aprender por sí sola.

─¿Por qué tratas a Finn como un pollito?

─Por que es tierno e idiota ─dice encogiéndose de hombros.

Cada vez me acerco más a las albóndigas.

─¿Podría no servirme de eso? ─exclamo cuando la mujer está a punto de soltar la porquería en mi bandeja.

─No ─dice haciéndolo de todos modos.

─¿Quiere que me dé diarrea? ─exclamo con enfado─. ¿Eso quiere?

Ella ni siquiera pestañea.

─Pues, bien ─digo─, pero que sepa que estaré pensando en usted toda la semana en mi baño.

Jessie ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora