"¿Qué es más alto para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna,
o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar
con ellas? ¿Morir . . . , dormir, no más! ¡Y pensar que con un sueño damos
fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la
herencia de la carne! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado!
¡Morir . . . , dormir! ¡Dormir!. . . ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo!
Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en
aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida.
¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! . . . ."
William Shakespeare en Hamlet
*****
Una oscura figura salió del hospital cubierta por las sombras de la noche. Aún en la lóbrega bruma y desde cierta distancia, era claro para el observador casual que se trataba de un hombre caminando decididamente con trote apurado y nervioso. Si el observador hubiese sido un poco más preciso se hubiera podido dar cuenta de que el hombre era alto y se movía con paso arrogante, cargado de un claro aire de disgusto en cada zancada. Un observador perceptivo incluso hubiera podido notar que el rostro del hombre era presa de una pena profunda y el testigo excepcionalmente sagaz hubiese visto un centelleo de furia en las profundidades de sus ojos.
El hombre, que no era otro que el mismo Terri, se movía con energía hacia el camión estacionado a unos cuantos metros y en un solo impulso de su cuerpo abrió la puerta de la cabina, saltó al asiento del conductor y encendió el motor, conduciendo el camión lejos de aquel lugar tan rápido como era posible, como si el viento helado que soplaba sobre su rostro pudiera borrar la agitación de su alma.
El camión devoró las calles a gran velocidad mientras el conductor en la cabina, musitaba una lista increíblemente rica de insultos e improperios dirigidos a toda la raza francesa, la cual le parecía en aquellos momentos la más despreciable de todas. La cara del hombre que acababa de conocer apareció en su mente arañando su orgullo británico hasta los tuétanos. En ese momento se sintió absolutamente seguro de que la rivalidad histórica entre Francia y la Gran Bretaña era la cosa más lógica del mundo, ya que nadie podría tener una buena amistad con esos aborrecibles vecinos, quienes tenían la audacia de mirar a las mujeres anglosajonas con una adoración tan profunda.
¡Un francés! – repitió él - ¡De entre todos los hombres del mundo! ¿Qué no podía ella haberse encontrado otro hombre en los Estados Unidos?
A pesar de sus embravecidos movimientos los rastros de dolor y furia ganaban terreno en su corazón mientras el camión recorría la ciudad y al final esos mismos sentimientos incontrolables le hicieron detenerse en Quai de Célestins, justo en frente del puente Marie (Quai de Célestins es una sección del boulevard sobre el río Sena, la famosa iglesia de Notre Dame puede avistarse fácilmente desde ese punto)
El joven inclinó su cuerpo sobre el volante mostrando claras señales de gran cansancio. Enterró su rostro en sus brazos y así permaneció en absoluto silencio por un rato. Cuando de nuevo levantó la frente, las huellas de un par de lágrimas gruesas podían distinguirse sobre sus mejillas bronceadas.
Se reclinó sobre el asiento y suspirando en frustración terminó abriendo la puerta para encarar la brisa gélida que barría al ancestral río. Se apeó y dirigió hacia el puente, sentándose con aire triste en el barandal de piedra, mirando al negro horizonte sobre Notre Dame. Mil pensamientos revoloteaban en su mente, hundiendo sus garras sobre viejas heridas que nunca habían sanado.
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Reencuentro En El Vórtice - Candy Candy Fanfic
FanficEstá historia fue escrita por Alys Avalos(Mercurio)